La Nube.

Con su movimiento de cabeza me dio a entender que no lo hacía. Bajó la mirada al suelo, mi corazón se estrujó muy fuerte de manera dolorosa.

Yo recordaba todo, desde el minuto uno hasta la última vez que nos vimos:

—¿Qué te parece si estrenamos la cama?

—Claro que no, hay gente abajo.

—Da igual.

—Eres un cerdo.

Ambos reímos. Miramos por la ventana.

—¿Qué sientes?

—Nada.

—¿Nada?

—No sé qué sentir, no sé cómo ver todo esto. Es algo tan extraño, viví aquí durante meses, esas personas que hay ahí abajo son mis padres y no los siento como dos extraños, lo único que no se me hace tan extraño es Aiello.

—A él lo recuerdas.

—Si. Me gustaría vivir una vida con ellos, recordarlos, que n

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