Justicia impuesta.

Unos minutos antes...

Plantada en la imponente puerta principal del palacio, donde los guardias protectores de Elijah se yerguían como una barrera infranqueable, Caroline desplegó su aura de ferocidad. Sus ojos de loba feroz parecía desafiar a cualquiera que se atreviera a interponerse en su camino.

Percibiendo un inusual olor proveniente de ella, Roy lo atribuyó a un perfume o crema corporal extravagante que Caroline solía usar; olores que los lobos consideraban desagradables debido a su olfato agudo.

~Pero huele oscuro, como si hubiera absorbido aura demoníaca. Debemos contarle a nuestro supremo~, le insistía su lobo a Roy.

—Te lo diré una vez más, delta inútil, si no me permites ver a mi marido, te arrepentirás —le gritó Caroline, consumida por la ira.

Luchando por mantener la calma ante la actitud desafiante de Caroline, Roy le respondió con voz calmada:

—El Supremo no está de humor para recibirte en este momento —. Luego respiró profundamente, tratando de contener su enfado.

—Dil
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