Me sentía sumamente nerviosa. En mi mano tenía los exámenes y en la otra, la tarjeta de control que me habían dado el día que supe que estaba embarazada, al verla me sacaba un suspiro cada vez que leía mi nombre y recordaba el porqué estaba sentada frente a la puerta de ese consultorio.
Miré de reojo a mi mejor amiga que estaba más nerviosa que yo, no dejaba de mirarme a cada rato, jugaba con sus dedos y movía sus piernas frenéticamente como si se tratase de ella toda esa situación.
A nuestro alrededor había tres parejas, una de ellas con cinco niños a los que veía jugar con algunos juguetitos que habían llevado, de repente empezaron a pelearse. El papá trató de separarlos y uno de los niños quedó llorando por cederle al otro, un carrito rojo.
¿Cómo se era un buen padre? O en mi caso ¿una buena madre? No
Podía sentir el sol tenue de la tarde iluminar mi rostro con sus colores rojizos; el susurro del viento en mi oído que soplaba una suave melodía y que fungía como animador de mis pensamientos; el caer alterno de las hojas y el siseo de las ramas al bailar con el suave movimiento que provocaba la brisa. Miré hacia uno de mis lados para encontrarme con un hermoso parque que me recordaba los días en que mis preocupaciones solo eran los raspones de rodillas y los regaños de mamá.Mi celular empezó a sonar, la canción No Vacancy de One Republic se acompasó con el susurro del viento, logrando que me sobresaltara y que diera un brinquito en el lugar donde me encontraba sentada. Rápidamente saqué el celular de mi bolso que llevaba en mi hombro, al echar un vistazo a la pantalla vi que era una llamada de Mell. ¿Es que acaso no podía entender que necesitaba estar s
Luego de tantas cosas acumuladas, con ese acontecimiento mi mundo se terminaba de caer a pedazos. No podía estar pasando, ¡no en ese momento!—Tienes que estar tranquila —pidió Mell, sentándose a mi lado en una de las sillas de la panadería y apretó mi mano con fuerza—. En serio, estar así solo te hace daño, el doctor lo dijo.—¡¿Tranquila?! ¿Cómo voy a estar tranquila? ¿Te das cuenta de lo que está pasando? — grité alterada y llamando la atención de los demás. Todos me miraban asustados, pero no me importó porque mi situación era más grave ahora, que unas cuantas miradas curiosas.—Lo siento mucho, Bella —murmuró Mell y se levantó de su silla, luego se acercó y me abrazó con fuerza—, y no estás sola en esto.Yo aún no podía
Tras esos gritos furiosos, ambos nos sobresaltamos y logramos separarnos de golpe para ver lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor. Al echar un vistazo, vi que Fernanda se encontraba a un lado, con una expresión bastante tensa, pero Mell estaba al otro lado, roja como una fresa madura y con los labios fruncidos debido al enojo. Sus miradas de desconcierto me hicieron caer en cuenta de lo que había estado a punto de hacer y resoplé.—Bella, vámonos —dijo mi amiga en un gruñido y me tomó por el brazo.Me dejé guiar hasta su auto y antes de subirme, miré con cautela hacia donde estaba James, él levantó una mano y lanzó un beso en el aire, luego su madre sacudió sus mejillas con rabia y comenzó a hacer algunas señas con sus manos, como riñéndolo por lo que había acabado de suceder.Cerré mis ojos y me subí al auto, sab
Me quedé helada por unos segundos y mi aliento se congeló; mis piernas se debilitaron y mis palpitaciones se aceleraron.De todas las personas en el gigantesco mundo y planeta Tierra no había previsto que pudiera ser él. No había imaginado su presencia ni en mis peores pesadillas, no podía ser James...—¿Cómo están? —volvió a preguntar, pero esta vez en un susurro en mi oído que me erizó los vellos de la espalda y me provocó una sensación de cosquilleo por toda la piel, sin embargo, cerré mis ojos y apreté mis puños. La noche anterior había tomado una decisión a mi encrucijada y estaba dispuesta a sostenerla.—¿Se puede saber desde cuándo te importa? —espeté grosera y apuré mi paso haciendo como si no estuviera a mi lado—. El día que nos vimos ni siquiera preguntaste
El tiempo parecía detenerse en mi mente, con cada paso que ella daba; tenía miedo de decir la verdad, sabía que, si algo le pasaba a Alex, la única culpable sería yo y que podía enfrentar cargos ante la ley, que quizás no merecía del todo, pero que estaba segura que los señores Queen impondrían solo por venganza. Al llegar, se cruzó de brazos y sus ojos denotaban una mirada inquisidora y recelosa. Mis nervios estaban alterados, y Mell me observaba en busca de alguna ayuda, pero ninguna de las dos nos atrevimos a mirarla fijamente. —¿Quiénes son ustedes? —repitió la pelinegra, en tono desafiante. Mi mente no paraba de maquinear, necesitaba encontrar una respuesta que no pusiera en riesgo mi seguridad; tenía que proteger a mi hijo. Respuestas esporádicas iban apareciendo y ninguna me convencía en su totalidad. ¿Y si decía que era la camarógrafa de algún programa de cámaras indiscretas? ¿Tal vez la presentadora? ¿O quizás la chica que vendía tamales? ¿La
Habían transcurrido un par de días desde que Alex me había hecho esa propuesta descabellada y aún seguía sin saber qué hacer. Solo había podido pensar en lo lindo que se sentía estar a su lado y en recordar cada instante de esos momentos que habíamos pasado en el hospital.Aquella mañana, me levanté como de costumbre y mientras me vestía y maquillaba para ir a mi trabajo, mi amiga entró y se posicionó en el marco de la puerta, con una mirada nerviosa.—¿Qué vas a hacer? —preguntó impaciente, sin dejar de mirar cada movimiento que hacía—. ¿Ya tomaste una decisión?Terminé de ajustar mi pantalón y fruncí los labios.—¿En serio crees que sé que voy a hacer? —musité con fastidio y acto seguido rodé los ojos—. Mell, esto es una locura.
Tres días más tarde, me levanté con esas náuseas que tanto odiaba. Las matutinas eran las peores, porque me levantaba aún dormida y directo al baño a vomitar. Pero nada era suficientemente malo como para apagar el amor y la felicidad que sentía al pensar en mi pequeño hijo. —¿Estás bien? —preguntó Mell preocupada, de pie en el umbral de la puerta. —Eso creo, estos vómitos no me sueltan —respondí con dificultad e intenté levantarme del suelo, pero no pasaron ni cinco segundos, cuando mi estómago pedía expulsar de nuevo. Esta vez Mell salió disparada y me recogió el cabello atrás de mí, porque mis ondas amenazaban con caer sanitario. —Tranquila, cariño, todo está bien —murmuraba y daba palmaditas en mi espalda. Después de secarme la boca con una toalla de papel, me levanté aún aturdida y Mell me sostuvo para que no me cayera, cepillé mis dientes con fuerza para quitar esa sensación horrible de mi garganta y el sabor amargo de mi boca. —¿Estás me
El tiempo se detuvo ante mis ojos y cada segundo parecía arrastrarme consigo hacia el mundo del olvido, mi corazón empezó a rugir con fuerza y mi cuerpo se vio afectado por un tsunami de debilidad y decepción.—¿Decían algo sobre mi prometido? —agregó sarcásticamente y entrecerró sus ojos un poco—. Creo que definitivamente, ustedes sobran en esta sala.Mell abrió sus ojos y dio un par de pasos hacia al frente, pero la tomé por el brazo, impidiendo que cometiera una locura.De pronto, el sonido ensordecedor de una música nos sobresaltó y al girarnos, pude ver de qué se trataba. Era un grupo de mariachis que se acercaban a paso lento por el largo pasillo y con la mirada puesta en nosotras, eran guiados por un par de enfermeras que dejaban caer pétalos de rosa a medida que caminaban. La señora Queen me miró y luego quitó su