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Anne salió de ahí, tan rápido como pudo, llegó al estacionamiento, liberó el aire contenido, miró sus manos, temblaban, subió al auto. Tomó el volante y las lágrimas cayeron por su rostro, no pudo evitarlo, aunque insistía en calmarse, era imposible. «Era él, de nuevo frente a mí, como si no fuera un huracán, como si no fuera un tornado capaz de destrozar toda mi vida a su paso. Aunque intento ser fuerte, odiarlo y despreciarlo, ¿Qué ocurre conmigo? ¡Anne Farré, no puedes seguir siendo blanda frente a él! Debo ser lista, no debo acercarme tanto, es como si fuera una droga tentadora, pero, lo odio, debo odiarlo más, nunca volveré a poner mi corazón entre tus manos para que vuelvas a destruirlo, Felipe», pensó. Felipe volvió al palacio, se alegró de no beber más whisky, al llegar, fue a su habitación y miró a Matías dormir en su pequeña cama, que era como un corral para evitar que cayera. Acarició sus cabellos rubios y rizados, el pequeño abrió los ojos, y lanzó sus brazos para ser ca
Anne se alejó de Daniel Higareda, se puso nerviosa al ver a Felipe. —Hola, Felipe, te presento a Daniel Higareda, es mi... mejor amigo. Daniel miró al hombre, aún pudo hacerle una reverencia y sonreír. Felipe le tendió la mano, lo miró fijamente, pero, sintió que había algo en ese hombre, como un desafío desagradable. —Un gusto conocerlo —dijo Daniel —¿Ya vieron todo el lugar? —exclamó Anne desviando la atención—. Vamos a verlo. La mujer los guio, y ellos la siguieron. Pronto llegaron a un salón, donde tenían juegos de casino, los ojos de Daniel se abrieron enormes, ansiosos por unirse al juego. Anne tuvo que alejarse un momento y dejarlos ahí. —Anne me dijo que se casarían, espero que ahora no dejes a mi amiga plantada de nuevo. Felipe le lanzó una mirada rabiosa e impenetrable, pero ese hombre no podía verlo, le dio un mal presentimiento que lo mantuvo alerta. —¿Por qué no vas a jugar? Te gustan las apuestas, ¿Verdad? Daniel sonrió. —¿Y qué? No tengo tanto dinero —dijo co
—¿De qué estás hablando? ¡Ten cuidado con tus palabras, Felipe! —exclamó Alex enfrentándolo Felipe sentía unos celos abominables. —¿Alex, Anne? ¡Digan que no son amantes! —exclamó Jazmín —¡Claro que no lo somos! —recriminó Alex, luego la tomó del brazo, alejándose de ellos. Anne se encogió de hombros, le miró severa. —¿Qué crees que haces? Esa actuación patética de novio celoso te queda muy mal, ¿Acaso no has entendido que no somos nada? —Dijiste que tú… —¿Amante? —exclamó Anne al notar que no se atrevía a mencionarlo —Dijiste que estaba aquí. —Te dije que no sabrías quién es, no soy tan tonta para dejar que lo atormentes. —¿Tan cobarde es? —Nunca más que tú. Felipe bajó la mirada, cansado de luchar. Jazmín perseguía a Alex. —Dime la verdad, ¿Me has esperado este tiempo? Alex le miró con ojos severos —¡Jazmín! Entiéndelo de una vez y por todas, yo amo a otra mujer. Ella sintió dolor ante sus palabras, bajó la mirada, sintiendo que se echaría a llorar. —¿A quién? ¿A La
Alex y Jazmín se alejaron con rapidez, y la vieron con ojos asustados. —¡¿Qué demonio es esto?! —exclamó. Felipe y Daniel jugaban baraja, Anne estaba sentada al lado de ellos, que estaban frente a frente, estaba temerosa, habían apostado por mucho, quien la llevaría a casa. Solo quería irse a casa, con Daniel, sentía que no soportaría a Felipe, no por mucho tiempo. Daniel exclamó su victoria, pero Felipe tenía cara de póquer, cuando le mostró una flor imperial corrida, Daniel borró su sonrisa, se enfadó, y Felipe supo que era un mal perdedor. —Supongo que irás con él a casa, Anne. Ella rodó ojos fastidiosos. —Bueno, ustedes quisieron apostar. —¿Y ya conoces al hijo de Felipe, Anne? —ella negó—. ¿Se parece a ti o a su madre? Felipe frunció la boca, bajó la mirada, igual que Anne, supo que ese hombre era despiadado, Felipe lo miró bien, ¿Quién era él? —Bueno, debo irme, felicidades, Felipe, no solo por ganarme la partida, sino también, por tener la oportunidad de reconquistar a
Al día siguiente, Felipe estaba vistiendo a Matías, luego de bañarlo, Matías trataba de anudar las cintas de sus zapatos, pero era imposible, Felipe se reía de la forma en que lo hacía, le enseñaba lentamente, pero al final, terminó por atarlas él mismo. —Papi, ¿Y mi mami es bonita? —Matías, Anne no es tu mami, pero… es muy buena persona, y, sí, es muy bonita —dijo al recordarla —¿Y me va a querer mucho? —exclamó con tal rostro de súplica, que Felipe sintió ternura y miedo, si Anne no estaba dispuesta a amar a su hijo, eso partiría su corazón. Él sonrió. —Yo te amo, mi amor, eso debe ser suficiente para ti, yo te amo como nada en este mundo —dijo cargándolo y abrazándolo con fuerzas. Anne estaba a punto de ir al lago, cuando miró a Jazmín bajar la escalera se veía pálida, se acercó a ella. —Clara me ha dicho que te casarás con Alex Donovan, ¿Eso es verdad? Jazmín abrió tanto los ojos, que se quedó irresoluta. —¡¿Qué?! ¡Sí! Claro que sí, ¡Me casaría con Alex mañana mismo! Anne
—¡Oh, vamos, general, cálmese! Se puede enfermar —dijo al verlo actuando de ese modo. —¡Te di mi confianza! ¿Es así como me pagas? ¡Seduciendo a mi hija! —Padre, por favor, ¡Yo lo amo! Pablo miró a su hija con tristeza. —¿Y tú, Alex Donovan? Dime, ¿Amas a Jazmín? Alex tragó saliva, miró a Jazmín tan triste, tan pálida. —¡Basta, Pablo Farré! Deja de actuar como un maniaco —dijo Clara entrando y haciendo una suave reverencia al rey. —¡Contesta, Alex! ¿Amas a mi hija o no? ¿La amas tanto para casarte con ella, como iba a hacerlo el duque? Alex sintió la mano de Jazmín sobre la suya, su mirada azul era una súplica, recordó las palabras de Clara, ayer. —Sí, yo… quiero casarme con Jazmín y hacerla feliz. Jazmín le miró sorprendida, una sonrisa se formó en sus labios. Pablo estaba impactado de sus palabras, pero supo que no había nada más que hacer, no podría oponerse a la felicidad de su hija. Matías le enseñó a Anne unos rosales preciosos, ella los admiró, luego Matías señaló un
Alex Donovan y Pablo Farré conversaban en el despacho privado. —Juro que tengo buenas intenciones, general. —Jazmín es mi pequeña niña, Alex, he sufrido mucho con Anne, pero no toleraré más que dañen a mis hijas. Aceptaré que te cases con ella, solo porque ella te ama, pero, si tú o Felipe rompen el corazón de mis hijas, juro que será lo último que hagan en la vida. —No le haré daño. —Más te vale —sentenció Pablo. El hombre caminó a ver a Jazmín sentada en la banca del jardín, se acercó con lentitud, pero notó que estaba molesta, con razón, se sentó a su lado. —Cuando eras pequeña, siempre fuiste rebelde, supe que eras especial, pero, no quiero que sufras, menos con un hombre que no te ama, Jazmín, no quiero que pierdas tu sonrisa, ni tu energía por un hombre que piensa en otra. Jazmín miró a su papá con ternura, tomó su mano. —Confía en mí, papá, seré feliz. —¿Y si no logras que te ame? Conozco a Alex, es buen hombre, pero, cuando el corazón pertenece a alguien… Ella siseó.
Anne recibió aquel mensaje de Daniel, lo leyó lentamente, titubeó«Anne, te veo en el hotel Nápoles en media hora, hay una suite a tu nombre, por favor, debemos hablar»No sabía que responder, primero no respondió nada.—¿Anne? ¿Estás bien?Anne detestó la voz de esa mujer, alguna vez fue una mujer a quien admiraba, pero ahora, Ana Fantori le parecía una arpía hipócrita, aunque fuera la misma reina.—Estoy bien —dijo con desdén.—Las invitadas te ven muy seria, se están preguntando si esto es por voluntad, deberías…—Y tú tal vez deberías guardar silencio, no olvido todo lo que me hiciste.—Anne, ten cuidado.—¿Cuidado con qué? No te temo, no eres nadie para mí, aconsejaste mal a Felipe, y mira lo que hiciste, viniste con una carta, ¿Por qué no le dijiste que mejor diera la cara? O mejor aún, que me dejara siquiera una hora antes, tal vez no hubiese perdido mi tiempo esperando en el altar.Ana Fantori bajó la mirada.—Han pasado tres años, Anne.—Tal vez deberías pasearte en un altar y