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Felipe entró en la habitación, miró a su padre, tocó su mano y sintió tanto dolor. «Es por mi culpa, perdóname, padre», pensó al verlo así, tan frágil, conectado a esos cables, escuchando como su corazón latía, como le daban oxígeno, su padre ya era grande, y él también envejecía, el tiempo no perdonaba. Felipe recordó sus errores, y sintió dolor por todos ello, cuando quiso ser mejor no pudo hacerlo. Filiberto abrió los ojos y miró a Felipe, su mueca fue de sorpresa y sonrió con ojos llorosos. —Fe… Felipe, ¿Eres tú? —dudó, creyendo que era un sueño. Su voz era débil, no parecía estar bien. Leonel los miraba a unos pasos, con ojos tristes. —Sí, padre, estoy aquí, volví por ti, tienes que recuperarte. —Hijo… —Filiberto intentaba mover su mano, intentaba llamar a Leonel, hasta que el hombre se rindió y se acercó—. Por favor… perdona a tu hermano… déjalo volver conmigo. Leonel le miró con dolor, luego cuando vio a Felipe y recordó los viejos momentos malos y sintió odio contra su
Anne se veía desesperada, pensaba en su padre, ¿Cómo pudo llegar hasta ahí? «Papá enfrentó tantas cosas malas en pocos años, la muerte de mamá, criarnos a Jazmín y a mí en los años más conflictivos para las adolescentes. Luego la gran guerra, haciéndose el valiente, después cuando todo parecía paz, pasó lo de la boda, papá sufrió por tener que odiar lo que juró amar y proteger, se amargó, incluso su matrimonio con Clara se ha deteriorado tanto. Papá está sufriendo, se ha refugiado en sus vicios, debo buscar ayuda psicológica para él», reflexionó. Fue a su habitación, estaba a punto de ir a bañarse, y prepararse para dormir, cuando escuchó una llamada entrar a su teléfono móvil. Se apuró en responder, era Lito Morales. —Hola, Lito, ¿Todo está bien con mi padre? —Debes venir, por favor, ven de nuevo al campo militar. Anne sintió que su corazón latió muy fuerte, colgó la llamada y salió tan rápido, sin decir nada a nadie, suponiendo que todos dormían. Manejó su auto, llegó al campo
—¿Es una m*****a broma? —exclamó ella con rabia en su tono de voz. Leonel se levantó y la miró con desafío. —No lo es, ¿Quieres a tu padre libre de su delito? Entonces, ese es el precio a pagar. Leonel intentó irse, pero Anne se impuso en su camino. —¡Mi padre es un héroe nacional! Ese hombre luchó por una guerra en la que usted no hizo nada, salvó encerrarse en su palacio como un mártir, estuve en esa guerra, viendo a gente sufrir, viendo atacar a un país inocente, ¡Mi padre fue herido! ¿Cómo se atreve a ser tan malagradecido? —¡Cuida como me hablas, no olvides quién soy yo! —Para mí no es nada, y si les pregunta a los casi cincuenta millones de personas que habitan el país, le aseguro que, para muchos, tampoco lo es. —¡¿Quién te crees que eres?! Ten cuidado, Anne, cruzas tu límite. —No voy a casarme con el inútil de su hermano, no voy a limpiar su asqueroso nombre, porque él es lo que es, ¡Un vil traidor! Y lo será pro siempre —exclamó con tal furia, que casi chillaba de cora
—Me parece que has tomado una gran decisión, Anne. —Mi primera condición es que, mi padre debe salir bien librado, con su reputación limpia, y debes hablar con él, reasignarlo a un buen puesto militar, dedicó su vida a la patria, es lo mínimo que debes darle como recompensa. La segunda condición es que, no esperes que te tenga algo de respeto, como los hipócritas de tu corte, así que, si no te gusta mi forma de hablarte, no me hables más. Respecto a tu hermanito, mi última condición es que, quiero que el título que le otorgues me quede aun si me divorcio, por lo menos quiero obtener un beneficio de este desastre. Leonel lanzó un suspiro, tratando de contener su rabia. —Quiero que la prensa y todos, se convenzan de una historia de amor. —Bueno, eres el único que ve una historia de amor, yo veo solo una de terror. Leonel rodó los ojos. —Esfuérzate, Anne, porque me lo debes. Ella le miró con odio. —¿Y cómo piensas que la gente creerá en esto? Odian a tu hermano. —Yo me encargaré,
Felipe cargó al bebé en sus brazos. —Duerme, mi amor, sigue soñando. Matías se acurrucó en su pecho, y cerró sus ojos. —¿Lo harás, o no? —exclamó Leonel severo, Felipe lo miró incrédulo de que no se diera por vencido. —Papi, ¿Quién es? Felipe siseó, miró a Leonel con rabia. —Lo pensaré. Leonel le miró con rabia y salió porteando la puerta, asustando más a Matías. —¿Está enojado, papi? Tengo miedo —dijo, lloró. Felipe negó y lo arrulló en sus brazos, luego durmieron. Felipe abrió los ojos, eran las cuatro de la mañana, dejó a Matías en la cama, cobijándolo bien, caminó por la habitación, pensó en ella. «Pobre, Anne, debe estar sufriendo por su padre, y encima, saber de mí, debe odiarme, debe maldecirme, pero, si me niego, si no obedezco a Leonel, ¿Qué será de ella? ¡Anne! Solo quiero verte feliz, aún ahora, que el tiempo ha pasado, aún te amo» Jazmín estaba frente a Anne, estaban en la cafetería, tomó su mano. —Lamento decirte que eres una mártir y una estúpida, no debí ser
Pablo Farré descansaba, Clara estaba a su lado, su mirada era tan dulce, pero Pablo ni siquiera se atrevió a mirar sus ojos. —¿Qué es lo que pasa? ¿Ya no soportas verme? —exclamó Clara Él alzó la mirada y encontró el verde de sus ojos. —¿No te has cansado de mí, aún? No tengo dinero, no soy más un hombre respetable, ¿Por qué sigues aquí? —su voz era rasposa, era débil. Clara se acercó a él, lo miró con decepción. —¿Aún lo dudas? Te amo, Pablo, hice la promesa de amarte, seguiré cumpliéndola. Pablo la miró con dulzura, no dijo nada. La puerta se abrió y anunciaron la llegada del rey Leonel II —Déjenos a solas, duquesa. Ella lo aceptó, al verlo entrar hizo una suave reverencia y salió. —Me alegro tanto, verte bien, esto es muy por encima de nuestras diferencias, Pablo, sabes que te admiro y te aprecio. Pablo asintió. —Estoy listo para salir y enfrentar las consecuencias de mis actos. —Pablo, no serás apresado, además, serás el nuevo director de la academia militar. —¿Qué? ¿
Leonel llegó al palacio, pidió enviar un comunicado de prensa diciendo que el rey emérito estaba en una revisión médica, pero que pronto sería dado de alta y su condición médica era buena. Encontró a Ana Fantori en el salón, cargando a Matías, jugando con él. —¿Qué haces? Escuchó las risas, que se apagaron cuando lo vieron. —Aquí, jugando con este príncipe hermoso, ¿Y tu padre? ¿Cómo está todo? —Mejorando. Ana Fantori sonrió feliz. —Me alegro, quiero que cargues a tu sobrino. Matías, saluda al tío rey. Leonel se tensó cuando Ana puso al niño en sus brazos. —¿Estás enojado, tío rey? —Matías tocó sus mejillas oprimiéndolas con sus pequeñas manitas Leonel sonrió y negó. —Ya no. Matías sonrió y tocó los botones de su camisa, luego se acurrucó en su pecho, el niño le dio suaves palmaditas en la espalda, haciendo un sonido de arrullo. —Pero, ¿Qué haces, cariño? —exclamó Leonel —Mi papi me arrulla cuando estoy enojado y me pongo feliz, así, tío rey, está feliz. Ana y Leonel son
Anne salió de ahí, tan rápido como pudo, llegó al estacionamiento, liberó el aire contenido, miró sus manos, temblaban, subió al auto. Tomó el volante y las lágrimas cayeron por su rostro, no pudo evitarlo, aunque insistía en calmarse, era imposible. «Era él, de nuevo frente a mí, como si no fuera un huracán, como si no fuera un tornado capaz de destrozar toda mi vida a su paso. Aunque intento ser fuerte, odiarlo y despreciarlo, ¿Qué ocurre conmigo? ¡Anne Farré, no puedes seguir siendo blanda frente a él! Debo ser lista, no debo acercarme tanto, es como si fuera una droga tentadora, pero, lo odio, debo odiarlo más, nunca volveré a poner mi corazón entre tus manos para que vuelvas a destruirlo, Felipe», pensó. Felipe volvió al palacio, se alegró de no beber más whisky, al llegar, fue a su habitación y miró a Matías dormir en su pequeña cama, que era como un corral para evitar que cayera. Acarició sus cabellos rubios y rizados, el pequeño abrió los ojos, y lanzó sus brazos para ser ca