La noche había sido el mismísimo infierno. La fiebre lo atacó con fuerza apenas oscureció y su cuerpo no dejó de temblar durante todo el horario nocturno. La necesidad de consumir le comía las entrañas mientras le suplicaba a esa enfermera, que custodiaba su sueño, algo que lo calmara. La mujer, sin ninguna pena en su rostro, se negaba una y otra vez y simplemente le repetía que ya todo pasaría, que pronto ese calvario finalizaría. Era sencillo decirlo cuando su mente estaba clara y despejada, algo de lo que carecía en ese momento el morocho. Era fácil llamar a la calma cuando no tienes un deseo tan fuerte de arrancarte hasta la piel con tal de calmar ese horrible sentimiento que te oprimía el pecho y no te dejaba pensar.
Alex necesitaba, rogaba, que las horas transcurrieran a una mayor vel
Su teléfono parecía descontrolado. Jamás nadie, fuera de su hermano o Carlos, la llamaba, y ahora el aparato no dejaba de sonar insistentemente. Muchos periodistas querían conseguir la primicia sobre el estado de Alex, sobre lo que le había ocurrido y, sobre todo, si ella era su pareja. Maiia hace varios días había decidido buscar otro número para darle solo a sus contactos más cercanos aquel nuevo lugar donde contactarla. Igual mantenía el aparato en silencio y lo más lejos posible de ella. Luca le había indicado que dejara que sonara, que no respondiera salvo que él se lo pidiera explícitamente, cosa que hasta el día de la fecha no había sucedido. El representante quería ser el único en dar información sobre el avance de su cliente y se negaba una y otra vez a hablar sobre Maiia, cosa que la morocha agradecía.
— Luego pasa por mi casa que quiero darte algo para que le lleves — explicaba la morocha mientras dejaba un pañuelo perfumado dentro de una bolsa de papel.— Perfecto. Paso en unas dos horas aproximadamente — le indicó Matt al otro lado de la línea.— Bien. Te veo en un rato — saludó y finalizó la llamada.Golpearon con suavidad la puerta y ella ya sospechaba quién podía ser. Al abrir Leo la miraba con una enorme sonrisa mientras sostenía unas cuantas bolsas de compras de aquella tienda naturista que Pía le había enseñado hace unos meses atrás.— Creo que ya olvidaste dónde vives &mdas
Entró en la sala de ensayo. Allí estaban Matt, Leo y Donato practicando. Era extraño hacerlo sin Alex ya que su batería marcaba el ritmo, las pausas, y los cambios de velocidad, pero el morocho estaba haciendo su mejor esfuerzo en el lugar donde se encontraba y ellos harían lo mismo desde la sala.Miró a Luca que hablaba por teléfono y aguardó a que finalizara con su conversación. Cuando éste terminó la miró sabiendo de antemano lo que le diría. Es que Maiia era tan transparente con sus emociones que fácilmente la podías leer.— Quiero contar mi versión — indicó la morocha mostrándole la pantalla de su celular donde una nueva nota hablaba de ella y su pasado. La mitad de las cosas que se dec&
Otro mes más pasó. Los medios habían saciado algo de su curiosidad sobre Maiia que no volvió a presentarse frente a las cámaras ni los micrófonos. Una importante revista del país se acercó a la morocha y le ofreció participar en una campaña de mujeres que pudieron sortear el problema de las drogas, la misma se llevaría adelante dentro de unos meses. Maiia se sentía halagada por la propuesta, pero debía volver a exponer su imagen de una forma aún más visible y no estaba segura de querer hacer aquello. Se tomaría el tiempo necesario para pensarlo con tranquilidad y luego daría una respuesta definitiva. En lo único que pensaba en ese momento era en el camino que estaba recorriendo al lado de Leo. Ambos iban en el auto de él en dirección a aquel instituto de rehabilitación y los nervios ya empezaban a molestarl
La verdad que distraer a Maiia era tan sencillo como hacerlo con Leo. Luego de la fotografía la morocha no volvió a preguntar por el beso, simplemente olvidó el asunto y se concentró en lo que aguardaba por hacer.Bajaron hasta el estacionamiento en busca del auto, se subieron en un cómodo silencio cada uno ensimismado en sus propios asuntos. La música sonaba suave mientras atravesaban las calles de la ciudad, dejando atrás los altos edificios para internarse en un tranquilo barrio de clase media. Donato aún vivía en la misma zona que los había visto nacer y crecer.—Esa — indicó Alex, con su largo dedo, a la morocha la ubicación exacta de la casa a la que iban. Maiia obedeció rápido y estacionó delante de
Salió dejando una pequeña nota a su hermosa muchacha. En ella le aseguraba que iría a terapia y de allí Leo pasaría por él para llevarlo de nuevo a casa. Le pedía que por favor comiera aquella hamburguesa que aún descansaba en la heladera y, que por lo que más quiera, no vaya sola a la estación de policías a declarar. Ivan, el conserje de la mañana, había ido al departamento a avisarle a la morocha que la policía dejó encargado que se presentara en la tarde a declarar. Alex no quería, ni iba a aceptar, que ella fuese sola a ese lugar donde la tratarían de manera poco cortés solo por ser una ex drogadicta. No, nadie le haría más daño y él se aseguraría de aquello. Bajó directo al estacionamiento y salió por la parte trasera del edificio, no llevaría su auto ya que estaba se
—Gracias Leo — susurró estrechando al morocho entre sus finos brazos. Leo sonrió y le dejó un besito en la coronilla.—Esos mierdas no se meten nunca más contigo— le juró.—Ve a descansar— pidió mirándolo a los ojos —. Ya estoy tranquila. El doctor dice que se quedará atento al teléfono, Carlos no ha dejado de llamar o escribir y Logan igual.—Solo me voy porque él — susurró y ambos miraron a Alex que estaba muy concentrado en su teléfono— es capaz de matar a cualquiera que quiera acercarse para dañarte — Y no la dejó replicar nada porque se dió media vuelta y salió del departamento.
Miraban esas pilas de cajas, preguntándose dónde meterían todo. No se movían, solo observaban el espacio frente a ellos.—Mierda Maiia. Tienes demasiada ropa — se quejó divertido el morocho.—Lo siento, Alex. ¿Entrará? — se la veía incómoda, en serio no quería ser una molestia.—Ya le haremos espacio — afirmó volviéndose hacia ella. Le sonrió cálidamente, por ella era capaz de guardar su propia ropa en bolsas de basura para dejarle el enorme vestidor a su completa disposición.—¿Y mi cama? — preguntó observando que solo habían cajas en la