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Pablo Farré descansaba, Clara estaba a su lado, su mirada era tan dulce, pero Pablo ni siquiera se atrevió a mirar sus ojos. —¿Qué es lo que pasa? ¿Ya no soportas verme? —exclamó Clara Él alzó la mirada y encontró el verde de sus ojos. —¿No te has cansado de mí, aún? No tengo dinero, no soy más un hombre respetable, ¿Por qué sigues aquí? —su voz era rasposa, era débil. Clara se acercó a él, lo miró con decepción. —¿Aún lo dudas? Te amo, Pablo, hice la promesa de amarte, seguiré cumpliéndola. Pablo la miró con dulzura, no dijo nada. La puerta se abrió y anunciaron la llegada del rey Leonel II —Déjenos a solas, duquesa. Ella lo aceptó, al verlo entrar hizo una suave reverencia y salió. —Me alegro tanto, verte bien, esto es muy por encima de nuestras diferencias, Pablo, sabes que te admiro y te aprecio. Pablo asintió. —Estoy listo para salir y enfrentar las consecuencias de mis actos. —Pablo, no serás apresado, además, serás el nuevo director de la academia militar. —¿Qué? ¿
Leonel llegó al palacio, pidió enviar un comunicado de prensa diciendo que el rey emérito estaba en una revisión médica, pero que pronto sería dado de alta y su condición médica era buena. Encontró a Ana Fantori en el salón, cargando a Matías, jugando con él. —¿Qué haces? Escuchó las risas, que se apagaron cuando lo vieron. —Aquí, jugando con este príncipe hermoso, ¿Y tu padre? ¿Cómo está todo? —Mejorando. Ana Fantori sonrió feliz. —Me alegro, quiero que cargues a tu sobrino. Matías, saluda al tío rey. Leonel se tensó cuando Ana puso al niño en sus brazos. —¿Estás enojado, tío rey? —Matías tocó sus mejillas oprimiéndolas con sus pequeñas manitas Leonel sonrió y negó. —Ya no. Matías sonrió y tocó los botones de su camisa, luego se acurrucó en su pecho, el niño le dio suaves palmaditas en la espalda, haciendo un sonido de arrullo. —Pero, ¿Qué haces, cariño? —exclamó Leonel —Mi papi me arrulla cuando estoy enojado y me pongo feliz, así, tío rey, está feliz. Ana y Leonel son
Anne salió de ahí, tan rápido como pudo, llegó al estacionamiento, liberó el aire contenido, miró sus manos, temblaban, subió al auto. Tomó el volante y las lágrimas cayeron por su rostro, no pudo evitarlo, aunque insistía en calmarse, era imposible. «Era él, de nuevo frente a mí, como si no fuera un huracán, como si no fuera un tornado capaz de destrozar toda mi vida a su paso. Aunque intento ser fuerte, odiarlo y despreciarlo, ¿Qué ocurre conmigo? ¡Anne Farré, no puedes seguir siendo blanda frente a él! Debo ser lista, no debo acercarme tanto, es como si fuera una droga tentadora, pero, lo odio, debo odiarlo más, nunca volveré a poner mi corazón entre tus manos para que vuelvas a destruirlo, Felipe», pensó. Felipe volvió al palacio, se alegró de no beber más whisky, al llegar, fue a su habitación y miró a Matías dormir en su pequeña cama, que era como un corral para evitar que cayera. Acarició sus cabellos rubios y rizados, el pequeño abrió los ojos, y lanzó sus brazos para ser ca
Anne se alejó de Daniel Higareda, se puso nerviosa al ver a Felipe. —Hola, Felipe, te presento a Daniel Higareda, es mi... mejor amigo. Daniel miró al hombre, aún pudo hacerle una reverencia y sonreír. Felipe le tendió la mano, lo miró fijamente, pero, sintió que había algo en ese hombre, como un desafío desagradable. —Un gusto conocerlo —dijo Daniel —¿Ya vieron todo el lugar? —exclamó Anne desviando la atención—. Vamos a verlo. La mujer los guio, y ellos la siguieron. Pronto llegaron a un salón, donde tenían juegos de casino, los ojos de Daniel se abrieron enormes, ansiosos por unirse al juego. Anne tuvo que alejarse un momento y dejarlos ahí. —Anne me dijo que se casarían, espero que ahora no dejes a mi amiga plantada de nuevo. Felipe le lanzó una mirada rabiosa e impenetrable, pero ese hombre no podía verlo, le dio un mal presentimiento que lo mantuvo alerta. —¿Por qué no vas a jugar? Te gustan las apuestas, ¿Verdad? Daniel sonrió. —¿Y qué? No tengo tanto dinero —dijo co
—¿De qué estás hablando? ¡Ten cuidado con tus palabras, Felipe! —exclamó Alex enfrentándolo Felipe sentía unos celos abominables. —¿Alex, Anne? ¡Digan que no son amantes! —exclamó Jazmín —¡Claro que no lo somos! —recriminó Alex, luego la tomó del brazo, alejándose de ellos. Anne se encogió de hombros, le miró severa. —¿Qué crees que haces? Esa actuación patética de novio celoso te queda muy mal, ¿Acaso no has entendido que no somos nada? —Dijiste que tú… —¿Amante? —exclamó Anne al notar que no se atrevía a mencionarlo —Dijiste que estaba aquí. —Te dije que no sabrías quién es, no soy tan tonta para dejar que lo atormentes. —¿Tan cobarde es? —Nunca más que tú. Felipe bajó la mirada, cansado de luchar. Jazmín perseguía a Alex. —Dime la verdad, ¿Me has esperado este tiempo? Alex le miró con ojos severos —¡Jazmín! Entiéndelo de una vez y por todas, yo amo a otra mujer. Ella sintió dolor ante sus palabras, bajó la mirada, sintiendo que se echaría a llorar. —¿A quién? ¿A La
Alex y Jazmín se alejaron con rapidez, y la vieron con ojos asustados. —¡¿Qué demonio es esto?! —exclamó. Felipe y Daniel jugaban baraja, Anne estaba sentada al lado de ellos, que estaban frente a frente, estaba temerosa, habían apostado por mucho, quien la llevaría a casa. Solo quería irse a casa, con Daniel, sentía que no soportaría a Felipe, no por mucho tiempo. Daniel exclamó su victoria, pero Felipe tenía cara de póquer, cuando le mostró una flor imperial corrida, Daniel borró su sonrisa, se enfadó, y Felipe supo que era un mal perdedor. —Supongo que irás con él a casa, Anne. Ella rodó ojos fastidiosos. —Bueno, ustedes quisieron apostar. —¿Y ya conoces al hijo de Felipe, Anne? —ella negó—. ¿Se parece a ti o a su madre? Felipe frunció la boca, bajó la mirada, igual que Anne, supo que ese hombre era despiadado, Felipe lo miró bien, ¿Quién era él? —Bueno, debo irme, felicidades, Felipe, no solo por ganarme la partida, sino también, por tener la oportunidad de reconquistar a
Al día siguiente, Felipe estaba vistiendo a Matías, luego de bañarlo, Matías trataba de anudar las cintas de sus zapatos, pero era imposible, Felipe se reía de la forma en que lo hacía, le enseñaba lentamente, pero al final, terminó por atarlas él mismo. —Papi, ¿Y mi mami es bonita? —Matías, Anne no es tu mami, pero… es muy buena persona, y, sí, es muy bonita —dijo al recordarla —¿Y me va a querer mucho? —exclamó con tal rostro de súplica, que Felipe sintió ternura y miedo, si Anne no estaba dispuesta a amar a su hijo, eso partiría su corazón. Él sonrió. —Yo te amo, mi amor, eso debe ser suficiente para ti, yo te amo como nada en este mundo —dijo cargándolo y abrazándolo con fuerzas. Anne estaba a punto de ir al lago, cuando miró a Jazmín bajar la escalera se veía pálida, se acercó a ella. —Clara me ha dicho que te casarás con Alex Donovan, ¿Eso es verdad? Jazmín abrió tanto los ojos, que se quedó irresoluta. —¡¿Qué?! ¡Sí! Claro que sí, ¡Me casaría con Alex mañana mismo! Anne
—¡Oh, vamos, general, cálmese! Se puede enfermar —dijo al verlo actuando de ese modo. —¡Te di mi confianza! ¿Es así como me pagas? ¡Seduciendo a mi hija! —Padre, por favor, ¡Yo lo amo! Pablo miró a su hija con tristeza. —¿Y tú, Alex Donovan? Dime, ¿Amas a Jazmín? Alex tragó saliva, miró a Jazmín tan triste, tan pálida. —¡Basta, Pablo Farré! Deja de actuar como un maniaco —dijo Clara entrando y haciendo una suave reverencia al rey. —¡Contesta, Alex! ¿Amas a mi hija o no? ¿La amas tanto para casarte con ella, como iba a hacerlo el duque? Alex sintió la mano de Jazmín sobre la suya, su mirada azul era una súplica, recordó las palabras de Clara, ayer. —Sí, yo… quiero casarme con Jazmín y hacerla feliz. Jazmín le miró sorprendida, una sonrisa se formó en sus labios. Pablo estaba impactado de sus palabras, pero supo que no había nada más que hacer, no podría oponerse a la felicidad de su hija. Matías le enseñó a Anne unos rosales preciosos, ella los admiró, luego Matías señaló un