Paolo y yo entramos a su habitación a tropezones, ya que no paramos de besarnos desde que entramos al hotel. Como la falda no me permite moverme bien, le digo a Paolo: - Quítame la falda. Él me da la vuelta, baja el cierre y me quita la falda, dejándome solo con una tanga. Rápidamente me encaramo sobre él, rodeando su cintura con mis piernas mientras lo beso. En cada movimiento, siento cómo su erección se clava en mi feminidad, haciendo que ambos soltemos leves gemidos. Me bajo y desabrocho su camisa, ya que su saco quedó afuera desde que entramos. Él aprovecha y saca mi blusa, dejándome en ropa interior. Luego, él vuelve a cargarme. - Eres preciosa - Paolo comienza a besar mi cuello mientras yo me dejo hacer. Me conduce hasta la cama y me deposita en ella con cuidado. Besa mis labios, bajando luego a mi cuello hasta llegar a mis pechos. Desabrocha el brasier, dejando expuestos mis pechos, y toma uno en su boca, mientras que el otro es atendido por su mano. - ¡Ahh, Paolo! - Millone
Paolo No puede ser, esto tiene que ser mentira... le disparé a mi ángel, mi hermoso ángel está en mis brazos completamente pálida y con sus preciosos ojos cerrados. Sé que estoy también herido, pero ahora no siento nada, solo quiero que ella esté bien. - Señor, hay que llevarlos a un hospital - me levanto con Mía en brazos, sin importar el dolor que siento en mi hombro. Nos montamos en un auto y arrancamos. - Quiero que busquen por cielo y tierra al imbécil de Izac, lo quiero muerto ¿Entendido? - mis hombres asienten y salen de la habitación que me asignaron después de sacarme la bala del hombro. Afortunadamente, no pasó a mayores. Ahora lo que me preocupa es Mía, ella aún no despierta y llevamos aquí casi una semana. - Hola, hermano - entra Matías con una gran sonrisa. - Hola, Matías. - ¿Cómo sigues? - observa que tengo inmovilizado el brazo. - Mejor, dime ¿cómo está ella? - Está estable. - Estable? No me sirve eso, quiero que despierte, aunque sea para llamarme idiota. - Qui
*Mía* Llevo ya 3 días aquí en el hospital y hoy por fin me dan de alta, así podré viajar a Francia. Paolo no se ha despegado de mí durante todo este tiempo. Mi amiga Matilda y Matías tuvieron que viajar otra vez a Francia para hacerse cargo de la tienda y Matías de los negocios de Paolo, que ya me imagino cuáles son. - Hola, Ángel - entra Paolo con un ramo de flores. - Son preciosas - las acerco a mi nariz para olerlas. - Gracias, Paolo. - ¿Lista para irnos? - asiento con una sonrisa. - Más que lista - Paolo toma mis cosas y con mucho cuidado me lleva en una silla de ruedas, aunque yo quería caminar, pero Paolo, como siempre, se salió con la suya. Llegamos al aeropuerto y abordamos el avión con destino a Italia. - ¿Contenta por regresar? - Sí, muy contenta. Aunque tengo que buscar dónde quedarme - Paolo me mira serio. - Te irás conmigo y no se discute - ahora la que lo mira seria soy yo. - ¡Paolo, tú no decides por mí! - pongo mis brazos cruzados. - Mía, quiero cuidar de ti
Bajo del auto apenas llego a la tienda, mi amiga me está esperando con una gran sonrisa. - ¡Mia! - se tira encima de mí, haciendo que suelte un gemido de dolor. - Oye, tranquila, aún me duele. - ¡Oh, por Dios, lo siento, Mia! - nos sentamos en una salita y pedimos un café. - Bueno, cuéntame, ¿cómo van las cosas, Paolo? - doy un suspiro y hago cara de frustración. - Por lo que veo, algo pasó. - Amiga, todo iba bien hasta el día de hoy. Salí con un camisón porque pensé que no había nadie en la casa, pero cuando salí me llevé la gran sorpresa de que había hombres dentro de la casa - esta pone cara de ya saber lo que pasó. - Entonces, me imagino que Paolo se volvió una fiera cuando vio eso. - Sí, se enojó y me echó la culpa. Lo peor es que le pedí que sacara a esos hombres porque no me daban privacidad y se negó - toco mi sien algo frustrada con la situación. - No quiero discutir con él, pero sus celos me tienen al borde de un colapso. Yo lo quiero, amiga, y todo esto me afecta mu
Me despierto sintiendo un dolor punzante en la cabeza y en la cara. Al tocarme la cabeza, siento algo y rápidamente me paro, pero al hacerlo, me da un mareo que hace que me vuelva a sentar. - Oye, quieta - Paolo aparece con una jarra con agua y unas pastillas. - ¿Qué me pasó? - intento recordar, pero lo único que recuerdo es la fiesta en la casa francesa. - ¿No te acuerdas de nada? - Solo recuerdo que iba a la fiesta en la casa francesa - tomo una fuerte inhalación. - Ayer me fui a los golpes con el imbécil de Samuel, y él, sin querer, te golpeó, haciéndote dar un fuerte golpe en la cabeza y más en la cara - al escuchar eso, me levanto como una flecha sin importar el dolor, corro al baño y cuando prendo la luz, mis ojos se abren como plato. - ¡¿Qué m****a es esto?!!! - toco mi rostro, pero de inmediato siento dolor. - No te toques, toma estas pastillas, te ayudarán con el dolor, y úntate esa pomada. - ¡Son unos imbéciles! - ¿Soy un imbécil por cuidar lo que es mío?!! - ¡Yo no
Camino rápidamente dejando al tarado de Paolo ahí parado mientras se toca la mejilla. No puedo creerlo, soy una idiota. ¿Cómo pude creerle que había cambiado? Pero me equivoqué, siempre me equivoco con él. Me paro en una esquina y me siento dejando que las lágrimas broten, dejando salir todo mi dolor, hasta que siento unas manos acariciar mi espalda, así que rápidamente me levanto y veo quién es. - ¡No llores, ángel! ¿Vamos a casa, mi ángel? - ¡Idiota, eso es lo que es! - ¡No! Yo contigo no voy a ningún lado. - Él toma una respiración. - Mía, no acabes con mi paciencia. - ¡ME VALE UNA M****A TU PUTA PACIENCIA! ¡ANDATE Y DEJAME SOLA! - Él, en un rápido movimiento, me carga como un costal de papas, haciendo que pegue un grito. - ¡Bájame! ¡Que me bajes, idiota! - Golpeo su espalda, pero es inútil. - Ya deja de portarte como una niña. - Aparecen las camionetas y él me sube a una camioneta y arrancamos. Durante todo el camino pienso en las diferentes formas de escaparme, pero es inúti
"Esto tiene que ser una m*****a broma, ¿por qué m****a mi periodo aún no me ha bajado?" "- Ángel, ¿estás bien? Te veo pálida - pregunta Paolo tocando mi mano, pero rápidamente la retiro. - Me disculpan, voy al baño - todos asienten y yo me levanto rápidamente, corriendo al baño. Llego a este y me encierro, dejándome caer en el suelo. - No puedo estar embarazada, no ahora y mucho menos de Paolo - sin pensarlo, tengo mis manos en mi vientre, sin poder creer que de pronto haya vida dentro de mí. - ¿Mía, estás bien? - Paolo no me deja tranquila. - Sí, ya salgo - abro la puerta y lo primero que veo es a Paolo recargado en la puerta. - Estás pálida, ¿segura que estás bien? - Sí, Paolo, mejor vamos, que tu familia no espera - camino hasta la sala y me siento. - Querida, mañana te enviaré una foto del vestido que quiero - dice Marta. - Claro, será un placer realizarle un vestido." Nos despedimos de Hugo y Marta, y luego subo a mi habitación sintiendo los pasos de Paolo detrás. Me qui
¡Dos semanas! ¡Dos malditas semanas que no he salido de estas cuatro paredes, dos semanas donde no he podido dormir por las pesadillas que me dan en la noche pensando en que por mi culpa ese hombre está muerto, dos semanas en donde Paolo ni siquiera ha vuelto, aunque la verdad prefiero que esté así! Durante estas dos semanas no he comido bien, estoy sumida en una depresión que ya ni siquiera quiero describir. Mi amiga Matilda ha intentado verme, pero siempre le digo que no quiero ver a nadie. Paolo me tiene aislada de la gente y eso me está matando porque mi única compañía es la soledad. Salgo del baño y dejo caer la toalla mirándome al espejo. Ahora veo una pequeña curvatura en mi vientre, lo que me hace sonreír porque mi bebé está creciendo, aunque ni siquiera he podido ir al primer control. Lo bueno es que Nana sabe, así que ella me ha comprado el ácido fólico, ya que le dijeron que es muy importante en las embarazadas; tomo algo cómodo para ponerme y luego peino mi cabello. Al te