Estoy como loca tratando de decidir qué ponerme para la cena con Paolo y Matías. Mi amiga, como siempre, ya sabe qué ponerse, pero yo soy una m*****a indecisa que no sabe qué colocarse. -Amiga, ya ponte algo, me estás estresando -le digo. -¡Matilde, ayúdame! -ella entra al cuarto y busca en mi armario qué colocarme hasta que saca un vestido negro con encaje. -Este es perfecto para ti -me lo entrega y yo lo observo. -¿Segura? - digo algo insegura. -Sí, ahora ve y pontelo porque ya casi son las 9 y ese hombre es muy puntual. Vaya, Matilde tiene razón, me queda muy bien. -Amiga, eres una diosa de la moda -Matilde sonríe. -Por eso estudiamos diseño - escuchamos cómo alguien toca el timbre y automáticamente mi corazón se pone a mil. -Yo abro - menos mal que Matilde se ofreció. Cuando abre la puerta, vemos a un señor con un traje negro. -Señoritas, el señor Lombardi las espera en su auto - Ambas tomamos nuestros bolsos y bajamos, pero nos llevamos la sorpresa de que hay dos camione
Un fuerte dolor de cabeza hace que abra los ojos lentamente. Veo a mi alrededor, pero no distingo el lugar hasta que siento como un brazo está rodeando mi cintura. Sin pensarlo, de golpe me paro sintiendo un fuerte mareo y al notar mi desnudez me tapo con una camisa de hombre. Me voy acercando a la persona que está acostada tapada con una almohada y cuando levanto esta, siento como todo se viene abajo. - ¿Qué hice? - ¡Rápidamente tomo mis cosas y salgo del apartamento de Paolo con ganas de llegar a casa y tomarme algo para el dolor de cabeza! Al llegar a casa, lo primero que encuentro es a Matilda desayunando. - ¿Dónde estabas, Mia? - Dejo caer mi bolso y voy directo a tomar unas pastillas. - ¿No me vas a responder? - Amiga, tengo una resaca tremenda, solo quiero darme una ducha y, si quieres, después hablamos. - Ni siquiera dejo que siga, ya que entro a mi habitación y me meto a la ducha, dándome un largo baño. Al salir, busco la ropa para ir a trabajar y luego me maquillo. - Aho
Miedo... miedo es lo que siento al ver a Paolo hecho una furia, fuera de sí. Tapo mi cara, esperando el golpe, pero este nunca llega. Siento cómo el agarre de Paolo desaparece y, cuando levanto la mirada, veo a Paolo con su rostro desfigurado y la mirada perdida. Escucho cómo dice: - ¿Qué hice... qué hice? - lo repite una y otra vez. Así que, con mucho cuidado, me acerco a él. - Paolo... - este no me mira, solo mira un punto fijo. - La voy a perder... no de nuevo - ¿qué está pasando? Parece como si se hubiera desconectado de la realidad. - ¡Paolo, mírame! - tomo su rostro y hago que me mire. - Estoy aquí - veo en su mirada dolor y arrepentimiento, y justo en ese momento pasa algo que nunca esperé ver: una lágrima cae por su mejilla, haciendo que algo dentro de mí se estruje. - Por Dios, Paolo, no llores - limpio su lágrima. - Perdóname... yo... yo no quise hacerte daño, soy un monstruo... perdón - trato de calmarlo, aunque es irónico, ya que yo también estoy muy alterada. - Tra
Izac... Mi cuerpo empieza a temblar y mis manos comienzan a sudar. - ¿Qué pasa, mi amor? ¿Se te comió la lengua los ratones? - se ríe mientras me voltea bruscamente. - ¿Cómo... cómo me encontraste? - Dios, estoy en shock después de tanto tiempo tengo al hombre que tanto me lastimó delante de mí. - Te vi en televisión en el lanzamiento de tu marca, te felicito, mi amor - intenta besarme, pero yo me corro. - ¡Lárgate de aquí! - señalo la ventana. - Me iré, preciosa, pero volveré por ti muy pronto - sale de la habitación y me dejo caer al suelo mientras comienzo a llorar. Tengo que irme de aquí rápido y sacar a Matilde también, no quiero que ella sufra. Lloro durante toda la noche y a la mañana siguiente me levanto con un fuerte dolor de cabeza y al verme al espejo tengo grandes ojeras y los ojos rojos. Me meto a la ducha y luego salgo para cambiarme. - Wow, amiga, luces terrible - exclama mi amiga tomando café. - Gracias, Matilde - tomo mis gafas y las coloco. - ¿No vas a comer?
Dejo caer el teléfono al suelo y parece como si todo diera vueltas a mi alrededor, escuchando de lejos la voz de Paolo. Siento como las piernas me fallan, haciendo que caiga, pero afortunadamente Paolo no lo permitió. Él toma el teléfono y vuelve a marcar, preguntando qué pasó. - Oye, Ángel, tranquila, todo estará bien. - Quemaron la casa, todo lo que habíamos conseguido se quemó. - Lágrimas comienzan a caer de mis ojos mientras Paolo corre a abrazarme. - Ángel, no llores, son cosas materiales, se recuperan. - Trato de tranquilizarme hasta que llega un mensaje al celular que Paolo ve, pero su cara se desfigura, formando una de completa furia. - ¿Qué pasa, Paolo? - Este no dice nada, así que le arrebato el celular y leo el mensaje. "Esta vez te salvaste, preciosa, pero no habrá segunda vez. Estoy dispuesto a acabar contigo y con Paolo. Izac." No me dejará tranquila, nunca tendré paz. Mi ira y dolor aumentan, haciendo que estrelle mi celular contra la pared. Paolo me mira sorprendi
Paolo y yo entramos a su habitación a tropezones, ya que no paramos de besarnos desde que entramos al hotel. Como la falda no me permite moverme bien, le digo a Paolo: - Quítame la falda. Él me da la vuelta, baja el cierre y me quita la falda, dejándome solo con una tanga. Rápidamente me encaramo sobre él, rodeando su cintura con mis piernas mientras lo beso. En cada movimiento, siento cómo su erección se clava en mi feminidad, haciendo que ambos soltemos leves gemidos. Me bajo y desabrocho su camisa, ya que su saco quedó afuera desde que entramos. Él aprovecha y saca mi blusa, dejándome en ropa interior. Luego, él vuelve a cargarme. - Eres preciosa - Paolo comienza a besar mi cuello mientras yo me dejo hacer. Me conduce hasta la cama y me deposita en ella con cuidado. Besa mis labios, bajando luego a mi cuello hasta llegar a mis pechos. Desabrocha el brasier, dejando expuestos mis pechos, y toma uno en su boca, mientras que el otro es atendido por su mano. - ¡Ahh, Paolo! - Millone
Paolo No puede ser, esto tiene que ser mentira... le disparé a mi ángel, mi hermoso ángel está en mis brazos completamente pálida y con sus preciosos ojos cerrados. Sé que estoy también herido, pero ahora no siento nada, solo quiero que ella esté bien. - Señor, hay que llevarlos a un hospital - me levanto con Mía en brazos, sin importar el dolor que siento en mi hombro. Nos montamos en un auto y arrancamos. - Quiero que busquen por cielo y tierra al imbécil de Izac, lo quiero muerto ¿Entendido? - mis hombres asienten y salen de la habitación que me asignaron después de sacarme la bala del hombro. Afortunadamente, no pasó a mayores. Ahora lo que me preocupa es Mía, ella aún no despierta y llevamos aquí casi una semana. - Hola, hermano - entra Matías con una gran sonrisa. - Hola, Matías. - ¿Cómo sigues? - observa que tengo inmovilizado el brazo. - Mejor, dime ¿cómo está ella? - Está estable. - Estable? No me sirve eso, quiero que despierte, aunque sea para llamarme idiota. - Qui
*Mía* Llevo ya 3 días aquí en el hospital y hoy por fin me dan de alta, así podré viajar a Francia. Paolo no se ha despegado de mí durante todo este tiempo. Mi amiga Matilda y Matías tuvieron que viajar otra vez a Francia para hacerse cargo de la tienda y Matías de los negocios de Paolo, que ya me imagino cuáles son. - Hola, Ángel - entra Paolo con un ramo de flores. - Son preciosas - las acerco a mi nariz para olerlas. - Gracias, Paolo. - ¿Lista para irnos? - asiento con una sonrisa. - Más que lista - Paolo toma mis cosas y con mucho cuidado me lleva en una silla de ruedas, aunque yo quería caminar, pero Paolo, como siempre, se salió con la suya. Llegamos al aeropuerto y abordamos el avión con destino a Italia. - ¿Contenta por regresar? - Sí, muy contenta. Aunque tengo que buscar dónde quedarme - Paolo me mira serio. - Te irás conmigo y no se discute - ahora la que lo mira seria soy yo. - ¡Paolo, tú no decides por mí! - pongo mis brazos cruzados. - Mía, quiero cuidar de ti