Mi vida como mamá era hermosa, pero también complicada. Se me hacía difícil organizarme para llevar todo bien, pero sabía que sólo sería cuestión de acostumbrarme a mi nueva vida, para volver a organizar todo como antes. El último mes y medio había estado cargado de nuevas experiencias, de nuevas vivencias y sobre todo, de muchas emociones y sensaciones.
Suspiré al ver a mi bebé dormido y sonreí con ternura porque tan solo unas horas atrás, habíamos ido a su segunda cita de control de crecimiento y desarrollo y el pediatra nos había felicitado por tener un bebé sano y fuerte y me sentía sumamente feliz y agradecida que así fuera, además, ya había empezado a acostumbrarse poco a poco a las rutinas de baño, comida, descanso y recreación.
Me senté en la sala con un libro entre las manos, quería relaj
Me miré en el espejo y sonreí de forma involuntaria. Me sentía bonita. Acomodé el gorro bohemio en mi cabeza y me di una rápida mirada de suficiencia, orgullosa de lo que veía en el cristal, mi rostro al fin no lucía tan cansado y las ojeras finalmente habían desaparecido, después de dos meses y medio de maternidad y de luchar contra las crisis de sueño de mi pequeño Alex, todo estaba volviendo a la normalidad. —Date prisa, princesa —exclamó Alex apresurado y su voz resonó en las paredes del baño porque me hablaba desde la habitación—. Te esperamos afuera. No tardes mucho, ya eres hermosa.—Ya voy, cariño —respondí y una sonrisa afloró en mis labios al escuchar sus palabras. Me apresuré a terminar de guardar los cosméticos en la maleta y de acomodar las últimas piezas de ropa de mi beb&ea
—¿En se...? —preguntó Mell, pero no me quedé a escucharla porque ya me había ido por la misma dirección en la que esa chica, en busca de una respuesta. —¡Andrea! —exclamé en un grito, llamando la atención de los demás comensales que obviamente era gente adinerada e importante. Ella siguió caminando a grandes zancadas hasta meterse a una puerta que decía "Baños para empleados. No pase, solo personal autorizado" Por lo menos estaba en español, de haber estado en francés ni hubiese entendido. Pero... ¿Qué rayos me importaba si decía baños o que no podía pasar? En inglés, francés, español, chino, vietnamita, africano o japonés, de igual manera no me importaba. Entré con un portazo y decidida a ser lo más mordaz posible caminé hasta uno de los baños. Intentó cerrar la puerta, pero la detuve empujándola y evitando que lo lograra. Al abrirse la puerta, la divisé refugiada en una esquina. —¡No me hagas nada! —vociferó implorando misericordia—. Te lo suplico,
Quince años atrás…Terminé de peinar mi muñeca y sonreí satisfecha. Había logrado por primera vez en mis ocho años, hacerle dos trenzas parejas y bien tejidas; me había costado mucho, pero al fin lo había logrado.Flexioné sus piernas de hule y la senté en un carrito, estaba lista para ir de compras, pero antes de que pudiera conducirla por la pista, un ruido proveniente de la puerta me hizo sobresaltar y de inmediato me asusté, llevaba varios días escuchando ruiditos similares y temía que fuese cierto las leyendas de mi tía sobre cosas sobrenaturales que rondaban nuestra granja.Mi corazón comenzó a latir de prisa y mi rostro adoptó un color pálido, mi reflejo a través del espejo no era nada grato y mis expectativas no eran alentadoras. No obstante, me
Tú, sí tú, belleza. Que en esta aventura has reído, llorado, odiado, amado, te has enamorado y te has desilusionado, que has gritado y quizá suspirado. Sí, a ti, guapura.Que odiaste a James desde el primer capítulo (y sigues odiándolo), que amaste a Mell con sus locuras y tonterías, que amaste y te enamoraste de Alex con su romanticismo, dulzura y ternura, que odiaste a Bella por amar y confiar en James y luego la amaste y admiraste por su perseverancia y sus ganas de seguir adelante. Sí, a ti, dulzura.Quiero agradecerte con mi alma entera el haber llegado hasta aquí, el haber leído cada letra y cada palabra que salían de mi corazón. El haber seguido esta historia de principio a fin. Por darme la oportunidad de regalarte momentos de felicidad y a veces de dolor. Por darle un espacio en tu corazón y regalarle de tu valioso tiempo, por hacer un espacio en tus historias y darle la oportunidad de quedarse. Gracias por ser parte imprescindi
—Diez minutos más —supliqué con voz ronca y el corazón pendiendo de un hilo. Tenía un nudo en la garganta, sentía como un hormigueo recorría cada centímetro de mi piel y la angustia se apoderaba de mi cuerpo con cada segundo que transcurría. Los presentes me observaban con gran expectativa y en algunos rostros notaba una pizca de comprensión. La expresión de mi rostro definitivamente no era la mejor ni la más cordial, mis músculos tensados, mis mejillas empapadas en lágrimas y mi mirada puesta en la entrada delataba mi espera por un milagro. Ahí estaba yo, en el supuesto mejor día de mi vida, con el vestido más hermoso que pude haber elegido con la ayuda de mi mejor amiga: ceñido al cuerpo en la parte alta; en la baja una radiante caída esponjada que contrastaba con el encaje blanco; la cinta ataba mi cintura y moldeaba mi figura. Era realmente hermoso, desde el primer instante que lo vi, me enamoré y supe que sería el que usaría para unir mi vida a la de mi amado no
Los días siguientes no fueron los mejores, no fueron muy distintos a aquel doloroso momento que viví frente al altar. Me costaba despertar un día más; un cansino y repetitivo día más. Superar aquella decepción me estaba costando muchas noches sin dormir, días sin vivir y mucha angustia y dolor.Aquella mañana no era la excepción de una rutina segura a la que ya venía viviendo desde hacía un par de semanas. Ni sabía qué hora era imposible seguir durmiendo oyendo las voces al otro lado de la puerta. Abrí mis ojos con lentitud y fastidio. Ya me imaginaba la escena de todos los días; era predecible lo que estaba a punto de ocurrir.—¡Bella! ¡Abre la puerta! —clamó mi mamá, tocando con sus nudillos la madera dura de la puerta.Justo ese era el episodio matutino de mis días, ya había olvidado las vece
—¡Esto es una locura! —farfulló Mell por décima vez—. No sé qué hacemos aquí.—Ahhh… ¿ahora no sabes? —repliqué de inmediato—. Tú me diste la idea —susurré en mi defensa─. Fue tu idea, tu plan, tu culpa.Resopló de forma dramática y asintió no muy convencida.—Bueno sí, pero ya me arrepentí —murmuró insegura y rodó los ojos, cosa que hacía muy seguido en esos minutos que llevábamos escondidas—. Recuérdame una razón para estar aquí.—Descubrir lo que oculta James y luego hacerle lo mismo que me hizo —respondí para convencerla. Realmente era un plan que me daba curiosidad y me atraía llevarlo a cabo. La influencia de mi mejor amiga había resultado un éxito.—Todo sea por no cometer un crim
Los días siguientes transcurrieron entre molestias físicas. Tenía un malestar estomacal que me estaba torturando, además, estaba experimentando una crisis de sueño terrible y un dolor de cabeza extremo. Realmente me sentía mal, muy mal.Me levanté como de costumbre y al ponerme las pantuflas sentí un fuerte mareo, todo me daba vueltas y luego sentí un leve cosquilleo en mi vientre, me senté en el borde de mi cama y esperé unos segundos para que se normalizara el movimiento que daban las cosas ante mi vista.Sin embargo, me fue casi imposible soportar dos minutos más sentada. Allí estaba de nuevo.—¿Estás bien? —preguntó mi mamá, sosteniendo una notable expresión preocupada al entrar y verme arrodillada frente al inodoro.Una de las peores cosas que estaba pasando en los últimos tres días, había sido una oleada de náuseas y vómitos, lo que me dejaba aún peor de lo agotada y fatigada que ya estaba.—Sí, mamá. De seguro algo me cayó mal —repliqué, quitándo