Rey perverso.

—Lo hice porque no quiero que te dañen. No sé qué te dijo el rey lobo, pero te aseguro que él no es inocente. También te mintió y te utilizó. Hablemos, hija—, pedía ella con una mano extendida y cerró los ojos cuando un ataque de Marlen la hizo volar por el aire hasta que cayó bruscamente al suelo.

—¡No me llames hija!—, el grito furioso de Marlen provocó que algunos cuadros colocados en las paredes de ese pasillo de piedra cayeran al suelo y las runas talladas se movían como si tomaran vida propia.

—Por favor, Elara, no dejes que envenenen tu mente. Te aseguro que tengo una razón de peso para haberte lastimado de ese modo —, justificaba Dayanara intentando sentarse, pero de repente y sin verlo llegar, estacas de hielo surgieron desde el piso atravesando sus manos y piernas.

—¡Ahhh!—, soltó en un quejido de dolor, viendo cómo la sangre brotaba de esas heridas, y la carne atravesada por ese hielo mágico parecía congelarse.

—Te pedí que no me obligues a convertirme en un monstruo. No po
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