|Artem Zaitsev| Duele como el infierno. Al incorporarme, un gruñido se escapa de mi garganta. No he sanado del todo, pero no pienso seguir acostado en esta m*****a cama como si fuera un cadáver. Dejo escapar un suspiro frustrado cuando la enfermera que Roco dejó a mi cargo entra apresurada al ver
—¿Señor? —Roco finalmente aparece frente a mí, su expresión de preocupación evidente—. ¿Qué hace fuera de la cama?. —No me jodas —gruño, sin disimular mi irritación—. Estoy harto de estar ahí postrado. —Pero... —¿Y los preparativos? —lo interrumpo, directo al punto. Roco frunce el ceño, pero no s
—Se lo merece —gruño, cruzándome de brazos también—. Él codició al mío primero. La memoria de aquellos días en el hospital vuelve como una ráfaga: Alonso, rondándome como una mosca molesta, alabando lo guapo que era Artem y haciendo comentarios sobre "el bulto" en su pantalón. Incluso tuvo el desca
Una vez que me baja, me empuja al asiento trasero del auto con una firmeza que no da lugar a discusión. Se acomoda a mi lado, dejando escapar un leve gruñido mientras cierra la puerta. —¡Déjame salir! —le grito, furiosa—. ¿Quién diablos te crees, eh? ¡Tú y yo terminamos!. —¿Terminamos? —me lanza
—No, no le harás nada —digo, frunciendo el ceño antes de volverme hacia él—. ¿Y pensabas seguir callado? ¿Todo este tiempo sin contactarme era porque estabas herido?. —Bueno... sí, algo así —admite, desviando la mirada como un niño atrapado en una mentira—. Pero estoy bien. Fue un rasguño. —Un ras
Estoy encerrada. Artem decidió que la mejor forma de demostrar su amor eterno era dejarme confinada en su habitación. Incluso tuvo el detalle romántico de asegurar la puerta desde afuera. Es un milagro que no haya optado por encadenarme a la cama. Agradezco que al menos puedo moverme libremente; un
—Bueno... —vacilo, buscando desesperadamente una excusa que no me haga sonar como una idiota—. Solo un poco. Pero es que... —¿Te da vergüenza tener sueños húmedos conmigo? —me interrumpe, mientras se apoya en la cama con una rodilla, inclinándose hacia mí. Su tono es suave, pero sus ojos brillan co
Suspiro, negando con la cabeza. Así es él: todo debe ser a su manera. Pero, a pesar de todo, me gusta. Roco me ayuda a llevar el vestido hasta la habitación de Artem antes de retirarse. Me desnudo con cuidado y trato de ponérmelo, pero la cremallera de la espalda me complica la tarea. Como si lo s