La morocha salía del edificio cubierta hasta las pestañas. Exhaló aliviada al ver que los periodistas por fin habían desistido de perseguirla. Al final una de las tantas, autonombradas, modelos había aparecido en un video subido de tono y tanto la mujer en cuestión como los periodistas, estaban sacando todo el jugo a tan morbosa noticia.
No llegó a cruzar la calle cuando una mujer, mayor que ella, la detuvo con suavidad del brazo. Maiia la miró confundida, jamás había visto a la mujer pero algo en sus ojos se le hacía familiar, ese brillo, esa chispa que resaltaba con fuerza en esas pupilas oscuras que ella había visto antes, en los bonitos ojos de su hermoso morocho.
—Tú eres Maiia — afirmó la mujer y Maiia asintió de
Maiia reía suavecito mientras veía ese video en su celular. Alex se acercó curioso para ver qué es lo que mantenía completamente ocupada la concentración de esa hermosa mujer.— ¿Qué miras? — preguntó acercándose para ver el teléfono.— Ven — lo invitó a acostarse a su lado en ese cómodo sillón. Alex se recostó, abrazándola y absorbiendo su rico aroma —. Alguien hizo un video para enumerar el porqué debemos o no estar juntos — el morocho levantó una ceja. ¿A él qué carajo le importaba lo que alguien en vaya a saber dónde opinaba sobre su relación?. Ni siquiera habían blanqueado si estaban o no juntos y las personas se dedicaban a dar
Salió como cada día, lista para ir a trabajar. Alex llevaba un par de horas fuera de casa ya que la gira estaba a la vuelta de la esquina y necesitaba mucho tiempo de práctica con la banda.Caminaba tranquila por esa concurrida avenida hasta que un auto le interrumpió el paso al intentar cruzar la calle. No llegó a comprender qué sucedía cuando ya estaba sujetada por unos fuertes brazos que la aprisionaba contra el oscuro asiento de cuero de aquel viejo vehículo. Observó a la persona que la mantenía inmóvil, pero esa máscara deforme y aterradora no le permitía identificar al sujeto. Solo sabía que era un hombre debido a su falta de busto y la fuerte colonia que desprendía su cuerpo. Prestó breve atención a la persona que manejaba. Sospechó que podía ser un
Llevaba dos días seguidos atada a esa silla. Ese había sido el tiempo más largo que la habían mantenido así. Apenas le habían dado algo de comer y prácticamente nada de agua. Los labios estaban resecos, resquebrajados por la falta de hidratación. El hombre volvió luego de unas cuantas horas en la que la dejó completamente sola. Ella lo había irritado al pedirle por favor que la liberara de la silla, ya no sentía sus piernas ni brazos y la espalda le dolía demasiado. Sus súplicas le causaron enojo al sujeto que, luego de insultarla y darle un buen golpe en su mejilla izquierda, la dejó sola un largo tiempo.Apenas entró acercó una silla hasta ubicarla delante de ella. Se sentó en ésta y apoyó sus manos en las rodillas de la morocha. Aquel míni
Llegaron a la comisaría para dar declaración de lo sucedido en ese tiempo. Alex sujetaba a Maiia con fuerza entre sus brazos, como si temiera que fuese a desaparecer en cualquier momento. Apenas atravesaron las enormes puertas de vidrio lograron ver a Logan, con su aspecto agotado, como lo había tenido las últimas dos semanas, que observaba fijamente a su hermana a medida que se acercaba a él. Al lado de Logan se encontraba Pía, quien sujetaba con fuerza la mochila que había preparado para su tía con algo de ropa limpia y abrigada. La muchacha rompió en llanto en cuanto vio a la hermana de su padre en ese estado tan vulnerable. No dudó en soltar el bolso y correr a los brazos de la morocha que se encontraba en igual estado que ella. Ambas se fundieron en un cálido abrazo mientras que Logan las rodeaba en una actitud de protección y unión. Alex se quedó ap
Su doctor le había recomendado ir a casa a asearse y descansar. Ellos se reencontrarían en cuanto la muchacha despertara, con energías renovadas y la cabeza un poco más despejada. Alex la llevó hasta el baño y, de a poco, le quitó la ropa. El morocho debió disimular su gesto de ira al ver las pequeñas muñecas de la mujer que estaban machacadas y aún con sangre. Las tomó con delicadeza y depositó un beso en cada una. Maiia aún seguía en silencio. Despacio, como si no quisiera asustarla, la guió a la ducha, dejando que el agua tibia acariciara la pequeña espalda de la morocha para luego comenzar a verter un poco de shampoo en el corto cabello de la mujer.Maiia aún estaba ausente, ajena a todo lo que ese hombre hacía con ella. Ajena a que ambos estaban dentro de l
Cuando le preguntaron a Davne por qué secuestró a la morocha ella simplemente despotricó contra la mujer y su hijo. Dijo que ambos la habían abandonado a su suerte y ella no tenía nada de dinero ni para comprar alimentos. Estaba muriendo de hambre y a punto de ser expulsada de su casa y, ni “esa estúpida” ni “el imbécil de su hijo” se dignaron a tenderle una mano. Aseguró que ellos la habían obligado a cometer aquella estupidez y que jamás lo habría hecho si su vida tuviera mejores comodidades. Explicó, una y otra vez, que ella era una buena ciudadana, preocupada por cumplir la ley y esto solo había sido un desliz en su impecable vida. De más está decir que Alex simplemente se puso de pie y abandonó la sala donde se llevaba adelante aquel juicio. Ya le tocaría a él declarar y ahí tiraría ab
Tiritaba, pero no de frío. La ansiedad la comía por dentro como si cientos de gusanos se hubiesen reunido en sus entrañas. El hombre a su lado le sonrió y ella, con un débil gesto, le devolvió la mueca. Las puertas del ascensor se abrieron dando paso a un espacioso pasillo con dos entradas de madera oscura en la pared enfrentada a la de los elevadores. Respiró profundo, era momento de poner su vida en orden y este debía ser su primer paso.El hombre a su lado abrió la puerta para acceder a un espacioso comedor completamente destrozado y maloliente. De uno de los sillones se incorporó una figura que, sin dudar, le sacaba por lo menos dos cabezas. Inhaló.—Matt, que alegría— exclamó el sujeto que se detuvo al notar a la muchacha d
Salió del baño bajo la excusa de llamar a Anita. Pasó a gran velocidad por la sala, ignorando todo lo que había allí y tratando de controlar el temblor de sus manos. Abrió la puerta del lujoso departamento y salió al enorme pasillo en donde el aire se respiraba mejor. Marcó a la mujer primero indicándole que viniera lo antes posible a ese lugar. Luego de colgar observó durante unos minutos el nombre de Carlos escrito en el pantalla de su teléfono. El pulso le temblaba y sus manos pronto dejarían caer el aparato. Respiró varias veces antes de marcar. El tono sonó un par de veces y por fin escuchó esa alegre voz.—Maiia, bella — le dijo en ese acento tan característico de él.—Ho-hola Carlos. Yo...per