Hice bien en no prometerle a Draven que todo seguiría bien entre nosotros, que todo estaría igual que antes de que me marchara de Calcata. Tan solo llevo dos días aquí y nada es como antes. Solemos hablar por mensajes o llamadas, pero nada es lo mismo. Parece que entre nosotros estuviera el Polo Norte, todo es frío.
Airam y yo salimos a divertirnos muy de vez en cuando, es un chico muy alegre. Tiene el pelo negro largo y sus ojos son marrones, es alto, suele vestir casi siempre de traje.
—De oca a oca y tiro porque me toca.
—No vale, siempre me ganas —se quejó.
—No sabes jugar —ambos reímos.
—Nunca creí que diría esto, pero me encantan los juegos de mesa.
—Parecemos dos abuelos —volvimos a reír.
—¿Te apetece ir a tomar algo?
Cuando iba a decirle que: si, mi tel&ea
La vida te puede poner altibajos, muchos obstáculos en el camino hasta lograr lo que siempre deseaste, la vida puede llegar a ser jodida, todos podemos conocer la dos caras de la moneda, la buena y la mala.Mi madre me dijo muchas veces: «Hay gente que sale con estrellas y otras estrelladas», y tiene razón. Hay personas que tienen que luchar muchísimo por sus sueños, superar esos obstáculos y esos vaivenes de malas situaciones y luego está la otra gente que tiene todo lo que quiere sin esforzarse mucho en conseguirlo.Muchas veces la vida es injusta y no por eso hay que rendirse, siempre se le puede dar la vuelta a la moneda ¿no crees?Me he podido rendir más de una vez, decirle a todo adiós e irme de esta vida, pero le di la vuelta a la moneda, luché por eso que siempre quise, por lo que siempre deseé desde la muerte de mis padres.Ser feliz.Y lo consegu&iacu
—No quiero hacerlo, pero tengo que saber si eso que ha dicho Airam es cierto o no.—Yo te acompaño al pueblo —asentí con una sonrisa.—Gracias Aiello.Él negó con una sonrisa. Me extendió la mano y ambos salimos de la habitación.—Iré al pueblo —miré a Airam.—Te esperaré aquí, si es que vuelves —sonrió.Salimos de la casa y comenzamos a caminar hasta llegar al coche de Aiello.—Es un viaje largo, así que acomódate.Ambos nos quedamos en silencio. Mi mirada. Estaba enfocada solamente en las calles de Suiza, poco a poco nos íbamos alejando, mis ojos se fueron cerrando hasta quedar completamente sumida en un profundo sueño.—Brisen —escuché un susurro y sentí como me movían —. Ya hemos llegado —abrí lentamente los o
Aiello.Fue difícil mirar a mi hermana a la cara. Ella me miraba con miedo, no sabía el porqué de esa mirada, pero me estaba acojonado el que no hablara.Se había despertado hacía una hora, no había emitido palabra alguna. Sólo miraba por la ventana y de vez en cuando cerraba los ojos por varios minutos.—Brisen —dije casi en un susurro.Me senté a su lado e intenté coger su mano pero ella la apartó. Apreté el puño y asentí suspirando.—Perdón por no contártelo, al principio te odiaba, a mí me abandonaron como a un perro mientras que a ti te acogieron con todo el cariño, no fue hasta años después que la familia de Draven me acogió y me consideraron uno más de la familia. Si, te vigilaba desde las sombras, hasta que poco a poco te fui viendo más de seguido y me di cuenta de que tu
—La de mi cabeza, Draven. Antes pensaba que esa voz era mi madre, como se me aparecía pues pensaba que era ella, pero me he dado cuenta de que no, que esa voz no es mi madre. Me dice cosas, algunas veces me cuesta entender a lo que se refiere y otras es muy clara.—¿Me estas diciendo que tienes esquizofrenia?—No, claro que no, solo escucho una voz. Esa voz parece conocerme muy bien, saber cada cosa que pasé y pasaré en mi vida. Es extraño.Draven me miró con las cejas fruncidas y sonrió.—Yo estaré contigo, Brisen, no estás sola en nada —susurró acariciando mi mejilla.—Gracias.La puerta se abrió de golpe. Aiello entró asustado y con lágrimas en los ojos.—Es… Esto es, una cagada, muy grande.Hizo el gesto con los brazos. Draven y yo nos miramos.—¿Qué pas&oacut
Como cada mañana, me levanto y miro por la ventana, todas las casas están ocupadas por sus respectivos dueños, los pequeños jardines floreados, el cielo azul con algunas nubes, el sol brillando con intensidad. Este pueblo era hermoso.La puerta de mi habitación se abrió dejando ver a mi hermano mayor.—Aiello —salté a sus brazos.—Pequeña, mamá está bufando, lleva una hora llamándote.—Me acabo de despertar.—Se te ve.Ambos reímos.—Hija, baja a desayunar —gritó mi madre.—Ya voy.Bajamos las escaleras y nos sentamos en los sofás.—Por cierto —bebí un trago de café —hoy que quedado con Adir.—No me gusta ese chico para ti.Miré mal a mi hermano.—Pero me gusta a mí y es lo que importa, c&aacu
—Mi hermana me contó que ambos os sonáis, pero no sabéis de donde.Draven asintió con la cabeza.—Es extraño, mi cuerpo actúa raro al estar cerca de ella —miró a mi hermano pero me señaló con el dedo —. Y tú también me suenas muchísimo.—Algo raro está pasando aquí, debemos averiguar que es.—¿Y si no es nada y solo es nuestra imaginación?—Dudo mucho que las ganas que tengo de comerte la boca sean producto de mi imaginación.—Si, las mías tampoco —hablé sin pensar arrepintiéndome al momento.—¿Y qué hacemos?—Conozco a alguien que igual nos podría ayudar —habló Draven.Nos levantamos y comenzamos a seguirlo. Nos habíamos adentrado más al bosque. Delante de nuestros ojos
Mi cabeza daba vueltas como un torbellino. Muchos recuerdos a la vez inundaba mi mente sin dejarme procesar nada.—¡Eh, tú! —Mi corazón dejó de funcionar.Me giré sobre mi eje y pude ver a un chico bastante atractivo, tenía el pelo blanco, sus ojos eran azules, vestía con un pantalón negro y una camisa blanca, estaba ¿descalzo? ¿Qué hacía descalzo?Negué con la cabeza e intenté tranquilizarme, se fue acercando más a mi, pude ver su mandíbula muy definida y tensa, sus cejas eran pobladas y sus pestañas normales, en sus manos se notaban las venas.Quise salir corriendo ¿quién era ese chico?—Soy Draven Hilens.***—Te he hecho una pregunta ¿Qué haces aquí? —Las palabras no me salían de la boca —¿Te ha comido la lengua el gato? ¿Eh, muda? —negué sin dejar de mirarlo.***—¿Qué fue lo de anoche? —Me miró ceñudo.—¿Qué fue lo de anoche?—No te hagas el desentendido —negó con la cabeza.—¿Qué te pasó ahí?
Con su movimiento de cabeza me dio a entender que no lo hacía. Bajó la mirada al suelo, mi corazón se estrujó muy fuerte de manera dolorosa.Yo recordaba todo, desde el minuto uno hasta la última vez que nos vimos:—¿Qué te parece si estrenamos la cama?—Claro que no, hay gente abajo.—Da igual.—Eres un cerdo.Ambos reímos. Miramos por la ventana.—¿Qué sientes?—Nada.—¿Nada?—No sé qué sentir, no sé cómo ver todo esto. Es algo tan extraño, viví aquí durante meses, esas personas que hay ahí abajo son mis padres y no los siento como dos extraños, lo único que no se me hace tan extraño es Aiello.—A él lo recuerdas.—Si. Me gustaría vivir una vida con ellos, recordarlos, que n