Yessica captó el punto clave: —¿Dices que la mansión la compró Lucía?—Sí, ¡esta niña realmente ha progresado! No como nuestra Aurora, que solo puede conseguir un salario fijo en la compañía eléctrica...—¿De dónde sacó tanto dinero una chica como Lucía?Tatiana se cubrió la boca, riendo con malicia: —Eso no lo sé. Pero como dices, es una chica joven, y las chicas de hoy tienen sus métodos. Ropa de marca, bolsos de lujo... aunque no puedan comprarlos por sí mismas, siempre hay quien se los regala...Yessica frunció el ceño profundamente.—¡Ay, mírame! Diciendo cosas que no debería. Bueno, te dejo que sigas con lo tuyo, tengo que colgar.Tatiana sabía cuándo parar y no insistió más.Yessica se quedó pensativa, sosteniendo el teléfono ya desconectado.Apenas colgó con Yessica, Tatiana llamó a Anya.—Anya, soy Tatiana...—Qué bueno que llamas. Tengo algunos licores y productos locales que los clientes me enviaron para Año Nuevo. Los dividí en dos partes, una para ustedes y otra para la fa
—No importa, cuando recuperemos los pagos pendientes y tengamos más liquidez, podemos comprar una de segunda mano pagando un poco más.Anya movió los labios, queriendo decir "¿quién compra una casa de segunda mano para una boda?"Pero con su esposo siendo tan directo y la empresa en dificultades, Anya tuvo que dejarlo pasar.Sin embargo, las mansiones junto al lago se convirtieron en su obsesión.No comprarla le causaba frustración; comprarla era imposible por falta de dinero.—¿Estás segura de que es una mansión junto al lago? —preguntó Anya por teléfono, buscando confirmación.Tatiana sonrió con malicia. ¿Ves? Nadie podía creerlo, que la mediocre familia de Sergio hubiera comprado una mansión.—¡Vi el contrato con mis propios ojos! No puede ser falso, además, Carolina lo admitió. Dijo que era un regalo de Lucía para sus padres. Ay, ¿por qué no tendré yo una hija tan capaz?—Aunque Liam tenga su propia empresa, no lo hemos visto regalándonos una mansión.La voz de Anya se enfrió: —Luc
Yessica se cambió las zapatillas y echó un vistazo a la sala. Notó varias cajas grandes empacadas en una esquina y se sentó en el sofá sin hacer comentarios.—Sergio, Carolina, ¿están haciendo limpieza general?Carolina sonrió: —No, solo estamos empacando algunas sábanas, cobertores y ropa.—¿Ya está todo empacado? —preguntó, mirando las cajas.—Casi todo.—¿Se van a mudar?—Sí.—¿A dónde?Sergio y Carolina intercambiaron miradas, sintiendo que no había necesidad de ocultarlo. Además, no podrían mantenerlo en secreto, tarde o temprano todos se enterarían.—Al nuevo complejo residencial cercano, Valle Verde —respondió Sergio.—¿Compraron un departamento?—No —Sergio negó con la cabeza—, una mansión.Yessica mostró una sorpresa perfectamente calculada, como si fuera la primera vez que lo escuchaba: —Sergio, ¿de dónde sacaste tanto dinero? Las mansiones junto al lago cuestan mínimo trescientos o cuatrocientos mil, tú...Hizo una pausa, con preocupación en sus ojos: —No podemos hacer nada
—Lo que quiero decir es muy simple —explicó Yessica con tono maternal—. Nosotras las mujeres, por más difícil que sea, no podemos tomar atajos. Hay que ir paso a paso, con los pies en la tierra. Los caminos fáciles no son la solución, ¡y menos dejarse llevar por la suerte!—Tienes razón —asintió Lucía.—¿Estás de acuerdo, verdad? —preguntó Yessica, con una expresión de "aún hay esperanza".—Por supuesto.—Bien, eso me tranquiliza —dijo aliviada—. Deberías cancelar lo de la mansión cuanto antes. Quizás pierdas algo en gastos administrativos, pero vale la pena por la tranquilidad, ¿no crees?Lucía la miró desconcertada.—¿Qué pasa? ¿No quieres dejarla? —el rostro de Yessica se ensombreció, ¿acaso todo lo que había dicho fue en vano?Lucía sonrió al comprender finalmente el verdadero motivo de su visita.—Primero, tía, estoy totalmente de acuerdo con lo que dijiste sobre que las mujeres deben valerse por sí mismas. Pero... —hizo una pausa significativa—. Yo no dependo de nadie. Así que to
—Con el huerto, las gallinas y los peces, ¡tendremos suficiente comida para toda la familia!—Vaya, ¿están de mudanza? —Alba se paró en la entrada del jardín, cruzada de brazos, con una sonrisa burlona.Sergio, ocupado cavando la tierra, ni se molestó en responderle.Carolina, que estaba dentro de la casa, al oír su voz retiró inmediatamente el pie que ya había puesto fuera.Ojos que no ven, corazón que no siente.Alba hizo una mueca —¿De qué presumen? Si los estoy echando...—¡Alba! ¿Vas al mercado?Alba se encontró con una vieja amiga cuando regresaba del mercado.—Sí, compré unos huevos. ¡A esta hora cuestan la mitad que en la mañana! —presumió Alba arqueando las cejas.Sin presumir, nadie en todo el complejo residencial era mejor administradora que ella.—La próxima vez iré a esa hora también. Oye, ¿te enteraste? Tu vecino Sergio se va a mudar.Alba asintió: —Sí, quién sabe a qué barrio se irán a rentar. ¿Encontrarán algo tan conveniente como aquí?¡Bah! Ya están mayores y siguen c
—Déjame consultarlo primero con Carolina... —comenzó Sergio.—¿Consultar? —interrumpió la anciana con tono severo—. ¿Consultar qué? ¡Eres un hombre, el jefe de familia! ¿Necesitas el permiso de tu mujer para tomar una decisión tan simple?—Mamá, esto no tiene nada que ver con ser el jefe de familia. De todos modos, tengo que avisarle a Carolina, es una cuestión de respeto básico...—¡Qué decepción! Bueno, consúltalo. Si ella acepta, perfecto, y si no, no importa. ¡Tu padre y yo iremos mañana de todas formas!Y colgó de golpe.Sergio suspiró resignado.—¿Qué pasa? ¿Quién llamó? —preguntó Carolina al entrar del jardín y ver a su esposo rascándose la cabeza.—...Mi madre.—¿Qué dijo?—Quiere venir mañana para Pascua y de paso celebrar la inauguración de la casa...—Está bien —Carolina sonrió levemente—. Invitemos a Anya y Alex, Johan y Tatiana, y también a Yessica y los demás....A la mañana siguiente, Carolina fue temprano al mercado.A las cuatro de la tarde, todos empezaron a llegar.
Ella hizo un par de comentarios que, aunque parecían inofensivos, había algo extraño en su tono.—No sabía que Luci trabajaba en Puerto Celeste —comentó Anya con una mirada perspicaz—. Debe ser algo especial, ¿no? Al fin y al cabo, una persona común no gana cientos de miles.Lucía frunció el ceño, pero Carolina la tomó de la mano, indicándole que ella se encargaría.—No es para tanto. Luci, aunque no siguió con un posgrado después de la universidad, no se quedó de brazos cruzados. Cambió de trabajo algunas veces y logró ahorrar algo de dinero.—Qué bueno si realmente son ahorros propios —se burló Yessica—. Lo preocupante es cuando las chicas se desvían del buen camino.—Gracias por la preocupación —respondió Carolina sin inmutarse—. Pero mi hija ya es grande y tiene sus propios planes. Como padres, solo debemos apoyarla.—¿Planes? —Tatiana arqueó una ceja—. Por cómo lo dices, Carolina, ¿Luci tiene algo en mente? ¿Buscar trabajo en Puerto Celeste? ¿O tal vez... un nuevo objetivo? ¿Para
Todos subieron corriendo al segundo piso y llegaron al cuarto de Lucía, donde encontraron una escena peculiar:Aurora estaba sentada en el suelo con dos carteras tiradas a su lado. Al ver entrar a todos, comenzó a llorar desconsoladamente mientras pataleaba como una chiquilla malcriada.—Aurora, mi amor, ¿qué pasó? No asustes a mamá así —Tatiana se arrodilló junto a ella—. Ven, levántate...—¡No! ¡No me levanto hasta que Lucía me pida disculpas!—Adelante —se burló Lucía—. Quédate sentada todo lo que quieras, o acostada si prefieres.—¡Tú...!—¿Disculpas por qué? —los ojos de Tatiana se entrecerraron—. Dime qué pasó.—¡Mamá! ¡Lucía me pegó!—¿Qué? —Tatiana se giró hacia Lucía—. ¿Cómo te atreves a pegarle?—Tía, lo siento, pero cuando llegué a mi cuarto escuché ruidos en el vestidor. Pensé que era un ladrón... Aunque me pregunto, ¿qué hacía Aurora en mi habitación haciendo tanto... alboroto?Su mirada se posó en las carteras tiradas.—Bueno... —titubeó Tatiana—. Aurora seguramente sinti