Pero no me voy a rendir tan fácilmente. Miro a Artem, que parece disfrutar de cada segundo de este juego de poder, y aprieto los dientes. —Lo que no entiendes, Artem —digo con calma, aunque el nerviosismo me recorre por dentro—, es que aunque tengas a todos tus perros armados, tú no controlas nada
|Aisling Renn| Regresamos a la mansión. Desde que Thea fue a buscarme a casa de Marcus, ha estado extrañamente callada. Durante el trayecto, apenas cruzamos palabra, y cada vez que le pregunto si algo anda mal, me asegura que todo está bien. La dejo tranquila, porque nunca me ha gustado presionar
*** Despierto después de quedarme dormida junto a Thea, repasando los planes para los próximos días. Al levantarme, miro por la ventana; la noche ha cubierto el cielo con su manto oscuro. Bostezo, perezosa, y salgo de la habitación. Con la garganta seca, bajo a la cocina en busca de un vaso de agu
—No, está bien. Quiero hacerlo yo misma —insisto. Las rosas son preciosas; me gustan las flores. Debo admitir que tiene buen gusto. Kate obedece sin demora y vuelve pocos minutos después con un jarrón de cristal, pulido y brillante. Tomo el jarrón entre mis manos y comienzo a acomodar las rosas con
Antes de que pueda detenerme, mis pies avanzan por voluntad propia, y mi corazón late desbocado, golpeando con tanta fuerza dentro de mi pecho que duele. Sigo avanzando, hasta que, de pronto, mi paso se detiene en seco, clavada en el lugar como si hubiera tropezado con una revelación. Entonces, lo v
|Alaric Kaiser| Vuelvo a la mansión después de otro día perdido. Todo fue una distracción sin sentido, y Gerd prácticamente tuvo que tomar las riendas de todo en las reuniones. No podía enfocarme en nada; su imagen, sus palabras, todo de ella estaba tallado en mi cabeza, incapaz de dejarme en paz.
Suelto un suspiro pesado, casi como si intentara dejar que el cansancio se deslizara fuera de mi cuerpo. La corbata cae, sin destino, sobre el suelo, y el saco no tiene mejor suerte: lo abandono en el piso, sin mirarlo. La camisa me la arranco con desgana y la dejo caer sobre la cama. Los zapatos, i
Lo supe desde el principio. Algo cambió en mí después de ese viaje. Algo se apoderó de mí, y no fue de una forma sana ni correcta. El hecho de que ni siquiera pudiera mirar a otra mujer que no fuera esa cría inocente ya era suficiente señal de que algo andaba mal conmigo. No me equivoqué, nunca lo h