Llegaron a la comisaría para dar declaración de lo sucedido en ese tiempo. Alex sujetaba a Maiia con fuerza entre sus brazos, como si temiera que fuese a desaparecer en cualquier momento. Apenas atravesaron las enormes puertas de vidrio lograron ver a Logan, con su aspecto agotado, como lo había tenido las últimas dos semanas, que observaba fijamente a su hermana a medida que se acercaba a él. Al lado de Logan se encontraba Pía, quien sujetaba con fuerza la mochila que había preparado para su tía con algo de ropa limpia y abrigada. La muchacha rompió en llanto en cuanto vio a la hermana de su padre en ese estado tan vulnerable. No dudó en soltar el bolso y correr a los brazos de la morocha que se encontraba en igual estado que ella. Ambas se fundieron en un cálido abrazo mientras que Logan las rodeaba en una actitud de protección y unión. Alex se quedó ap
Su doctor le había recomendado ir a casa a asearse y descansar. Ellos se reencontrarían en cuanto la muchacha despertara, con energías renovadas y la cabeza un poco más despejada. Alex la llevó hasta el baño y, de a poco, le quitó la ropa. El morocho debió disimular su gesto de ira al ver las pequeñas muñecas de la mujer que estaban machacadas y aún con sangre. Las tomó con delicadeza y depositó un beso en cada una. Maiia aún seguía en silencio. Despacio, como si no quisiera asustarla, la guió a la ducha, dejando que el agua tibia acariciara la pequeña espalda de la morocha para luego comenzar a verter un poco de shampoo en el corto cabello de la mujer.Maiia aún estaba ausente, ajena a todo lo que ese hombre hacía con ella. Ajena a que ambos estaban dentro de l
Cuando le preguntaron a Davne por qué secuestró a la morocha ella simplemente despotricó contra la mujer y su hijo. Dijo que ambos la habían abandonado a su suerte y ella no tenía nada de dinero ni para comprar alimentos. Estaba muriendo de hambre y a punto de ser expulsada de su casa y, ni “esa estúpida” ni “el imbécil de su hijo” se dignaron a tenderle una mano. Aseguró que ellos la habían obligado a cometer aquella estupidez y que jamás lo habría hecho si su vida tuviera mejores comodidades. Explicó, una y otra vez, que ella era una buena ciudadana, preocupada por cumplir la ley y esto solo había sido un desliz en su impecable vida. De más está decir que Alex simplemente se puso de pie y abandonó la sala donde se llevaba adelante aquel juicio. Ya le tocaría a él declarar y ahí tiraría ab
Tiritaba, pero no de frío. La ansiedad la comía por dentro como si cientos de gusanos se hubiesen reunido en sus entrañas. El hombre a su lado le sonrió y ella, con un débil gesto, le devolvió la mueca. Las puertas del ascensor se abrieron dando paso a un espacioso pasillo con dos entradas de madera oscura en la pared enfrentada a la de los elevadores. Respiró profundo, era momento de poner su vida en orden y este debía ser su primer paso.El hombre a su lado abrió la puerta para acceder a un espacioso comedor completamente destrozado y maloliente. De uno de los sillones se incorporó una figura que, sin dudar, le sacaba por lo menos dos cabezas. Inhaló.—Matt, que alegría— exclamó el sujeto que se detuvo al notar a la muchacha d
Salió del baño bajo la excusa de llamar a Anita. Pasó a gran velocidad por la sala, ignorando todo lo que había allí y tratando de controlar el temblor de sus manos. Abrió la puerta del lujoso departamento y salió al enorme pasillo en donde el aire se respiraba mejor. Marcó a la mujer primero indicándole que viniera lo antes posible a ese lugar. Luego de colgar observó durante unos minutos el nombre de Carlos escrito en el pantalla de su teléfono. El pulso le temblaba y sus manos pronto dejarían caer el aparato. Respiró varias veces antes de marcar. El tono sonó un par de veces y por fin escuchó esa alegre voz.—Maiia, bella — le dijo en ese acento tan característico de él.—Ho-hola Carlos. Yo...per
Volvió todos y cada uno de los días siguientes a ese departamento que se mantenía invariablemente limpio y ventilado. Alex observaba cada día con más fastidio a su asistente quien parecía ajena a sus reacciones. Él esnifaba cocaína, se metía pastillas de lo que encontrara o encendía un porro sin mayor preocupación. Cada vez que él se drogaba la muchacha demostraba su incomodidad, pero se mantenía fuerte en su posición y realizaba su trabajo sin mayores contratiempos. Alex había asistido las últimas dos semanas a los ensayos y, aunque no siempre la fiesta se llevaba en paz, comenzó a habituarse nuevamente al ritmo de la banda, así y todo, debían admitir sus amigos, muchas veces estaba fuera de tiempo y parecía no notarlo.— ¿Qué mierda
La música le golpeaba con fuerza en los oídos. La cerveza que llevaba en su mano era una verdadera mierda por lo que la dejó sobre una mesa abarrotada de cosas. Observó en todas las direcciones, intentando encontrar a su amigo que le había dicho sobre esa fiesta. No estaba por ningún lado, aunque la iluminación era tan poca que prácticamente todas las habitaciones estaban a oscuras y difícilmente podías ver más allá de las sombras que delimitaban los cuerpos de esas personas que estaban tan perdidos como él quería estar en un par de horas. Se mordió nervioso el labio inferior, sintiéndole reseco, y acomodó mejor la capucha de su campera, cubriendo bien su rostro de algún curioso que esté medianamente consciente y lo reconociera entre toda ese inmundicia humana. Volvió a buscar entre los presentes y por fin lo enco
— Alex. Por Dios Alex, reacciona — Las fuertes manos de Leo lo sacudieron con fuerza. Abrió los ojos asustado, desorientado. ¿En dónde estaba? Reconoció sus cosas y suspiró aliviado. Estaba en casa. Miró a su amigo que lucía más pálido de lo que ya era por naturaleza y se aferró a él como si la vida se le fuera en ello. Leo no dudó en devolverle el gesto, apretándole fuerte contra su pecho —. Ya hermano. Tranquilo — susurraba al notar a su amigo temblar contra su cuerpo.— Necesito ayuda con esto — finalmente ocurría que el morocho pedía ayuda. Por fin aceptaba que había algo que no iba bien. Leo sonrió amplio y lo apretó aún más. Estaba feliz.— Por fin
Otra vez le dolía el cuello como el infierno. Pasar la noche tirado en el piso no había sido una buena decisión después de todo. se despertó de a poco por el golpe insistente de un pie al lado de su cabeza que lo estaba poniendo de mal humor. No necesitó levantar la mirada para saber de quién se trataba. Rápidamente las imágenes de la noche anterior se agolparon en su mente, recordándole cada detalle con escalofriante nitidez. ¡Dios, había sido un completo imbécil con ella!.— Tu cuello — dijo incorporándose de golpe y sintiendo un leve mareo apoderarse de él.— Veo que no hiciste tu parte. Mejor te levantas porque si no llegaremos tarde. Deja esta mierda como está y ve a bañarte. Desayunamos en el a