Salimos de la habitación tomados de la mano, y en mi bolso iba la carpeta con el documento impreso de mi discurso. Para evitar que mi novio lo leyera, había decidido guardarlo dentro de mi cartera. Toqué la puerta de la habitación de Mell y después de esperar cinco minutos sin respuesta, volví a tocar, pero con más fuerza. Ella solo gritó que aún no estaba lista y que Javi la llevaría apenas terminara de maquillarse, así que decidimos irnos primero porque no queríamos retrasarnos más.
La tarde era realmente hermosa. El cielo parecía sacado de una pintura, estaba teñido de una mezcla de colores naranja y rojizos. Amaba el ocaso, era de las mejores vistas que se podían disfrutar en la vida. En el cielo los últimos rayos del sol iluminaban el horizonte haciendo que los matices se mezclaran y formaran una preciosa combinación entre distintos tonos.
La sensación terrible en mi interior creció al instante y las náuseas no se hicieron esperar. Esa preocupación estaba acabando con la poca fuerza que me quedaba. Me senté porque ya mis piernas no podían con el peso de los nervios y la ansiedad, y cuando iba a buscar el celular para escribirle un mensaje, las luces se encendieron frente a nosotros hasta encandilarnos y las cámaras se enfocaron en nosotros.Fingí una sonrisa que me salió nerviosa y guardé la cartera, esperaba por el bien de Mell y el mío también que llegara rápido o sería yo quien terminara por despertarla a las cinco de la mañana cada día.—Buenas noches —interrumpió el profesor Collins con una voz sensual que bien podía ser usada para un comercial de ropa interior masculina. Sonreí como boba al imaginarme eso, pero interrumpió mis pensamie
Podía sentir los latidos de mi corazón resonar en mis oídos como un bombeo rápido y descontrolado, mis labios ligeramente abiertos dejaron salir el aire acumulado en mis pulmones y por el micrófono se escuchó mi respiración entrecortada y un pitido ensordecedor. —Señorita Bella, por favor —insistió el profesor Collins en un gruñido disfrazado con una risita nerviosa. Tragué saliva
—Amy Queen, tenía una enfermedad terminal; una terrible enfermedad que había invadido su cuerpo de forma silenciosa, y esa noche se enteró de su existencia; y quisiera que reflexionáramos sobre nuestras emociones y sobre cómo reaccionaríamos ante una situación tan angustiante a sabiendas que nuestra vida está comprometida y… no solo la nuestra, también la de un bebé que crece inocentemente en nuestro vientre. —Pasé de forma inconsciente mi mano por mi vientre y bajé mi mirada para dejar escapar una lágrima y evitar ser vista por el público—. Las angustiantes palabras llenas de dolor de Matt Scott, relatan que cuando la doctora llamó para informar acerca de los resultados, él iba conduciendo el auto, e intentó calmar a su novia proponiéndole abrir el sobre cuando llegaran a casa… pero Amy nerviosa y aterrada por lo que sucedía, lo abrió; desatando así un total caos en el que el resultado fue la pérdida de control del volante de un auto en medio de una avenida repleta de autos; un dol
Los minutos siguientes transcurrieron con mucha brevedad y en un abrir y cerrar de ojos, le correspondía a mi amiga exponer su discurso. Se levantó algo temblorosa y sonreí a pesar de que mis ojos seguían empapados en lágrimas, ella me miró al pasar frente a mí y le lancé un beso en el aire antes de que se encaminara hasta el estrado.—Buenas noches. Mi nombre es Mellisa Rush —pronunció a través del micrófono y tan segura de sí misma, que hizo callar rápidamente al público—. Esta noche quiero abordar un tema sensitivo y que he vivido muy cercanamente. —Miró hacia el frente y no pude ver bien sus expresiones porque solo podía verla de perfil. Se veía preciosa. Su vestido turquesa ceñido en la parte alta y con esa caída en corte campana le quedaba espectacular combinado con esos tacones negro de punta fina que la hací
Esas palabras retumbaron en mis oídos y me apresuré a dar los pasos necesarios hacia adelante hasta llegar a la esquina donde terminaba la pared. Mis labios dejaron salir un sollozo cuando la vi allí, agachada en un rincón tapando su rostro con las manos y negando con su cabeza. Javi a su lado intentaba calmarla y su expresión denotaba lo preocupado que estaba al ver cómo su amada esposa lloraba sin consuelo. Sabía que algo no estaba bien. Tal vez su crisis de pánico escénico solo había empeorado con la noticia de que tendría que estar diariamente frente a miles de televidentes, quizás la impresión de haber ganado un premio tan importante la había hecho volver a sumirse en esa fobia a la multitud. —¿Qué sucede? ¿Qué tienes, Mell? —pregunté de inmediato y aunque mis piernas estaban débiles y mi equilibrio no era el mejor con esas sandalias, mis pies lograron apresurarse hasta ella. Al escuchar mi voz levantó su cabeza y se puso de pie al instante. La m
La noche era realmente hermosa. El cielo tapizado de colores oscuros hacía que la luna se viera mucho más brillante; las estrellas resplandecían en un manto de destellos centelleantes que se mezclaban en un juego perfecto entre los tonos pincelados del firmamento. Era magia; una noche mágica. Unas manos se posaron en mi cintura y me giré de inmediato para descubrir esos ojos hermosos que me hacían estremecer. Los últimos minutos había pasado contemplando la belleza apoteósica de la noche, que había olvidado que estaba en el jardín del hotel esperando que Alex terminara de hablar con uno de sus jefes que también había asistido al evento.—Es hermoso que me feliciten por tener por novia a la ganadora de la noche, pero es aún más hermoso saber que siempre lo has merecido, no solo ahora… siempre has sido la mejor —susurró y esbozó
Los minutos siguientes estuvieron repletos de besos, sonrisas y caricias dulces; hasta que mi novio esbozó una sonrisa y al notar su mirada emocionada supe que algo se traía entre manos. —¿Quieres conocer nuestro apartamento? —cuestionó sonriente—. ¿Me acompañas, mi amor? Asentí con rapidez, aunque, a decir verdad, él no esperó mi respuesta porque tomó mi mano y me guio hasta el elevador. Nuestras miradas dentro del ascensor eran de emoción total y una complicidad tierna, ni siquiera yo podía creer que eso estaba sucediendo. Apenas salimos del elevador, Alex me condujo por un elegante y espacioso pasillo del piso ocho y me señaló la puerta del final. Sacó las llaves que había visto al bajar del auto y negué con la cabeza, seguía sin poder creer que él había sido capaz de hacer todo eso. —Quiero que lo abras tú, princesa —susurró con voz dulce, dejó un pequeño beso en mi cabeza y después extendió las llaves. Me negué de inmediato, no podía hacerlo.
Mi corazón bombeaba tan fuerte que en mis oídos podía escuchar su fragor y se unía al sonido de nuestras respiraciones jadeantes. Alex depositó mi cuerpo con suavidad en la cama y de inmediato sentí la comodidad acoger mi espalda, aunque ninguno de los dos dijo nada, no cabían las palabras en ese momento tan ansiado por ambos, excepto gemidos débiles provenientes de aquella mezcla de nuestras bocas que seguían conociéndose como nunca antes lo habían hecho, envueltas en besos cargados de una excitación realmente intensa. La posición no era muy cómoda para él, porque como mi vientre ya estaba bastante grande, debía mantenerse arqueado para no dej