*Mía* Llevo ya 3 días aquí en el hospital y hoy por fin me dan de alta, así podré viajar a Francia. Paolo no se ha despegado de mí durante todo este tiempo. Mi amiga Matilda y Matías tuvieron que viajar otra vez a Francia para hacerse cargo de la tienda y Matías de los negocios de Paolo, que ya me imagino cuáles son. - Hola, Ángel - entra Paolo con un ramo de flores. - Son preciosas - las acerco a mi nariz para olerlas. - Gracias, Paolo. - ¿Lista para irnos? - asiento con una sonrisa. - Más que lista - Paolo toma mis cosas y con mucho cuidado me lleva en una silla de ruedas, aunque yo quería caminar, pero Paolo, como siempre, se salió con la suya. Llegamos al aeropuerto y abordamos el avión con destino a Italia. - ¿Contenta por regresar? - Sí, muy contenta. Aunque tengo que buscar dónde quedarme - Paolo me mira serio. - Te irás conmigo y no se discute - ahora la que lo mira seria soy yo. - ¡Paolo, tú no decides por mí! - pongo mis brazos cruzados. - Mía, quiero cuidar de ti
Bajo del auto apenas llego a la tienda, mi amiga me está esperando con una gran sonrisa. - ¡Mia! - se tira encima de mí, haciendo que suelte un gemido de dolor. - Oye, tranquila, aún me duele. - ¡Oh, por Dios, lo siento, Mia! - nos sentamos en una salita y pedimos un café. - Bueno, cuéntame, ¿cómo van las cosas, Paolo? - doy un suspiro y hago cara de frustración. - Por lo que veo, algo pasó. - Amiga, todo iba bien hasta el día de hoy. Salí con un camisón porque pensé que no había nadie en la casa, pero cuando salí me llevé la gran sorpresa de que había hombres dentro de la casa - esta pone cara de ya saber lo que pasó. - Entonces, me imagino que Paolo se volvió una fiera cuando vio eso. - Sí, se enojó y me echó la culpa. Lo peor es que le pedí que sacara a esos hombres porque no me daban privacidad y se negó - toco mi sien algo frustrada con la situación. - No quiero discutir con él, pero sus celos me tienen al borde de un colapso. Yo lo quiero, amiga, y todo esto me afecta mu
Me despierto sintiendo un dolor punzante en la cabeza y en la cara. Al tocarme la cabeza, siento algo y rápidamente me paro, pero al hacerlo, me da un mareo que hace que me vuelva a sentar. - Oye, quieta - Paolo aparece con una jarra con agua y unas pastillas. - ¿Qué me pasó? - intento recordar, pero lo único que recuerdo es la fiesta en la casa francesa. - ¿No te acuerdas de nada? - Solo recuerdo que iba a la fiesta en la casa francesa - tomo una fuerte inhalación. - Ayer me fui a los golpes con el imbécil de Samuel, y él, sin querer, te golpeó, haciéndote dar un fuerte golpe en la cabeza y más en la cara - al escuchar eso, me levanto como una flecha sin importar el dolor, corro al baño y cuando prendo la luz, mis ojos se abren como plato. - ¡¿Qué m****a es esto?!!! - toco mi rostro, pero de inmediato siento dolor. - No te toques, toma estas pastillas, te ayudarán con el dolor, y úntate esa pomada. - ¡Son unos imbéciles! - ¿Soy un imbécil por cuidar lo que es mío?!! - ¡Yo no
Camino rápidamente dejando al tarado de Paolo ahí parado mientras se toca la mejilla. No puedo creerlo, soy una idiota. ¿Cómo pude creerle que había cambiado? Pero me equivoqué, siempre me equivoco con él. Me paro en una esquina y me siento dejando que las lágrimas broten, dejando salir todo mi dolor, hasta que siento unas manos acariciar mi espalda, así que rápidamente me levanto y veo quién es. - ¡No llores, ángel! ¿Vamos a casa, mi ángel? - ¡Idiota, eso es lo que es! - ¡No! Yo contigo no voy a ningún lado. - Él toma una respiración. - Mía, no acabes con mi paciencia. - ¡ME VALE UNA M****A TU PUTA PACIENCIA! ¡ANDATE Y DEJAME SOLA! - Él, en un rápido movimiento, me carga como un costal de papas, haciendo que pegue un grito. - ¡Bájame! ¡Que me bajes, idiota! - Golpeo su espalda, pero es inútil. - Ya deja de portarte como una niña. - Aparecen las camionetas y él me sube a una camioneta y arrancamos. Durante todo el camino pienso en las diferentes formas de escaparme, pero es inúti
"Esto tiene que ser una m*****a broma, ¿por qué m****a mi periodo aún no me ha bajado?" "- Ángel, ¿estás bien? Te veo pálida - pregunta Paolo tocando mi mano, pero rápidamente la retiro. - Me disculpan, voy al baño - todos asienten y yo me levanto rápidamente, corriendo al baño. Llego a este y me encierro, dejándome caer en el suelo. - No puedo estar embarazada, no ahora y mucho menos de Paolo - sin pensarlo, tengo mis manos en mi vientre, sin poder creer que de pronto haya vida dentro de mí. - ¿Mía, estás bien? - Paolo no me deja tranquila. - Sí, ya salgo - abro la puerta y lo primero que veo es a Paolo recargado en la puerta. - Estás pálida, ¿segura que estás bien? - Sí, Paolo, mejor vamos, que tu familia no espera - camino hasta la sala y me siento. - Querida, mañana te enviaré una foto del vestido que quiero - dice Marta. - Claro, será un placer realizarle un vestido." Nos despedimos de Hugo y Marta, y luego subo a mi habitación sintiendo los pasos de Paolo detrás. Me qui
¡Dos semanas! ¡Dos malditas semanas que no he salido de estas cuatro paredes, dos semanas donde no he podido dormir por las pesadillas que me dan en la noche pensando en que por mi culpa ese hombre está muerto, dos semanas en donde Paolo ni siquiera ha vuelto, aunque la verdad prefiero que esté así! Durante estas dos semanas no he comido bien, estoy sumida en una depresión que ya ni siquiera quiero describir. Mi amiga Matilda ha intentado verme, pero siempre le digo que no quiero ver a nadie. Paolo me tiene aislada de la gente y eso me está matando porque mi única compañía es la soledad. Salgo del baño y dejo caer la toalla mirándome al espejo. Ahora veo una pequeña curvatura en mi vientre, lo que me hace sonreír porque mi bebé está creciendo, aunque ni siquiera he podido ir al primer control. Lo bueno es que Nana sabe, así que ella me ha comprado el ácido fólico, ya que le dijeron que es muy importante en las embarazadas; tomo algo cómodo para ponerme y luego peino mi cabello. Al te
Me siento en el sofá que hay en la habitación que durante dos semanas fue mi compañera, veo cómo Paolo camina de un lado a otro mirando la ecografía. - ¿De cuánto estás? - pregunta serio sin mirarme. - 7 semanas. - Ya veo. - Sigue mirando la ecografía y caminando de un lugar a otro, lo que logra desesperarme. - Mira, Paolo, tú no estás obligado a nada con estos bebés. Si no los quieres, está bien, yo los cuidaré sola. Puedo hacerlo, con o sin ti. - Ahora este despega su mirada del papel y me mira a mí, pero su mirada destella algo de furia. - ¡¿Por quién mierdas me tomas?! - Wow, sí que está enojado. - ¿Crees que yo te voy a dejar ir con un hijo mío, que en este caso son dos? ¿O dime, mía, no pensabas contarme nada? - Siendo sincera, ese no era mi plan. - Ah, no. Entonces, ¿cuál era? - Volteo la cabeza y miro hacia otro lado, pero él me tiene con fuerza de los hombros, haciendo que lo mire. - Responde, Mía, no me saques de mis cabales. - Me retiro de golpe y lo enfrento. - ¿Y
Sentía la rabia recorrer todo mi cuerpo; este me temblaba y lágrimas salían a montones.- Puedo explicarlo -dice Paolo tratando de llegar a mí.- ¡¿Cómo m****a lo vas a explicar?! Eres un maldito desgraciado -este se acerca a mí y trata de tocarme, pero yo me alejo.- Ni se te ocurra, Lombardi.- Mía, déjame explicarte cómo fueron las cosas.- ¿Explicarme qué?! ¡Te acostaste con esa mujer y para colmo le dijiste que estaba embarazada de dos bastardos! -la cara de Paolo se desfigura cuando digo eso.- ¡Yo nunca dije eso! Sí le dije que estabas embarazada, pero jamás dije que mis hijos fueran bastardos. ¡Son mis hijos, tan hijo de puta, ¿me crees?! -veo cómo se pasa la mano por el cabello caminando de un lugar a otro.- De ti, Paolo, ya espero lo peor.- Mía, si estuve con ella fue porque necesitaba llegar al imbécil de Izac -me paro en seco cuando menciona su nombre.- ¿Cómo es eso? -este se sienta en el sofá y palma su lado para que me siente a su lado, así que me siento, pero guardand