CAPÍTULO 23

El tiempo se detuvo ante mis ojos y cada segundo parecía arrastrarme consigo hacia el mundo del olvido, mi corazón empezó a rugir con fuerza y mi cuerpo se vio afectado por un tsunami de debilidad y decepción.

—¿Decían algo sobre mi prometido? —agregó sarcásticamente y entrecerró sus ojos un poco—. Creo que definitivamente, ustedes sobran en esta sala.

Mell abrió sus ojos y dio un par de pasos hacia al frente, pero la tomé por el brazo, impidiendo que cometiera una locura.

De pronto, el sonido ensordecedor de una música nos sobresaltó y al girarnos, pude ver de qué se trataba. Era un grupo de mariachis que se acercaban a paso lento por el largo pasillo y con la mirada puesta en nosotras, eran guiados por un par de enfermeras que dejaban caer pétalos de rosa a medida que caminaban. La señora Queen me miró y luego quitó su

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