**Momentos antes** Cuando Alaric salió del baño, la vio ahí, tendida en la cama. Su mano descansaba sobre su abdomen, y la corta blusa dejaba parte de su piel expuesta, al igual que sus piernas, cubiertas apenas por esos shorts diminutos. Él ya estaba cambiado, porque a ella le incomodaba verlo ca
Aisling regresó a la habitación a toda prisa, agitada, con los pulmones ardiendo por la carrera que había hecho para escapar de ese lugar. Al cerrarse dentro, los guardaespaldas se acercaron rápidamente, llamando a su puerta y preguntando si estaba bien. Ella respondió con rapidez que sí, que todo e
Sus ojos se dirigieron a la esquina de la habitación, donde Alaric estaba sentado en un sillón individual, con una copa de vino en la mano, observándola de pies a cabeza. Las palabras se le atoraron en la garganta. ¿Lo sabía? ¿Sabía que había estado allí? Ya no podía mirarlo sin que las imágenes vol
Aisling comenzó a moverse en la cama, incómoda. Tenía frío, así que, desesperada, buscó el cálido cuerpo humano que estaba a su lado. Parecía un pequeño gatito ronroneando al recibir una suave caricia en la cabeza, y justo así se sintió cuando percibió la calidez de aquella mano. Pero, cuando su su
Regresó al baño apurada, de la misma manera en que había salido de la cama. Alaric esbozó una sonrisa torcida; le parecía una actitud bastante tierna de su parte. *** Ya estaban en la carretera con destino al puerto, donde tomarían el ferry que los llevaría a la isla de Borkum. Alaric estaba conce
—Alaric, por favor —suplicó en un susurro. Quería mirar a cualquier otro lugar que no fuera ese rostro perfecto, pero estaba atrapada. —No has respondido a mi pregunta, Aisling. —Pero no así... —Solo responde —insistió. ¿Cómo podía hacerlo, estando tan cerca de él? Su mano grande aprisionaba su
—Así es —afirmó hacia su dirección mientras la bajaba —. Ya casi llegamos a tierra firme. Pasada una hora, el barco finalmente atracó en el puerto de la isla de Borkum. Aisling había permanecido en silencio mientras el paisaje de la isla se iba definiendo en el horizonte: largas playas de arena do
—Aisling, por Dios, di algo —insistió Alaric. La chica seguía inmóvil, sin pronunciar palabra, con la mirada fija, no en su rostro, sino en su entrepierna, que ya estaba cubierta—. Oye, mírame. Finalmente, Aisling salió de su burbuja de asombro cuando Alaric se movió hacia ella. Por reflejo, retroc