La frialdad en mi voz parece golpearlo, lo noto en el brillo que desaparece de sus ojos, en la manera en que sus labios se tensan. No soporta no saber. —Aisling —advierte, pero no retrocedo ni un milímetro—. No me estás diciendo toda la verdad, lo sé. Antes de que pueda reaccionar, Alaric se acerc
Pero no, no puedo parar ahora, él me lastimó y yo lo haré sentir el mismo dolor mil veces peor. «Te devolveré el golpe, y haré que cada segundo te arda como fuego en las venas. Te arrastraré hasta el mismo infierno de tu mente, y allí, entenderás el verdadero significado del dolor». *** Pensé q
Dorothea despotrica a mi lado en el auto que nos lleva directo a encontrarnos con Alonso. Yo mantengo los brazos cruzados, observando por la ventanilla, fija en el vacío que se extiende afuera y en el que tengo dentro. No iba a mostrar frente a Thea cuánto me había dolido la actitud de Alaric en la
—Déjalo, yo le explico —interviene Thea, acercándose un poco más a él con aire conspirador. Thea le cuenta toda la situación con Alaric. Alonso asiente, alternando entre la sorpresa y la confusión, como si estuviera viendo una telenovela particularmente jugosa. Empiezo a sentirme un poco incómoda e
¿Qué tal si Alaric mandó a alguien a seguirme? Tom y Leo siempre me acompañan a todos lados, pero esta vez decidí manejar las cosas por mi cuenta, sin ellos. Aun así, conozco de sobra lo que Alaric es capaz de hacer; no me sorprendería que me esté vigilando en secreto. —Thea, vamos a tu casa —le di
—Dios, Aisling, ¿estás bien? —Por fin nota mi angustia, sus ojos se llenan de preocupación al mirarme—. ¿Qué te pasa? ¿Estás enferma?. —Marcus, yo... lo siento, de verdad lo siento —la voz me tiembla y las lágrimas amenazan con salir. Siento un nudo de culpa en el pecho porque sé que él no merece e
Thea entra conmigo a la mansión y me acompaña en silencio mientras subimos las escaleras. Pero justo al llegar al último peldaño, esa voz detestable interrumpe el pequeño respiro que había logrado obtener. —¿Aisling? —la voz de Margaret resuena detrás de mí, obligándome a cerrar los ojos con frustr
Margaret me sonríe de vuelta ante la confusión y la tormenta reflejadas en mis ojos. Retira sus manos de las mías y se recuesta en la silla, observándome con esa fingida simpatía que me desarma. —Supongo que Alaric no te ha contado el verdadero propósito de este matrimonio —dice, con una voz inocen