Marlen no durmió ni un solo minuto. Pasó la madrugada caminando de un lado a otro e incluso trató de distraerse observando la luna llena a través de la ventana. Elijah no regresó en ningún momento a dormir y, aunque quiso ir por él, no dejaba de recordar sus propias palabras.Ya eran las 9 AM y, sin poder aguantar las dudas, recorrió todo el palacio buscándolo, pero no lo encontraba. Fue entonces que uno de los guardias le informó que Elijah estaba en el área de entrenamiento.Bajo la mirada de todos, caminó hacia ese lugar y al verla llegar, Elijah sonrió.―Mi luna, bienvenida― le dijo, rompiendo la distancia con ella. Cariñoso, le colocó un mechón tras la oreja. Al observar a los guerreros, ella no hizo nada para rechazar sus mimos.―¿Dónde amaneciste? Te esperé toda la noche― le reclamó furiosa y sus ojos verdes se tornaron lila.―¿Me extrañaste?― él hizo un puchero infantil que lo hizo ver tierno.―No… claro que no― Marlen desvió la mirada y empezó a peinarse el cabello con una m
Unas venas negras, como trazos lineales, adornaban el cuerpo de Elijah, y sus ojos estaban rojos mientras se quejaba y se revolvía sobre una cama; parecía estar sufriendo demasiado. Su madre, beta y delta, le limpiaban los sudores que empapaban su cuerpo, mientras él no paraba de darse golpes en el pecho. Sus garras de lobo salían y se retraían, y muchas veces las clavaba en su propio pecho, como si intentara arrancarse el corazón, pero el beta y el delta se lo impedían atrapando sus manos. Y como si la cama le pareciera incómoda, se arrojaba al suelo, temblando y escupiendo su propia sangre.Marlen, aún mirando desde ese lugar, lloraba sin parar a pesar del frío abrazador que la envolvía. Se mordía el puño cada vez que escuchaba sus gritos intensos. Quería correr y abrazarlo, y mientras él sufría dentro de ese estudio, ella lo hacía fuera. No podía procesar lo que estaba presenciando; ni siquiera tenía idea de lo que era y entre el horror y la incertidumbre, se debatía en ingresar,
Mientras Elijah, desesperado, aún luchaba por salir de la densa neblina que no le permitía saber qué estaba ocurriendo con su luna, sabía que ella estaba sufriendo, pero no tenía idea de cómo. Aunque luchaba, era imposible usar su visión de supremo.—Lo dice un brujo que es un lacayo de un lobo idiota que sueña con convertirse en rey, sin importarle su propia familia. Tú eres el menos indicado para darme lecciones. Además, los brujos me importan un bledo. Ni siquiera me interesa saber de ustedes —expresó Marlen con el poco aliento que le quedaba, antes de plantar su mano en el suelo. Como su parte bruja se negaba a darle un final inminente al brujo, su lado gnomo sí cooperaba.Justo donde estaba arrodillado Draven, salieron en forma de ramas con puntas afiladas que se clavaron en cada extremidad de él, impidiéndole por completo, como unas cadenas incrustadas en sus carnes.El grito desgarrador del rubio resonó allí, y las fibras que cortaban poco a poco el cuello de Marlen cayeron al
—De una madre a otra, te aconsejo que hables con tu hija, que le digas lo que sientes, que ya es suficiente guardar tantos secretos. Ella te comprenderá—, le aconsejó Alana a Julia en un susurro lleno de empatía.Cuando el auto avanzaba por la carretera, Marlen se arrastró inquieta en el asiento trasero, acercándose a Elijah como un gatito en busca de calor. Él evitaba tirar de ella, para pegarla a su pecho, pero manteniendo su postura elegante, reprimió sus impulsos mientras la miraba fijamente.—¿Todavía estás enojado por dejar ir a ese brujo? —le preguntó ella con una sonrisa provocativa, acariciándole el pecho.—No me sonrías, si quieres que mantenga la distancia —le reprochó gruñón.Ella llevó sus dedos a sus mejillas, simulando la sonrisa del Guasón, desafiante y coqueta. En respuesta, él pasó con sutileza una mano por su cuello hasta detenerla en su nuca, provocándole destellos eléctricos que le recorrían el cuerpo al contacto de sus pieles. Y la atrajo con fuerza hacia sí, de
Un ardor insoportable se apoderó del pecho de Elijah y, tras soltar un grito furioso, desató una violenta oleada de energía que lanzó a los brujos que lo tenían atrapado, en todas direcciones.El conocimiento lo abandonó; todo lo que sentía era una sed insaciable de sangre. Su cuerpo comenzó a metamorfosearse en una bestia, desgarrando su ropa en harapos.Sin darles oportunidad a los brujos de escapar, con pies y manos convertidos en garras y con una velocidad nunca antes vista, les arrancó los corazones uno por uno. Los cuerpos inertes de los seis brujos cayeron al suelo, mientras, llenaba el aire con el retumbar de su rugido salvaje que se expandía por todo el bosque.—¡Supremo! —chilló Roy al ver que no podía contener por más tiempo el báculo de metal que amenazaba con atravesar su corazón. Dos brujos lo mantenían inmovilizado, usando el ochenta por ciento de su fuerza lobuna. A duras penas se aferraba al báculo para no sucumbir, porque para un lobo, morir sin pelear era una vergüe
—Princesa, princesa…—El llamado insistente de una de las brujas hizo que Dayanara saliera de su ensimismamiento. Se peinó el cabello y, mirando la cara de su hija con culpa, ordenó titubeante:—Adelante, lo primero que vamos a eliminar es la marca de reclamación—. Dicho esto, las mujeres prepararon los elementos necesarios. Dos de ellas se encargaron de dibujar un triángulo con runas ancestrales muy antiguas.Con un hechizo de levitación, la trasladaron de la camilla al suelo, justo sobre ese triángulo, y se agarraron de las manos mientras recitaban unos cánticos que hacían retumbar el mismo núcleo de la tierra, como si invocaran fuerzas malignas; el lugar se llenó de una neblina gris, y entre esa neblina se paseaba una silueta negra. Dayanara temblaba en su lugar y se pasaba las manos por los brazos para aplacar el escalofrío que la recorría.«Prefiero que vivas, Elara; aquí serás feliz», justificó Dayanara en su fuero interno, para evitar sentirse culpable.De repente, un destello d
Por otro lado, en la manada.—Hermano, debes cuidar de tu hijo, no ha parado de llorar — gritó Tara de forma regañona, mientras iba entrando al despacho con Mateo en brazos, quien no cesaba el llanto.Elijah estaba despeinado, sentado de forma desaliñada en su sillón, mirando a través de un gran ventanal, con un vaso de whisky en la mano. No había hecho una escena violenta, como todos seguían esperando, sino que permanecía callado y encerrado.Percibía a Atlas, en su interior, echado con la cabeza escondida entre su cuerpo, lloriqueando y durmiendo sin ánimos para comunicarse con él. No le reclamaba ni gruñía. A diferencia de otros lobos que cuando pasan por situaciones similares anhelan correr libremente por el bosque para disipar sus penas; él deseaba dormir eternamente.—Soy tan patético que no puedo ir a verla sin morir antes — expuso enfocando su mirada en Tara.Ella bajó la cabeza, mordiéndose el labio inferior, como si fuera culpable de que su cerebro no le diera la idea de cóm
Tres horas después.En un campo abierto, Marlen se encontraba rodeada de brujos uniformados con trajes amarillos, aparentemente de su misma edad, aunque muchos superaban los 100 años humanos. Recibiendo unas clases de magia que, según tenía clavado en su memoria, las recibía día tras día para mejorar la capacidad de dominar su magia y convertirse en una bruja sobresaliente.—Hoy aprenderemos a manipular el elemento fuego—. Todos jadearon. Para brujos jóvenes que apenas podían manipular el viento y algunas gotas de agua sacadas del aire, sentían que era un desafío.—Pero instructora, esa magia es para los de nivel máximo—. Se quejó Ayris, una de las tres brujas que fueron designadas como damas de Marlen: chicas de los mejores linajes que debían entrenar a su lado, a las que también les implantaron recuerdos para que no se equivoquen en su misión. “Mantener a Marlen manipulada para que haga lo que Diamantim quiera y, una vez que vean cambio en ella, contarles a Diamantim”; para simplifi