48SofíaEl aire de la mañana tenía un frío cortante, pero yo apenas lo sentía mientras caminaba de un lado a otro en mi habitación, con las manos temblorosas y la mente enredada en pensamientos oscuros. La fiesta de la noche anterior no había sido más que una distracción pasajera. La realidad volvía a caer sobre mí como una losa: Valentine seguía aquí, y yo seguía atrapada en un compromiso que nunca quise.Un golpe en la puerta me sobresaltó. Me giré con rapidez, el corazón en la garganta.—Entra —dije con voz más firme de lo que me sentía.La puerta se abrió y Valentine apareció con su expresión cuidadosamente calculada, esa sonrisa que parecía encantadora para los demás, pero que yo sabía que ocultaba algo más. Cerró la puerta tras de sí con tranquilidad, pero la tensión en sus hombros lo delataba.—Buenos días, mi prometida —saludó con suavidad, pero en sus ojos brillaba una advertencia.—No soy tu prometida —le recordé con frialdad, cruzando los brazos.Él soltó una pequeña risa
49.EvaEl aire estaba cargado de tensión cuando vi a Sofía y Zed terminaron de hablar. No supe qué habían discutido, pero la expresión de Sofía era oscura, y Zed se marchó sin despedirse, lo que me pareció inusual. Algo no estaba bien.Antes de que pudiera acercarme a preguntar, Sofí se giró y me miró y llegó a mí en pocos pasos, prácticamente me jaló del brazo sacándome de la cocina.—Ven conmigo —susurró, su voz temblaba, pero intentaba sonar despreocupada.Levanté una ceja. Sofí jamás estaba nerviosa sin razón, y si lo estaba ahora, significaba que algo grande estaba ocurriendo.—¿Qué ocurre? —pregunté, pero ella ya me estaba arrastrando escaleras arriba.—Nada, solo quiero que veas algo —respondió con una sonrisa que no les llegó a los ojos.No le creí ni por un segundo, pero lo dejé pasar.Caminamos por los pasillos hasta la habitación de Kasius. Mi hijo. Mi pequeño.Sofí abrió la puerta con cuidado, como si no quisiera que nadie la escuchara. Y ahí estaba él.Kasius estaba arro
50EvaEntrenar con Magnus era un desafío en todos los sentidos. Había escuchado las historias. Nadie lo había vencido en todos estos años, ni siquiera los guerreros más experimentados. Era un lobo feroz, un estratega nato y un monstruo en el campo de batalla.Pero yo no era cualquiera.Me coloqué en posición de defensa, los músculos tensos y listos. Sin embargo, no lo ataqué de inmediato. Nos movimos en círculos, midiéndonos el uno al otro, estudiando nuestros movimientos, respiraciones y el mínimo temblor en nuestros cuerpos.El silencio en la habitación era opresivo.—Ataca —ordenó Magnus, con una sonrisa torcida.Le sostuve la mirada, inclinando la cabeza con diversión.—No. Primero los caballeros —me burlé.Su sonrisa se evaporó y, sin previo aviso, lanzó un ataque directo. Apenas tuve tiempo de esquivarlo. El viento de su golpe rozó mi mejilla y sentí el cosquilleo de la adrenalina recorrer mi columna.No me estaba conteniendo.Me enderecé, los ojos brillando con desafío.—Te vo
51Magnus Observé cómo Eve se alejaba sin mirar atrás.Una sonrisa satisfecha se formó en mis labios. No me había rechazado.Sí, se fue. Sí, seguramente estaba maldiciéndome ahora mismo, tratando de convencerse de que no sintió nada. Pero lo vi en sus ojos. La confusión. La lucha interna.Me recargué contra una de las columnas del gimnasio y exhalé con calma. No la presionaré… o tal vez sea mejor decir que lo intentaré.Antes, cuando la perdí, la quise de vuelta a la fuerza. Cometí errores, dejé que mi ira y mi desesperación hablaran por mí. Ahora sé que eso no funcionará. Si quiero que vuelva, debe ser ella quien dé el primer paso.La quiero con todo su fuego, con toda su fuerza. No la frágil mujer que alguna vez fue, sino la guerrera que se ha convertido. Y si para eso debo esperar, esperaré.Pero no sin hacerle ver que sigue siendo mía.—¿Está bien, alfa? —la pregunta me trae de nuevo al presente y me fijo en Orión.—Mi luna es difícil de reconquistar —dije con sinceridad
52EveDespués de pasar el día con Kasius y entrenar me bañé y me puse un vestido rojo y unas botas de caña alta, ahora que la noche estaba cayendo decidí buscar a Orión para que me lleve a la ciudad. Quería alejarme de la mirada penetrante de Magnus.Lo que no esperaba era encontrarme con Ethan Lupin. —Eve —dijo con una sonrisa al verme— que alegría verte de nuevo por aquí. Ethan, el Beta de una manada aliada.Fuerte, atractivo, confiable. Perfecto para mi plan de distracción. —Ethan —sonreí mientras me acercaba con naturalidad—. ¿Qué haces aquí? —Negocios —respondió encogiéndose de hombros—. ¿Y tú? —Disfrutando de mi libertad —dije con un tono juguetón, sintiendo el ardor de la mirada de Magnus a lo lejos. Ethan arqueó una ceja, curioso. —¿Libertad? —Sí, es agradable no estar atada a nadie. La mirada pesada de Magnus se acercó con calma, pero no interrumpió. No todavía.Ethan sonrió y extendió su brazo. —¿Te gustaría tomar algo conmigo, entonces?
53Sofía—Princesa —dijo una voz que goteaba desdén.—Lobo —respondí sin saber qué más decir.Una risa colectiva se esparció por el río Nythros, erizándome la piel con la vergüenza de haberme metido en esto sola. Frente a mí, un hombre con una presencia dominante me observaba con diversión.—Dime Alfa Malaki —corrigió con un tono cargado de orgullo.Era un poco mayor que mi hermano, pero en los hombres lobo eso no significaba nada. Podían vivir setecientos años sin que su edad se notara demasiado. Su piel curtida por el sol tenía cicatrices de batallas en los brazos, y una en particular atravesaba su ojo derecho desde la frente hasta la mejilla, dándole un aire aún más aterrador.¿Había cometido un error en venir aquí sola?Los guerreros que solían escoltarme habrían avisado a mi hermano, y él me habría encerrado sin pensarlo dos veces. No. Esto era lo correcto.Dejé que una nueva oleada de determinación se asentara en mi pecho.—Vine aquí para encomendarte un trabajo —dije
54SerenaEstaba entrando a mi oficina esa tarde para buscar unos documentos cuando vi una figura alta e imponente esperándome. Tragué grueso.—Tío Nicolás… ¿qué haces aquí? —saludé, tratando de recomponerme.Él me dedicó una mirada fría y cortante.—¿Me puedes decir por qué, después de seis meses, aún no eres la Luna de esta manada? —me pregunta con irritación— ahora esa esclava rebelde regresó ¿Qué harás?Apreté la mandíbula.—Tío… Ahora Cerverus no me quiere ver, y Magnus se pone agresivo. Ha habido muchos en la manada que han terminado golpeados o, peor aún, en coma, solo porque Magnus los escucha hablar mal de esa maldita esclava —le di una excusa muy convincente.—Ese no es mi problema —espetó con dureza—. Si no te apuras, vamos a estar en problemas. La farmacéutica necesita una inyección de capital, así que drógalo, mátalo, amárralo… haz lo que te dé la gana, Serena, pero haz algo.Su amenaza me cayó como una losa, pero yo ya había intentado todo.—La droga no funciona si no pu
1 Evelyn Hoy comienza el mes más importante del año para nuestra especie, los hombres lobo. Incluso para nosotros, los esclavos, es un tiempo de cambio… aunque no siempre a nuestro favor. —Evelyn, vamos, apúrate o nos van a castigar si nos retrasamos —me urgió Olga, otra de las esclavas con la que compartía cuarto. Su voz era un susurro nervioso, pero el miedo en sus ojos hablaba por sí solo. Apenas tuve tiempo de cepillarme los dientes antes de salir corriendo con ella, bajando las escaleras de piedra fría que conducían al gran salón. El aire estaba cargado de tensión, como si todos aguardaran algo. O alguien. —Allí estás, esclava —escupió una voz áspera y llena de desprecio— deja todo impecable, mugrosa —dijo de forma despectiva. Mi cuerpo se tensó de inmediato. No me llamaban por mi nombre, los esclavos no tenían nombre, siempre llamados mugrosa, desgracias o malditos…. Casi cualquier nombre despectivos que ellos quieran. No hacía falta alzar la vista para saber q