—Luego, cielo —responde Nana con una sonrisa comprensiva, guiándome hacia la puerta de embarque—. Vamos, que ya casi es hora de partir. Me dejo llevar, sin protestar más, mirando a Kate por última vez, que se pierde entre toda la gente. Al final, mis pasos me conducen con Nana hacia el control de
Se ha ido. Lo ha dejado. —Aisling… —murmura con la voz rota —. Aisling... Un déjà vu cruel lo golpea. Es la segunda vez. La segunda vez que ella lo abandona. Y, aun así, él había seguido confiando en ella, creyendo que esta vez sería diferente. Su mirada se detiene en la mesita de noche. Algo de
|Artem Zaitsev| Duele como el infierno. Al incorporarme, un gruñido se escapa de mi garganta. No he sanado del todo, pero no pienso seguir acostado en esta m*****a cama como si fuera un cadáver. Dejo escapar un suspiro frustrado cuando la enfermera que Roco dejó a mi cargo entra apresurada al ver
—¿Señor? —Roco finalmente aparece frente a mí, su expresión de preocupación evidente—. ¿Qué hace fuera de la cama?. —No me jodas —gruño, sin disimular mi irritación—. Estoy harto de estar ahí postrado. —Pero... —¿Y los preparativos? —lo interrumpo, directo al punto. Roco frunce el ceño, pero no s
—Se lo merece —gruño, cruzándome de brazos también—. Él codició al mío primero. La memoria de aquellos días en el hospital vuelve como una ráfaga: Alonso, rondándome como una mosca molesta, alabando lo guapo que era Artem y haciendo comentarios sobre "el bulto" en su pantalón. Incluso tuvo el desca
Una vez que me baja, me empuja al asiento trasero del auto con una firmeza que no da lugar a discusión. Se acomoda a mi lado, dejando escapar un leve gruñido mientras cierra la puerta. —¡Déjame salir! —le grito, furiosa—. ¿Quién diablos te crees, eh? ¡Tú y yo terminamos!. —¿Terminamos? —me lanza
—No, no le harás nada —digo, frunciendo el ceño antes de volverme hacia él—. ¿Y pensabas seguir callado? ¿Todo este tiempo sin contactarme era porque estabas herido?. —Bueno... sí, algo así —admite, desviando la mirada como un niño atrapado en una mentira—. Pero estoy bien. Fue un rasguño. —Un ras
Estoy encerrada. Artem decidió que la mejor forma de demostrar su amor eterno era dejarme confinada en su habitación. Incluso tuvo el detalle romántico de asegurar la puerta desde afuera. Es un milagro que no haya optado por encadenarme a la cama. Agradezco que al menos puedo moverme libremente; un