A la mañana siguiente, Alaric fue el primero en despertar. Aisling, aún acurrucada a su lado, dormía plácidamente. La contempló en silencio y, con delicadeza, deslizó su dedo índice por la suave curva de su nariz. Ella frunció el ceño sin abrir los ojos, inmersa todavía en sus sueños. Con una sonris
—Sí, lo sé —continuaba Alaric al teléfono, su tono frívolo—. Se ganó su muerte por meterse con lo que es mío. No tolero que saboteen mis negocios. Deshazte de él sin dejar rastros; tengo una reputación que proteger, y eso lo sabes. Aisling se llevó una mano a la boca, conteniendo un jadeo. Nunca im
Ya en su habitación, puso el seguro en la puerta y rebuscó bajo el colchón hasta encontrar sus pastillas anticonceptivas. Tomó una con el vaso de agua que tenía en la mesa de noche y respiró hondo. No correría el riesgo de un embarazo; eso sería una catástrofe para ambos. Luego sacó su celular ocul
La oscuridad era espesa en aquella habitación, tanto que el aire parecía haberse vuelto sólido, asfixiante. Un hedor a sangre fresca impregnaba el lugar, colándose por cada rincón como si se tratara de un eco silencioso de todo lo que había ocurrido entre esas paredes. Los gritos, desgarradores y c
Al abrir la puerta, un hombre de traje oscuro estaba esperando afuera, tan serio como su jefe. Artem le lanzó una mirada de absoluta calma y dio la orden en un tono bajo, casi indiferente. —Recoge los restos y envíalos a Eusebio Toscano. Dile que eso es lo que pasa cuando alguien intenta sabotear m
—Maldición —Alaric murmuró entre dientes, mientras su mirada se deslizaba hacia Gerd, quien aguardaba de pie frente a él—. Dame una pastilla. Gerd se dirigió al cajón de un mueble en la oficina, sacó un pequeño frasco y le entregó una pastilla. Alaric la tomó sin decir nada, recostándose en su sill
—¿Qué haces, Liebling? —preguntó Alaric, con una chispa oscura en sus ojos mientras la observaba. —Debes estar agotado —respondió ella, inclinándose para susurrarle al oído—. ¿No quieres relajarte un poco?. Alaric dejó escapar una risa baja, divertida, mientras la rodeaba con las manos, descansán
*** Aisling estaba ruborizaba intensamente mientras Alaric conducía. No podía creer que, después de esa intensa sesión de sexo, ahora iban de camino al ginecólogo. Le parecía surrealista que ella hubiera tomado la iniciativa de esa forma; simplemente, no había podido resistirse. Alaric había desper