CAPÍTULO 77

Podía sentir los latidos de mi corazón resonar en mis oídos como un bombeo rápido y descontrolado, mis labios ligeramente abiertos dejaron salir el aire acumulado en mis pulmones y por el micrófono se escuchó mi respiración entrecortada y un pitido ensordecedor.

—Señorita Bella, por favor —insistió el profesor Collins en un gruñido disfrazado con una risita nerviosa.

Tragué saliva

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