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—Me parece que has tomado una gran decisión, Anne. —Mi primera condición es que, mi padre debe salir bien librado, con su reputación limpia, y debes hablar con él, reasignarlo a un buen puesto militar, dedicó su vida a la patria, es lo mínimo que debes darle como recompensa. La segunda condición es que, no esperes que te tenga algo de respeto, como los hipócritas de tu corte, así que, si no te gusta mi forma de hablarte, no me hables más. Respecto a tu hermanito, mi última condición es que, quiero que el título que le otorgues me quede aun si me divorcio, por lo menos quiero obtener un beneficio de este desastre. Leonel lanzó un suspiro, tratando de contener su rabia. —Quiero que la prensa y todos, se convenzan de una historia de amor. —Bueno, eres el único que ve una historia de amor, yo veo solo una de terror. Leonel rodó los ojos. —Esfuérzate, Anne, porque me lo debes. Ella le miró con odio. —¿Y cómo piensas que la gente creerá en esto? Odian a tu hermano. —Yo me encargaré,
Felipe cargó al bebé en sus brazos. —Duerme, mi amor, sigue soñando. Matías se acurrucó en su pecho, y cerró sus ojos. —¿Lo harás, o no? —exclamó Leonel severo, Felipe lo miró incrédulo de que no se diera por vencido. —Papi, ¿Quién es? Felipe siseó, miró a Leonel con rabia. —Lo pensaré. Leonel le miró con rabia y salió porteando la puerta, asustando más a Matías. —¿Está enojado, papi? Tengo miedo —dijo, lloró. Felipe negó y lo arrulló en sus brazos, luego durmieron. Felipe abrió los ojos, eran las cuatro de la mañana, dejó a Matías en la cama, cobijándolo bien, caminó por la habitación, pensó en ella. «Pobre, Anne, debe estar sufriendo por su padre, y encima, saber de mí, debe odiarme, debe maldecirme, pero, si me niego, si no obedezco a Leonel, ¿Qué será de ella? ¡Anne! Solo quiero verte feliz, aún ahora, que el tiempo ha pasado, aún te amo» Jazmín estaba frente a Anne, estaban en la cafetería, tomó su mano. —Lamento decirte que eres una mártir y una estúpida, no debí ser
Pablo Farré descansaba, Clara estaba a su lado, su mirada era tan dulce, pero Pablo ni siquiera se atrevió a mirar sus ojos. —¿Qué es lo que pasa? ¿Ya no soportas verme? —exclamó Clara Él alzó la mirada y encontró el verde de sus ojos. —¿No te has cansado de mí, aún? No tengo dinero, no soy más un hombre respetable, ¿Por qué sigues aquí? —su voz era rasposa, era débil. Clara se acercó a él, lo miró con decepción. —¿Aún lo dudas? Te amo, Pablo, hice la promesa de amarte, seguiré cumpliéndola. Pablo la miró con dulzura, no dijo nada. La puerta se abrió y anunciaron la llegada del rey Leonel II —Déjenos a solas, duquesa. Ella lo aceptó, al verlo entrar hizo una suave reverencia y salió. —Me alegro tanto, verte bien, esto es muy por encima de nuestras diferencias, Pablo, sabes que te admiro y te aprecio. Pablo asintió. —Estoy listo para salir y enfrentar las consecuencias de mis actos. —Pablo, no serás apresado, además, serás el nuevo director de la academia militar. —¿Qué? ¿
Leonel llegó al palacio, pidió enviar un comunicado de prensa diciendo que el rey emérito estaba en una revisión médica, pero que pronto sería dado de alta y su condición médica era buena. Encontró a Ana Fantori en el salón, cargando a Matías, jugando con él. —¿Qué haces? Escuchó las risas, que se apagaron cuando lo vieron. —Aquí, jugando con este príncipe hermoso, ¿Y tu padre? ¿Cómo está todo? —Mejorando. Ana Fantori sonrió feliz. —Me alegro, quiero que cargues a tu sobrino. Matías, saluda al tío rey. Leonel se tensó cuando Ana puso al niño en sus brazos. —¿Estás enojado, tío rey? —Matías tocó sus mejillas oprimiéndolas con sus pequeñas manitas Leonel sonrió y negó. —Ya no. Matías sonrió y tocó los botones de su camisa, luego se acurrucó en su pecho, el niño le dio suaves palmaditas en la espalda, haciendo un sonido de arrullo. —Pero, ¿Qué haces, cariño? —exclamó Leonel —Mi papi me arrulla cuando estoy enojado y me pongo feliz, así, tío rey, está feliz. Ana y Leonel son
Anne salió de ahí, tan rápido como pudo, llegó al estacionamiento, liberó el aire contenido, miró sus manos, temblaban, subió al auto. Tomó el volante y las lágrimas cayeron por su rostro, no pudo evitarlo, aunque insistía en calmarse, era imposible. «Era él, de nuevo frente a mí, como si no fuera un huracán, como si no fuera un tornado capaz de destrozar toda mi vida a su paso. Aunque intento ser fuerte, odiarlo y despreciarlo, ¿Qué ocurre conmigo? ¡Anne Farré, no puedes seguir siendo blanda frente a él! Debo ser lista, no debo acercarme tanto, es como si fuera una droga tentadora, pero, lo odio, debo odiarlo más, nunca volveré a poner mi corazón entre tus manos para que vuelvas a destruirlo, Felipe», pensó. Felipe volvió al palacio, se alegró de no beber más whisky, al llegar, fue a su habitación y miró a Matías dormir en su pequeña cama, que era como un corral para evitar que cayera. Acarició sus cabellos rubios y rizados, el pequeño abrió los ojos, y lanzó sus brazos para ser ca
Anne se alejó de Daniel Higareda, se puso nerviosa al ver a Felipe. —Hola, Felipe, te presento a Daniel Higareda, es mi... mejor amigo. Daniel miró al hombre, aún pudo hacerle una reverencia y sonreír. Felipe le tendió la mano, lo miró fijamente, pero, sintió que había algo en ese hombre, como un desafío desagradable. —Un gusto conocerlo —dijo Daniel —¿Ya vieron todo el lugar? —exclamó Anne desviando la atención—. Vamos a verlo. La mujer los guio, y ellos la siguieron. Pronto llegaron a un salón, donde tenían juegos de casino, los ojos de Daniel se abrieron enormes, ansiosos por unirse al juego. Anne tuvo que alejarse un momento y dejarlos ahí. —Anne me dijo que se casarían, espero que ahora no dejes a mi amiga plantada de nuevo. Felipe le lanzó una mirada rabiosa e impenetrable, pero ese hombre no podía verlo, le dio un mal presentimiento que lo mantuvo alerta. —¿Por qué no vas a jugar? Te gustan las apuestas, ¿Verdad? Daniel sonrió. —¿Y qué? No tengo tanto dinero —dijo co
—¿De qué estás hablando? ¡Ten cuidado con tus palabras, Felipe! —exclamó Alex enfrentándolo Felipe sentía unos celos abominables. —¿Alex, Anne? ¡Digan que no son amantes! —exclamó Jazmín —¡Claro que no lo somos! —recriminó Alex, luego la tomó del brazo, alejándose de ellos. Anne se encogió de hombros, le miró severa. —¿Qué crees que haces? Esa actuación patética de novio celoso te queda muy mal, ¿Acaso no has entendido que no somos nada? —Dijiste que tú… —¿Amante? —exclamó Anne al notar que no se atrevía a mencionarlo —Dijiste que estaba aquí. —Te dije que no sabrías quién es, no soy tan tonta para dejar que lo atormentes. —¿Tan cobarde es? —Nunca más que tú. Felipe bajó la mirada, cansado de luchar. Jazmín perseguía a Alex. —Dime la verdad, ¿Me has esperado este tiempo? Alex le miró con ojos severos —¡Jazmín! Entiéndelo de una vez y por todas, yo amo a otra mujer. Ella sintió dolor ante sus palabras, bajó la mirada, sintiendo que se echaría a llorar. —¿A quién? ¿A La
Alex y Jazmín se alejaron con rapidez, y la vieron con ojos asustados. —¡¿Qué demonio es esto?! —exclamó. Felipe y Daniel jugaban baraja, Anne estaba sentada al lado de ellos, que estaban frente a frente, estaba temerosa, habían apostado por mucho, quien la llevaría a casa. Solo quería irse a casa, con Daniel, sentía que no soportaría a Felipe, no por mucho tiempo. Daniel exclamó su victoria, pero Felipe tenía cara de póquer, cuando le mostró una flor imperial corrida, Daniel borró su sonrisa, se enfadó, y Felipe supo que era un mal perdedor. —Supongo que irás con él a casa, Anne. Ella rodó ojos fastidiosos. —Bueno, ustedes quisieron apostar. —¿Y ya conoces al hijo de Felipe, Anne? —ella negó—. ¿Se parece a ti o a su madre? Felipe frunció la boca, bajó la mirada, igual que Anne, supo que ese hombre era despiadado, Felipe lo miró bien, ¿Quién era él? —Bueno, debo irme, felicidades, Felipe, no solo por ganarme la partida, sino también, por tener la oportunidad de reconquistar a