—No, no lo entiendo —se levantó de la cama, plantándose frente a él con la cabeza en alto, desafiándolo con cada palabra—. No entiendo por qué me haces esto. Dices que me cuidas, pero no estoy en peligro. Solo quiero tener amigos, pasar un buen día y que, al menos, estés conmigo. Dijiste que querías
Alaric profundizó el beso con una urgencia que Aisling no podía sobrellevar. Sus labios se movían con posesividad, reclamando cada rincón de los suyos. El peso de su cuerpo, la fuerza con la que mantenía sus manos atrapadas por encima de su cabeza, la hacía sentir pequeña, indefensa... y, sin embarg
—¿Quieres que te libere? —repitió con burla—. No, Aisling. Ahora entiendes lo que provocas. —Se inclinó aún más, sus labios rozando su oído mientras hablaba—. Me vuelves loco, y no voy a dejarte escapar tan fácilmente. Su aliento cálido en la piel de su cuello la hizo estremecer. Aisling sentía su
—Lo que deberíamos o no hacer... ya dejó de importar hace tiempo, Aisling —dijo finalmente, su voz baja y controlada—. Deja de pelear con lo que sientes, con lo que ambos sentimos. —¿Lo que sentimos? Tú me estás empujando a esto —su ceño se frunció—. Lo que sientes ahora es solo deseo, ¿verdad? Qui
Aisling apoyó la frente contra la pared del baño, dejando que el agua recorriera todo su cuerpo. Sus ojos permanecían bien abiertos, fijos en el piso, mientras sentía el pulso de su corazón retumbar en sus oídos. ¿Había sido todo aquello un sueño?. Lentamente, llevó los dedos a sus labios, aún sint
—¡¿Qué?! —exclamó Dorothea horrorizada—. ¡¿A quién demonios viste desnudo, Aisling?!. La chica se llevó una mano a la boca. Se le había escapado. —Sabes que estoy en una isla, y hay muchos hombres... —empezó a decir, buscando una salida—. Fue por accidente... entré en un baño de hombres —mintió, s
Finalmente, se levantó decidida, lo haría, iría a su habitación. Se miró en el espejo: estaba en pijama, pero no era la primera vez que él la veía así. Se arregló un poco el cabello y tomó aire, sintiendo los nervios. Salió de su habitación y se paró frente a la puerta contigua, sintiendo cómo su p
Esta vez, Aisling sentía menos presión que antes. Alaric no estaba siendo brusco; al contrario, ese beso que compartían era lento y tierno. Aunque con cierta torpeza, ella podía seguir el ritmo. Apoyó ambas manos en su pecho cuando él subió una mano por su espalda para acercarla más a él. El lento