CAPÍTULO 88

El tiempo era tan nuestro y tan ajeno a la vez, que casi era imposible pensar en cómo transcurría tan rápido. Los días pasaban casi volando y entre una y otra cosa que hacía aún más apremiante el tiempo. Además, vivir en dos lugares era agotador; pasaba los fines de semana con Alex en el apartamento y los otros días en casa de Mell, aún no me decidía del todo a mudarme con mi novio y no porque no quisiera, sino porque mi amiga estaba siendo presa de un embarazo con todos los malestares existentes y no pensaba dejarla sola ni que pasara ese trago amargo en la soledad de su casa. Ella me había acompañado en mi travesía y mi camino en el embarazo, ahora era mi turno de demostrarle el valor de la amistad.

Aquella tarde soleada estábamos en medio de una pijamada, porque mi amiga decía y sostenía que los antojos también se manifestaban en deseos y no solo en

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