Nahil admiró el cuerpo de su mujer y su erección vibró con descontrol al llegar a su sexo. Ella duerme plácidamente, no es consiente del estado de su esposo, de ese hombre que no puede estar cerca de ella sin sentir la necesidad de hacerla suya de todas las maneras que existan. Enloquecido por sent
Tanik saltó de un pie al ver llegar a su hermana y cuñado, desde siempre había querido vivir en el mundo sobrenatural y ahora que tiene la oportunidad no piensa desaprovecharla. Con maleta en mano corrió hacia ellos. ―¡Hora de irnos! ―Tanok miró a su hija con reproche, jamás había visto a uno de su
Huilén como reflejo tiró de su hermana para que retrocediera, ¿Qué hacía ese hombre ahí si su madre cedió su poder y su propia vida por cerrar el mundo de los Dioses? ¿Qué estupidez había hecho Shadog? Nahil se paró frente a su mujer y a su cuñada, sabe de lo que el hombre es capaz, su alfa está vi
―Nena. ―Enola desnuda y manchada de sangre debido a que le desgarró el cuello al lobo, se acercó a su hija. ―¿Qué está pasando, hija? Háblame, por favor. ―Le rogó tratando de distraerla del cuerpo inerte en el piso. ―Había tres de ellos, ¿Vendrán más? ―Tanik miró a su madre. ―Mamá. ―Enola pudo perc
Duke Shadog no hacía más que arrepentirse por la tontería que hizo, él se cegó por la rabia que tenía contra Nahil y ahora le estaban haciendo ver su suerte. No solo él sufría, sus hijos estaban siendo torturados frente a él y no podía hacer nada para evitarlo. Él está impotente encadenado a la par
―¡Papá! ―Tanik lo miró furiosa lo que hizo reír a todos. ―Estoy muy chiquita para esto, ¿Lo has olvidado? ―Tanok resopló. ―No cometeré el mismo error que cometí con tu hermana. ―Negó. ―No porque yo encontré a su madre después de casi mil años, debo obligarlas a ustedes a lo mismo. ―Suspiró. ―Además
―Sal de aquí. ―Su voz gruesa la tensó, no veía esa mirada desde ya hacia tiempo y ahora ha vuelto, ¿Acaso la escuchó hablando? Pero seria algo imposible, pensó, él ya no es un lobo y no hay posibilidades de que escuche nada que no sea hablado directamente con él. ―Quedamos en algo, Huilén, no vendrí
―Debo irme. ―Resopló. ―Y no podrás salirte siempre con la tuya, papá, no siempre ese error me perseguirá, ¿Lo entiendes? ―No olvides que aquí soy yo el padre. ―La reprendió. ―Muy Diosa y todo lo que quieras, pero te doy tu par de nalgadas si es necesario. ―Huilén rodó los ojos, nunca en su vida él