—¿Tú…? —se vuelve hacia mí, todavía incrédulo—. ¿Tú me acabas de pegar?. —¿Ves a alguien más aquí?. Se me queda mirando, lleva una mano a su mejilla, como si no supiera cómo procesar lo que acaba de suceder. ¿En serio lo dejé sin palabras con un solo golpe? ¿Soy tan fuerte? Ni que le hubiera afloj
Sus ojos me reflejan un dolor tan profundo que, por un instante, casi me pesa verlo. La mano que intentaba tocarme queda suspendida en el aire antes de caer, lentamente, con una resignación que hiere más de lo que debería. Paso junto a él, evitando cualquier palabra, cada paso limitado por el dolor
Mi piel está erizada; aún me afecta, y probablemente seguirá haciéndolo por mucho tiempo. Pero, en este instante, me enorgullece haber resistido, haberle negado lo que un rincón de mí deseaba concederle. Siento la tentación, pero no cedo. Pocos minutos después, Thea aparece por la puerta y me encue
—Ojalá fuera solo eso —Thea rueda los ojos y se lleva un pastelito a la boca—. Vamos a la habitación de Lin. Tenemos que hablar... —¿A mi habitación? —abro los ojos sorprendida mientras veo a Alonso incorporarse—. Thea, sabes que Alaric... —Al diablo con él —me toma de la mano, y Alonso también ha
La diversión se esfuma en un instante cuando unos golpes fuertes retumban en mi puerta, seguidos de la voz enfurecida de Alaric. Seguro que esos dos ya le avisaron, y ha venido disparado como una bala. —¡Aisling! —grita desesperado desde el otro lado—. ¡Abre la puerta ahora mismo! ¿Quién es ese tip
—Te mataré —masculla Alaric, y el sonido de su amenaza me pone en alerta cuando sus pasos resuenan, acercándose hacia nosotros. Sin pensarlo, salto de la cama, ignorando el dolor de mis pies descalzos al tropezar, y me interpongo antes de que llegue a Alonso. Thea, finalmente, se pone de pie tambi
—Eres una desvergonzada —me escupe Margaret, como si tuviera el derecho de meter su hocico en todo esto—. ¿Traes a un tipo a la mansión y lo metes en tu habitación?. —Por eso a los sapos metidos los encuentran con la boca llena de moscas, por metiches —le responde Thea, a mi lado, con veneno—. ¿No
—Tú también, Margaret. Fuera de aquí, esto no te concierne —le ordena a su prometida, sin siquiera mirarla, sus ojos clavados en mí. Cuando ella intenta protestar, él la interrumpe con un rugido—. ¡Ahora!. Asustada por la furia en su voz, Margaret no tiene más opción que obedecer. Antes de salir, m