Huilén se separó de Hugo y limpió sus lágrimas, aquella voz gruesa provocó que su corazón se exaltara. Nahil por su lado apretó los puños con fuerza, ella no se inmutó en buscarlo para solucionar las cosas, al contrario, ahí estaba en un club con ese imbécil. ―Cielo. ―Se puso en pie con una sonrisa
―Dame un mes. ―Susurró. ―Buscaré un reemplazo para que se encargue de los niños y me iré contigo, cumpliré la promesa que te hice y… ―Huilén… ―No lo hago por obligación. ―Lo cortó. ―Lo hago porque quiero, tampoco ha sido fácil para mí estar lejos de ti. ―Lo miró a los ojos. ―Te acompañaré al reino
Nahil admiró el cuerpo de su mujer y su erección vibró con descontrol al llegar a su sexo. Ella duerme plácidamente, no es consiente del estado de su esposo, de ese hombre que no puede estar cerca de ella sin sentir la necesidad de hacerla suya de todas las maneras que existan. Enloquecido por sent
Tanik saltó de un pie al ver llegar a su hermana y cuñado, desde siempre había querido vivir en el mundo sobrenatural y ahora que tiene la oportunidad no piensa desaprovecharla. Con maleta en mano corrió hacia ellos. ―¡Hora de irnos! ―Tanok miró a su hija con reproche, jamás había visto a uno de su
Huilén como reflejo tiró de su hermana para que retrocediera, ¿Qué hacía ese hombre ahí si su madre cedió su poder y su propia vida por cerrar el mundo de los Dioses? ¿Qué estupidez había hecho Shadog? Nahil se paró frente a su mujer y a su cuñada, sabe de lo que el hombre es capaz, su alfa está vi
―Nena. ―Enola desnuda y manchada de sangre debido a que le desgarró el cuello al lobo, se acercó a su hija. ―¿Qué está pasando, hija? Háblame, por favor. ―Le rogó tratando de distraerla del cuerpo inerte en el piso. ―Había tres de ellos, ¿Vendrán más? ―Tanik miró a su madre. ―Mamá. ―Enola pudo perc
Duke Shadog no hacía más que arrepentirse por la tontería que hizo, él se cegó por la rabia que tenía contra Nahil y ahora le estaban haciendo ver su suerte. No solo él sufría, sus hijos estaban siendo torturados frente a él y no podía hacer nada para evitarlo. Él está impotente encadenado a la par
―¡Papá! ―Tanik lo miró furiosa lo que hizo reír a todos. ―Estoy muy chiquita para esto, ¿Lo has olvidado? ―Tanok resopló. ―No cometeré el mismo error que cometí con tu hermana. ―Negó. ―No porque yo encontré a su madre después de casi mil años, debo obligarlas a ustedes a lo mismo. ―Suspiró. ―Además