Dos horas después, la escena con mi madre aún seguía rondando mi mente, aunque intenté disfrutar al máximo mi tarde. Luego de ir comer a un lujoso restaurante en celebración de nuestro nuevo trabajo, despedimos a Mell y Javi en la puerta de su casa. Era viernes y debíamos disfrutar el fin de semana porque el lunes teníamos que empezar a asistir al trabajo, además, hacía un día hermoso, soleado y digno de alguna aventura.
—¿A dónde quieres ir, princesa? —preguntó mi novio de pronto, sobresaltándome e interrumpiendo mi vista hacia el panorama, como si leyera mis pensamientos o si mis ganas de no bajar del auto se hubieran notado mucho.
Sonreí.
—Pudiera decirte que me lleves lejos, a un lugar donde solo estemos tú y yo —contesté en voz baja y mi sonrisa se volvió más amplia al notar su expresión&m
—Este es mi lugar favorito de la casa—susurré uniendo mi mano a la suya sin dejar de observar el paisaje hermoso que estaba frente a nosotros. Las olas del mar resonaban en cada rincón de la inmensa playa, la luz de la luna alumbraba el agua y se reflejaba en ella, el viento suave acariciaba nuestros rostros invitándonos a sumergirnos en el mar, las estrellas tintineaban fulgorosas y destellaban magia.—Mi lugar favorito de nuestra casa es donde tú estés —dijo en voz baja y acarició mi cabello con suavidad, luego depositó varios besos pequeños por toda mi cabeza—, porque desde que te conocí supe que mi lugar favorito en el mundo siempre sería a tu lado.—No sabes cuánto te amo, Alex —repuse en un murmullo porque estaba tragándome la emoción enorme que me provocaban sus palabras y hacían erizar cada parte de mi piel.&m
Dios nos había bendecido con una noche espectacular, el cielo parecía encantado, las estrellas tomaban su lugar llenando el lienzo de destellos que dejaban ver la magia y el poder de la inmensidad del firmamento. Las olas del mar eran tranquilas, la marea había bajado, el agua estaba tibia y nos envolvía con su sal. El viento era plácido y suave, nos deleitaba con su vaivén y las palmas se mecían bailando a su mismo ritmo. En aquel rincón de la ciudad y en aquella noche tan majestuosa, la playa nos acogía y nos daba un respiro de libertad, alegría y tranquilidad.Suspiré y fue imposible no sonreír al ver lo bien que lo estaban pasando los demás, eché una mirada a mi alrededor y mi corazón sintió un atisbo de paz y sosiego porque me hacía feliz verlos felices.Angie se divertía jugando con Matt en la arena, escribiendo palabras y adivinando la le
Las semanas siguientes fueron maravillosas. Los días pasaron tan rápido que ni siquiera me di cuenta cuando entré a la recta final de mi embarazo. Pasaba mis días siendo consentida por Alex, quien todos los días tenía algo nuevo para sorprenderme, desde una receta nueva de un postre innovador hasta un baile de striptease, además, no dejaba de ver videos de canciones infantiles y pasaba horas tarareándolas hasta aprendérselas y como un futuro padre responsable, veía tutoriales sobre cómo cambiar pañales y dormir bebés.La compañía de Mell y Javi me hacía tanto bien, desde que se mudaron no existía la soledad para mí, incluso, parecía que vivíamos los cuatro en la misma casa y la emoción por la llegada de mi bebé nos tenía a la expectativa. Por fortuna, mi amiga había logrado estabilizarse en cuanto a los s&iacut
Javi conducía mientras Alex me abrazaba en el asiento trasero, ya su nerviosismo había cesado un poco y se dedicaba a darme amor y ánimos asegurándome que todo saldría bien y recordándome lo mucho que nos amaba y que él estaría junto a mí en ese momento inolvidable. Aunque el doctor Smith atendía en un hospital público, había aceptado que Alex me acompañara en el parto, después de los ruegos e insistencias de mi novio y al ver lo mucho que le emocionaba la llegada al mundo de mi bebé. La ciudad vacía y las calles solitarias nos acompañaron en el trayecto hasta el hospital, el reloj daba las cinco y diez de la mañana cuando arribamos los estacionamientos. Con la ayuda de Javi y Alex fui trasladada a la sala de urgencias y después de llenar algunos papeles y de pasar por una rápida, pero incómoda revisión que dictaminó mis tres centímetros de dilatación, finalmente sería conducida hacia esas temibles puertas que acogían en su interior a más mujeres que estaban a punto de dar a
—¿’On ‘ta bebé? —preguntó Alex al mismo tiempo que tapaba su rostro con ambas manos.Mi pequeño bebé lo miraba fijamente y sonreí al ver como sus labios se curvaban cuando el rostro de su papá salía del escondite. Una y otra vez repetían el juego y yo amaba ver como sus ojitos bailaban al compás de los movimientos que Alex hacía y era feliz al ver como brillaban cuando él sonreía. No había dudas de que Alex y él estaban hechos el uno para el otro.Estábamos los tres acostados en la cama, disfrutando el calor y la brisa marina, habíamos dejado entreabierta la ventana y nos acompañaba el sonido de las olas. Era la mañana soleada de un sábado. Y a pesar de tener una cuna a su disposición, nuestro hijo prefería la cama y el regazo de sus padres.—Amo despertar así —murmur&
Mi vida como mamá era hermosa, pero también complicada. Se me hacía difícil organizarme para llevar todo bien, pero sabía que sólo sería cuestión de acostumbrarme a mi nueva vida, para volver a organizar todo como antes. El último mes y medio había estado cargado de nuevas experiencias, de nuevas vivencias y sobre todo, de muchas emociones y sensaciones.Suspiré al ver a mi bebé dormido y sonreí con ternura porque tan solo unas horas atrás, habíamos ido a su segunda cita de control de crecimiento y desarrollo y el pediatra nos había felicitado por tener un bebé sano y fuerte y me sentía sumamente feliz y agradecida que así fuera, además, ya había empezado a acostumbrarse poco a poco a las rutinas de baño, comida, descanso y recreación.Me senté en la sala con un libro entre las manos, quería relaj
Me miré en el espejo y sonreí de forma involuntaria. Me sentía bonita. Acomodé el gorro bohemio en mi cabeza y me di una rápida mirada de suficiencia, orgullosa de lo que veía en el cristal, mi rostro al fin no lucía tan cansado y las ojeras finalmente habían desaparecido, después de dos meses y medio de maternidad y de luchar contra las crisis de sueño de mi pequeño Alex, todo estaba volviendo a la normalidad. —Date prisa, princesa —exclamó Alex apresurado y su voz resonó en las paredes del baño porque me hablaba desde la habitación—. Te esperamos afuera. No tardes mucho, ya eres hermosa.—Ya voy, cariño —respondí y una sonrisa afloró en mis labios al escuchar sus palabras. Me apresuré a terminar de guardar los cosméticos en la maleta y de acomodar las últimas piezas de ropa de mi beb&ea
—¿En se...? —preguntó Mell, pero no me quedé a escucharla porque ya me había ido por la misma dirección en la que esa chica, en busca de una respuesta. —¡Andrea! —exclamé en un grito, llamando la atención de los demás comensales que obviamente era gente adinerada e importante. Ella siguió caminando a grandes zancadas hasta meterse a una puerta que decía "Baños para empleados. No pase, solo personal autorizado" Por lo menos estaba en español, de haber estado en francés ni hubiese entendido. Pero... ¿Qué rayos me importaba si decía baños o que no podía pasar? En inglés, francés, español, chino, vietnamita, africano o japonés, de igual manera no me importaba. Entré con un portazo y decidida a ser lo más mordaz posible caminé hasta uno de los baños. Intentó cerrar la puerta, pero la detuve empujándola y evitando que lo lograra. Al abrirse la puerta, la divisé refugiada en una esquina. —¡No me hagas nada! —vociferó implorando misericordia—. Te lo suplico,