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¿Alejarse De Calcata? No

El miedo muchas veces se pude confundir con el terror, para mí no es lo mismo, pero puede que para otras personas si lo sea.

Para mí el terror es eso que no te deja estar en todos tus sentidos, que solo tiemblas, lloras y quieres gritar para poder intentar escapar de eso que tanto te está asustando.

Y el miedo te deja estar en tus completos sentidos, aunque sigues temblando y llorando, pero es un nivel de susto más bajo.

Bueno en este momento yo estaba en un estado de terror en el que nunca había estado. Por mi cabeza pasaban muchas formas en las que podría morir y créeme ninguna era buena.

Temblaba en los brazos de ese chico de pelo blanco.

—Déjame ir —susurré con un nudo en la garganta.

—Si te dejo ir seguramente te mate —jadeé del miedo.

—¿Entonces no me dejaras hacerlo a mi? —Desvié la mirada hacia la derecha. 

Sentía que mis piernas iban a dejar de funcionar y si no fuera por Draven caería al suelo. La voz de ese chico hacía que todo mi cuerpo se erizase. 

—Aléjate de ella Aiello, acabarás muy mal —se escuchó una risilla de parte de ese chico. 

—La que acabará mal es ella. ¿Sabías que habló con Carol? —¿Carol? ¿Quién era Carol? 

Draven hizo que lo mirase a los ojos, cogió el teléfono de mi pantalón. 

—Pon la contraseña —negué —muda hazlo —el tono amenazante en su voz hizo que pusiera la huella del dedo por detrás del móvil que es donde estaba. 

Me enseñó la pantalla del móvil, las pupilas de sus ojos se dilataron muchísimo, sus ojos azules se volvieron mucho más intensos. Intenté respirar con normalidad pero era imposible, el agarre de una de sus manos en mi cintura hacia que dejara de respirar por segundos. 

—¿Qué era el link? —Intenté hablar pero las palabras no salían de mí boca —Joder con no responder Brisen ¿¡Que m****a era el link!? —Me alejé de él.

—Explicaba algunas cosas sobre tu familia —Respondí mirándolo. 

—¿Qué cosas? 

—Qué erais peligrosos, también que os llamaban la familia oscura —el otro chico se acercó a nosotros. 

—¿Qué más? —Preguntó él divertido. Draven lo miró mal y luego volvió su vista a mí. 

—Que erais... Erais vampiros —el chico raro sonrió y saltó de la felicidad. 

—Ya se enteró, ya la puedo matar. 

—¿Qué? 

¿O sea que era verdad? Intenté alejarme pero la mano de Draven me cogió de la muñeca. Si este pueblo no colapsó lo haría yo por el. 

Quería correr, gritar, llorar, pero mi cuerpo no respondía, mis ojos pasaron de un chico al otro, mis manos temblaban al igual que mi cuerpo. 

—No la vamos a matar —habló Draven con su típica voz borde. 

—¿Qué? ¿Cómo qué no? Sabe lo que somos, acuérdate de las reglas. 

—Me paso las reglas por los cojones Aiello —me acercó a su cuerpo —. Esto no cambia nada en el plan. 

¿El plan? ¿Qué plan? 

—Me importa una m****a el plan, sabe el secreto y una de las putas reglas es: quien se entere del secreto muere —se encogió de hombres.

Su voz tranquila me ponía más nerviosa. ¿Cómo podía hablar de matar a alguien con tanta tranquilidad? Estos chicos estaban locos. 

—¿Por qué la dejaríamos con vida? —Se cruzó de brazos mirando al de pelo blanco. 

—Porque a mi me da la gana —respondió tajante. 

Con su mano en mi muñeca comenzó a andar. 

—¿Puedes dejar de llevarme como si fuera una muñeca hinchable? —Corrí un poco para ponerte a su altura. 

—Te dije que no investigaras —volvió a repetir lo mismo de siempre. 

—Ella me habló —me defendí. 

—Pudiste haber pasado del mensaje —se paró en seco y me miró —. No entiendes la gravedad de todo esto ¿verdad muda? —rodé los ojos cansada por el mote. 

—¿Puedes dejar de llamarme así? No soy muda —me encogí de hombros. 

—Vete del pueblo, huye lo más que puedas de todo esto —espetó cruzado de brazos. 

—¿Por qué me da la sensación de que no quieres que me vaya? —Draven negó. 

—Estás equivocada, quiero que te vayas. 

—¿y por qué quieres que me vaya? —Me crucé de brazos igual que él. 

—Joder Brisen, ¿puedes dejar de hacer preguntas y hacer lo que te digo? 

—No —respondí seca —lo que menos sigo son órdenes —respiré profundo. 

—Muy bien, pues que te maten, yo te lo avisé —comenzó a caminar. 

Me di media vuelta y comencé a caminar para irme a mi casa. 

—Te libras de morir —Aiello apareció frente a mí. 

Di unos pasos hacia atrás y el sonrió divertido. 

—¿Me tienes miedo? —Negué tragando saliva. 

—No 

—Deberías. 

—Tú deberías quitarte de mí camino. 

—Uy —juntó sus manos por delante de su cuerpo —. Me gusta que las mujeres se hagan las difíciles —sonreí comenzando a caminar. 

Y aunque estuviera muerta del miedo, pasé por su lado siguiendo el caminito de hojas, llegué al final del bosque. 

—No sé qué le has hecho a Draven, pero te aconsejaría que te apartaras de su camino. 

—Yo te aconsejaría que no me des consejos. 

Salí de bosque. 

Me senté en un banco y miré hacia el cielo. Esto era una reverenda m****a. Sentía que ya no podría vivir en tranquilidad y puede que Draven tuviera razón.

Debería irme lejos, lo más lejos que pudiera de Calcata. 

¿Lo haría? Pues no, la verdad que no, aquí murieron mis padres, este bosque guarda su muerte y no deja que salga a la luz. 

Contra Brisen Frist no podría. Llegaría hasta el fondo de toda esta locura. Hasta el último secreto que la familia Hilens o la familia oscura como se quieran llamar, esconden. 

No puedo dejar de pensar y preguntarme si fueron ellos los que acabaron con la vida de mis padres y si tienen que ver con la muerte de todas esas personas. 

En esos momentos no sabía la respuesta, pero llegaría muy pronto a ella. 

Se les caería todo el tinglado, sus secretos saldrían a la luz. 

Desde ese día comencé a investigar más y más sobre la familia, hasta en páginas que casi nadie conocía. 

Busqué de muchas maneras:

Familia Hilens. 

Familia oscura. 

Vampiros Hilens. 

Vampiros oscuros. 

E incluso busqué el nombre de: Draven Hilens. 

Salían muchas cosas, y otras tantas las tenía que intuir. 

Como por ejemplo: esa tal Carol, fue una de las personas que estuvo muchos años con ellos, creo que fue la novia de Draven. 

También encajaba en eso la cara que puso él al Aiello nombrarla. 

Habían pasado varias semanas, no los había visto más, tenía una tranquilidad bastante grande al no saber de ellos. 

No salía de casa para nada, solo estaba encerrada en mi habitación buscando información. 

Se podría decir que me había obsesionado bastante con esa familia, con conocerlos a fondo. 

Pero sabía que solo buscando por internet no los iba a conocer como yo quería. 

¿Como lo haría? Pues no lo sé. No tenía ni idea. Pero la vuelta al bosque era una opción. Hacerme amiga de Draven, y de vez en cuando hacer preguntas, pero él no las respondería, lo poco que había hablando con él me había dado cuenta de que era bastante cerrado y que él solo hacía las preguntas pero no las respondía. 

¿Aiello? Me da miedo. Pero podría ser una de las mejores opciones. Creo que es una persona que si coje confianza puedes hablar muy abiertamente con él. 

Miré la hora en el móvil y eran casi las ocho de la noche. Bajé a la cocina y me preparé unas tostadas con mermelada, era lo único que me apetecía comer. 

—Veo que todavía no te has ido —la voz de Draven me hizo saltar del susto y casi atragantarme con un trozo de tostada. 

—¿Cómo has entrado? —Dejé la tostada en el plato. 

—Por la puerta ¿por donde más si no? —Negué mirando el plato con las dos tostadas. 

—¿A que has venido? —Me di la vuelta y me di cuenta que estaba mucho más cerca de él. 

—Venía a comprobar que te habías ido, llevas semanas sin salir de casa. 

—¿Me estás vigilando? —Él sonrió divertido. 

—No, solo compruebo. 

—No me gusta que compruebes nada de mi vida. 

—Una pena, muda, me da igual lo que no te guste a ti. A parte, a mí hay muchas cosas que tampoco me gustan de ti —se encogió de hombros. 

—Lo mismo te digo albino, me da igual. 

—¿Albino? 

—Eres totalmente blanco. 

—Y tu muda.

—Y tu gilipollas. 

—Y tu imbécil. 

Nos callamos mirándonos a los ojos. El sonrió y se acercó más a mi. Pegó todo su cuerpo al mío al igual que su cara, nuestras respiraciones se mezclaban y nuestras narices rozaban. 

—¿Qué haces? Sepárate. 

«¿Me va a besar?» 

—Me gustan las tostadas con mermelada —cogió una y se la llevó a la boca. 

«Ya decía yo que no me iba a besar» 

Me dí un golpe en la frente mentalmente. 

—Me encanta —susurró muy cerca de mí. 

Lo miré a los ojos, sonrió también mirándome. 

Se acercó mucho más a mi si es que eso era posible.

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