Mis piernas temblaban y sentía un intenso nerviosismo recorrer mi cuerpo, estaba emocionada, sí, pero también estaba sumamente nerviosa por lo que podía ocurrir los siguientes minutos.
Intenté poner mi mejor postura en aquella silla y acomodé algunos mechones de mi cabello hacia un lado, acto seguido lancé una mirada fija y analítica a mi alrededor. La sala de espera era espaciosa y cómoda a la vista, su estilo contemporáneo la hacía acogedora, pero además de ser sala de espera, también era el pasillo que recorrían los demás profesionales de la comunicación que eran parte del canal televisivo y emisora radial de la empresa.
De modo que, las personas pasaban de un lado a otro mientras hablaban por celular o entre ellos, pero también leían en sus celulares o tabletas. Era un área concurrida y a pesar de serlo, nadie chocaba o trastabillaba,
─Tengo ocho meses y una semana de embarazo ─repuse en un hilo de voz y bajé la mirada. Estaba en mi época infértil para cualquier trabajo, incluso había dejado de ir a la panadería porque Matt me había suplicado que me cuidara y reposara en casa esas últimas semanas de embarazo. Hubo un silencio en aquella oficina espaciosa que me estremeció y me hizo erizar los vellos al mismo tiempo que mi mente imaginaba lo peor. Había perdido el trabajo.─No hay problema, Bella ─sentenció esbozando una sonrisa que me hizo regresar el alma al cuerpo─, estas semana si quieres y si estás dispuesta, puedes venir solo a hacer tus primeras presentaciones para que el público te conozca mientras buscamos tu reemplazo temporal y luego a los cuatro meses regresas. En cuanto a la parte escrita de la revista, puedes hacerlo desde casa, tenemos varios artículos adelantados en la investigación y solo queda
Escuchar esa voz me hizo inmovilizar mi cuerpo y una extraña sensación corrió por mis venas. Empecé a marearme y mi respiración se agitó con ímpetu al sentir de cerca su calor. Giré mi rostro poco a poco y el tiempo se detuvo ahí, frente a esos ojos que tantas veces vi antes de dormir y en un segundo todo regresó a mí como una escena de película en donde los llantos y gritos volvían a abrir heridas en mi corazón.Bastó ver sus ojos otra vez para que mis cicatrices volvieran a arder. Me daba miedo. Me daba nostalgia. Me daba compasión, pero me dolía al mismo tiempo.—Hija —balbuceó entre sollozos—. Bella, hija mía.Más que intentar descifrar lo que decía, estaba intentando descifrar su rostro bajo tanta suciedad. No podía creer lo que estaba viendo, no podía asimilar que esa se&nti
Dos horas después, la escena con mi madre aún seguía rondando mi mente, aunque intenté disfrutar al máximo mi tarde. Luego de ir comer a un lujoso restaurante en celebración de nuestro nuevo trabajo, despedimos a Mell y Javi en la puerta de su casa. Era viernes y debíamos disfrutar el fin de semana porque el lunes teníamos que empezar a asistir al trabajo, además, hacía un día hermoso, soleado y digno de alguna aventura.—¿A dónde quieres ir, princesa? —preguntó mi novio de pronto, sobresaltándome e interrumpiendo mi vista hacia el panorama, como si leyera mis pensamientos o si mis ganas de no bajar del auto se hubieran notado mucho.Sonreí.—Pudiera decirte que me lleves lejos, a un lugar donde solo estemos tú y yo —contesté en voz baja y mi sonrisa se volvió más amplia al notar su expresión&m
—Este es mi lugar favorito de la casa—susurré uniendo mi mano a la suya sin dejar de observar el paisaje hermoso que estaba frente a nosotros. Las olas del mar resonaban en cada rincón de la inmensa playa, la luz de la luna alumbraba el agua y se reflejaba en ella, el viento suave acariciaba nuestros rostros invitándonos a sumergirnos en el mar, las estrellas tintineaban fulgorosas y destellaban magia.—Mi lugar favorito de nuestra casa es donde tú estés —dijo en voz baja y acarició mi cabello con suavidad, luego depositó varios besos pequeños por toda mi cabeza—, porque desde que te conocí supe que mi lugar favorito en el mundo siempre sería a tu lado.—No sabes cuánto te amo, Alex —repuse en un murmullo porque estaba tragándome la emoción enorme que me provocaban sus palabras y hacían erizar cada parte de mi piel.&m
Dios nos había bendecido con una noche espectacular, el cielo parecía encantado, las estrellas tomaban su lugar llenando el lienzo de destellos que dejaban ver la magia y el poder de la inmensidad del firmamento. Las olas del mar eran tranquilas, la marea había bajado, el agua estaba tibia y nos envolvía con su sal. El viento era plácido y suave, nos deleitaba con su vaivén y las palmas se mecían bailando a su mismo ritmo. En aquel rincón de la ciudad y en aquella noche tan majestuosa, la playa nos acogía y nos daba un respiro de libertad, alegría y tranquilidad.Suspiré y fue imposible no sonreír al ver lo bien que lo estaban pasando los demás, eché una mirada a mi alrededor y mi corazón sintió un atisbo de paz y sosiego porque me hacía feliz verlos felices.Angie se divertía jugando con Matt en la arena, escribiendo palabras y adivinando la le
Las semanas siguientes fueron maravillosas. Los días pasaron tan rápido que ni siquiera me di cuenta cuando entré a la recta final de mi embarazo. Pasaba mis días siendo consentida por Alex, quien todos los días tenía algo nuevo para sorprenderme, desde una receta nueva de un postre innovador hasta un baile de striptease, además, no dejaba de ver videos de canciones infantiles y pasaba horas tarareándolas hasta aprendérselas y como un futuro padre responsable, veía tutoriales sobre cómo cambiar pañales y dormir bebés.La compañía de Mell y Javi me hacía tanto bien, desde que se mudaron no existía la soledad para mí, incluso, parecía que vivíamos los cuatro en la misma casa y la emoción por la llegada de mi bebé nos tenía a la expectativa. Por fortuna, mi amiga había logrado estabilizarse en cuanto a los s&iacut
Javi conducía mientras Alex me abrazaba en el asiento trasero, ya su nerviosismo había cesado un poco y se dedicaba a darme amor y ánimos asegurándome que todo saldría bien y recordándome lo mucho que nos amaba y que él estaría junto a mí en ese momento inolvidable. Aunque el doctor Smith atendía en un hospital público, había aceptado que Alex me acompañara en el parto, después de los ruegos e insistencias de mi novio y al ver lo mucho que le emocionaba la llegada al mundo de mi bebé. La ciudad vacía y las calles solitarias nos acompañaron en el trayecto hasta el hospital, el reloj daba las cinco y diez de la mañana cuando arribamos los estacionamientos. Con la ayuda de Javi y Alex fui trasladada a la sala de urgencias y después de llenar algunos papeles y de pasar por una rápida, pero incómoda revisión que dictaminó mis tres centímetros de dilatación, finalmente sería conducida hacia esas temibles puertas que acogían en su interior a más mujeres que estaban a punto de dar a
—¿’On ‘ta bebé? —preguntó Alex al mismo tiempo que tapaba su rostro con ambas manos.Mi pequeño bebé lo miraba fijamente y sonreí al ver como sus labios se curvaban cuando el rostro de su papá salía del escondite. Una y otra vez repetían el juego y yo amaba ver como sus ojitos bailaban al compás de los movimientos que Alex hacía y era feliz al ver como brillaban cuando él sonreía. No había dudas de que Alex y él estaban hechos el uno para el otro.Estábamos los tres acostados en la cama, disfrutando el calor y la brisa marina, habíamos dejado entreabierta la ventana y nos acompañaba el sonido de las olas. Era la mañana soleada de un sábado. Y a pesar de tener una cuna a su disposición, nuestro hijo prefería la cama y el regazo de sus padres.—Amo despertar así —murmur&