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Pasan los minutos y se queda profundamente dormida. Sueña. En el sueño ve a su madre. Está completamente recuperada. O al menos eso parece. Ella le sonríe. Lleva puesto un vestido blanco de seda. Su cabello ondulado se mece con el viento. Detrás de ella hay unas antorchas. Están ubicadas alrededor de un objeto que está puesto en el centro. Pero, ¿Qué clase de objeto es? Al parecer tiene una forma rectangular. ¿Acaso es lo que Luisa está pensando? ¿Acaso ese objeto es…?. Mientras trata de responder a esas preguntas, la mujer poco a poco se acerca a ella. Luisa no puede evitar derramar unas lágrimas al ver las condiciones en las que está esa mujer.

Su madre la abraza y le dice al oído: “Cuídate mucho, mi pequeña. Y recuerda que mamá te quiere mucho”. Luisa no puede creer lo que escucha. ¿Acaso eso es una despedida?. Suena la alarma. La imagen de su madre desaparece. Abre los ojos. Su celular está sonando. Es su padre.

Ella contesta la llamada. La noticia que recibe no es buena. Su padre le avisa lo que ella tanto temía. Su madre acaba de morir. Ahora lo entiende. Aquel sueño si era una despedida después de todo. Con el celular pegado a su pecho comienza a llorar. No encuentra consuelo ni siquiera en las palabras de su padre: “Luisa, cariño, escucha. Sé que esto es difícil para ti. Pero tienes que ser fuerte. Te prometo que juntos saldremos adelante”. Ella no lo ve así. De hecho, piensa que después de esto no hay forma de salir adelante. Porque para ella su vida acaba de terminar.

Ya nada importa. Ni siquiera su futuro…

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La voz y las palabras de su padre la vuelven a la realidad. Entonces recuerda. Su padre la iba a llevar al hospital. Le reclama por eso. El le dice que la habló varias veces, pero ella nunca despertó. Se impresiona. ¿Por qué no se despertó? ¿Tuvo algo que ver su madre en todo esto?. Lo piensa. Reflexiona. Vuelve a la llamada. Le dice a su padre que irá al hospital. El le dice que no. Que es mejor que se quede en casa. Ella no le hace caso y corta la llamada. Se viste. Toma su bolso de mano, las llaves y sale de la casa. Pide un taxi. Se sube y le pide al chofer que la lleve al Hospital. El viaje dura 10 minutos.

Llegan. El chofer estaciona el auto en la entrada del Hospital. Ella le paga el viaje, se baja y entra al edificio. Camina hacia la recepción. Pide ver a su madre. En eso aparece su padre. Ella lo mira. El se le queda mirando. Ella no lo piensa y corre a sus brazos. Se abrazan. Luego se separan y él le dice: “Te dije que te quedaras en casa. No es bueno que estés aquí. No porque no tengas derecho de ver a tu madre es solo que. No quiero que sufras más de lo que…Pero…veo que es imposible. No se puede controlar todo en esta vida, ¿verdad?. Y más cuando se trata de tu madre”. Ella le responde: “No, no se puede controlar todo. Si se pudiera controlar todo en esta vida, mi madre estaría con nosotros”.

Su padre asiente con la cabeza. Ella le pide ver a su madre. El aún no está muy convencido de hacerlo. En momentos así, es cuando más tiene dudas de lo que dice y hace. Ella insiste. Él le dice que es mejor que no la vea. Que lo mejor para ellas es que permanezca en la casa. Pero ella le reclama. Incluso se pone un poco histérica. Ante su comportamiento él acepta que la vea. La lleva a la morgue. Pide permiso. Los forenses los hacen pasar. Victor les cuenta que su hija quiere ver a su madre. A pesar de la duda, ellos aceptan que la vea. Los llevan a donde está su cuerpo.

El mismo está sobre una camilla. Está tapado con una sábana blanca. Luisa se prepara. Uno de los forenses destapa el cuerpo hasta el cuello. Luisa ve el rostro de su madre. Está blanco, hinchado y frío. Ella tapa su boca con ambas manos. Las lágrimas no tardan en salir de sus ojos. No aguanta más y se desploma sobre el cuerpo de su madre. Llora desconsoladamente, mientras le pide perdón por no haber estado ahí para despedirse. Su padre la mira y respeta este momento con su hija en silencio.

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