El agente Spectrum abre sus ojos. Se ve a sí mismo en medio de un cuarto oscuro, atado a un tronco en el centro y sin camiseta. Examina su entorno y al fondo ve a dos fornidos minotauros, vigilando. Escucha una puerta de hierro abrirse detrás de él y los pasos de una mujer en tacones. Se trata de Lilíth, en compañía de Azazel, quienes se le paran al frente. La madre de los centinelas admira la atlética figura de Dany, como si hubiese sido un trofeo difícil de ganar.— ¿Cómo lo hiciste? — pregunta Spectrum. — Vi a través de tu alma, ¿cómo es que nunca pude detectar tu presencia?— Siempre directo para saciar tu curiosidad — dice Lilíth. — Te enfocaste tanto en buscar el mal a través del alma de Teresa, que nunca viste que estuve delante de ti todo el tiempo.— Los efectos secundarios del CI-23, ahora lo entiendo — infiere Spectrum. — No te adueñaste del alma de Teresa, te adueñaste de su cuerpo. Reemplazaste la posesión astral por una biológica a través del suplemento, indetectable ant
Maehexy proyecta una réplica de ella misma en el asiento del piloto, manteniendo la navegación del pequeño submarino. Al ver esto, Spectrum pudo deducir cómo ella se las había arreglado para estar en más de un sitio al mismo tiempo. Mientras tanto, la dama camina hasta el fondo, toma asiento en medio del círculo de velas y cruza las piernas. Cerrando sus ojos, empieza a meditar.— ¿Y ella qué hace? — pregunta Noel, susurrando.— Recarga su energía mental, por ahora es como si se desconectara de la realidad. Podría picarla una avispa y no lo sentiría — explica Spectrum.— Entonces de verdad es una bruja, ¿eh? — dice Noel.— Sip.— … Entonces, ¿ella hace magia? — pregunta Noel.— Bueno, es un poco más complicado que eso — dice Spectrum.— ¿Hay algo en este mundo tan loco que no lo sea? — pregunta Noel.— Las agentes de la W.S.S. son mujeres que desde hace siglos han estudiado el inframundo y han tomado su energía oscura para implementarla a su tecnología — explica Spectrum. — Lo que tus
Es una mañana espléndida en Roma. Los ciudadanos inician sus rutinas de trabajo y los turistas se maravillan con la magnificencia de los monumentos. Mientras tanto, Lilíth anda paseando por las calles, portando un vestido negro de vuelo y zapatos rojos, combinados con su elegante sombrero estilo pamela. Más que admirar los logros arquitectónicos e interesarse por la historia que llevan detrás, siente nostalgia por los recuerdos que guarda de sus vidas pasadas. En su paseo le llegan recuerdos de los hombres que había conquistado y a quienes les había arrebatado la libertad de sus almas con promesas falsas, desde antes de Cristo. Termina llegando a una agradable cafetería, con mesas situadas al aire libre, con vista a una plaza donde circulan los turistas. Un amable mesero se le acerca con un menú, pero la dama se limita a pedir una taza de café. En lo que espera su orden, continúa admirando el mundo que está a punto de cambiar. Observa a sus potenciales víctimas con encanto
Minutos antes:Noel observa desde su posición cómo las autoridades llegan a la plaza y rodean la cafetería. Ve a Spectrum ponerse de pie levantando sus manos. Mientras tanto, escucha a unos hombres intentando derribar la puerta de la habitación en la que se esconde. Su posición se ha comprometido, por lo que no tiene más opción que abandonarla. Los hombres terminan de romper la puerta, a medida que Noel sale por la ventana y escala hasta el techo. Una vez en la azotea, se aproxima a otro edificio cercano para saltar. Mientras toma impulso, cuatro agentes suben tras él. Noel da un gran salto y se sostiene del borde. Tan pronto se reincorpora, emprende la huída. Se fija en otros agentes corriendo desde los tejados de edificios paralelos. Nota que se mueven a una velocidad impresionante y cuando cruzan de un edificio a otro, saltan a una altura que supera a la de un atleta profesional. De pronto, escucha a Spectrum desde el comunicador en su oído.— Noel, ¿cuál es tu estado? — pre
Noel permanece sentado en uno de los muebles de la recepción. Delante suyo se encuentra la señora Bertha, redactando reportes con su teclado de braille mientras se queja de la impertinencia de los agentes romanos. El ambiente se siente pesado, el silencio es casi sepulcral. Lo único que hace eco en todo el salón es el teclado de la señora Bertha. Los minutos se le hacen eternos. Revisa su reloj de muñeca y ve que apenas han pasado cinco minutos desde que llegó, pero para él se ha sentido como una hora. Aprovecha este momento para sacar el reloj de bolsillo que le regalaron. Observa detenidamente las agujas quietas sin funcionar, recordando a Dany y sintiendo impotencia, por el destino que le ha tocado. Lamenta que no haya podido estar presente en los juicios, pues cualquier interferencia o testimonio, hubiese comprometido la existencia de la I.P.I.A., por lo que el mismo fue dejado a su suerte. De buenas a primeras, siente la vibración de su teléfono. Al abrirlo, encuentra un extraño
Con una deslumbrante destreza, el camarero encargado del bar, cautiva a los invitados de la fiesta, mientras hace malabares para servir sus tragos. Es la primera vez desde la pandemia que brinda sus servicios para una actividad, en un castillo de Transilvania, muy alejado de las habituales discotecas de su ciudad. Desde la cerveza más común, hasta el vodka más extravagante, los servía con una espectacularidad y un placer que ponía una sonrisa en todo aquel que se acercase. Entre las luces multicolores parpadeantes y el humo que salía de la máquina del DJ, el camarero se fija en la silueta de otro cliente que se acerca. Un joven caballero erguido que porta un traje azul marino de tres piezas, estilo europeo, acompañado de una camisa blanca, corbata plateada, zapatos marrones, lentes oscuros y un reloj de bolsillo que cuelga de su chaleco. Un hombre de rostro fino, piel oscura y bien rasurada, con una mezcla de facciones latinas y anglosajonas. Cuenta con una corta cabell
Spectrum entra al restaurante de Kachao, en el centro de su ciudad. Llega con una sonrisa de satisfacción, la misma que demuestra cada vez que visita este lugar. Saluda amablemente a las personas sentadas en las mesas de las esquinas y en las mesas del fondo. Llegando a la mesa del centro, se quita su chaqueta y la acomoda en su asiento, quedándose solo con el chaleco para estar más cómodo. La camarera, hermosa y amable, se le acerca para llevarle el menú y dispuesta a atenderlo. — No hace falta, dulzura, ya sabes lo que quiero — dice Spectrum. — Por supuesto, querido, siéntete en casa — responde la camarera. Al retirarse la camarera, llega el dueño del local, calvo, barbudo y con una sonrisa de Santa Claus, quien acababa de salir de la cocina. — ¡Dany, viejo amigo! Qué gusto verte por aquí de nuevo — se acerca con los brazos abiertos. — ¡Lorenzo, camarada! ¿Cómo podría dejar de visitar mi propia baticueva? — Spectrum se pone de pie y lo recibe con un cálido abrazo.
Spectrum abre la puerta con extrema suavidad para entrar a la recepción. Ve que la señora Bertha está distraída tocando unos archivos en el librero de la esquina. Aún no se ha percatado de su presencia. Como un niño que husmea en un refrigerador a tardes horas de la noche, Spectrum camina con suavidad y trata de llegar a la puerta del otro extremo de la habitación, sin que la dama se dé cuenta. — ¿A dónde cree que va, jovencito? — la señora Bertha saca su bastón y da un toque a las rodillas de Spectrum — Puedo escuchar su respiración desde el otro extremo de la cubierta. Spectrum toma aire profundamente y con sospechosa gentileza saluda: — Señora Bertha, dichosos los ojos que la ven. — Usted siempre tan elocuente, Agente V — responde la señora — Lleva usted un mes sin reportar sus traslados, he tenido que inventarme los números para llenar los informes. A este paso, tendremos que plantarle ese localizador que tanto he sugerido. — Soy un fiel creyente de que las colaboraciones flo