Me quedé helada por unos segundos y mi aliento se congeló; mis piernas se debilitaron y mis palpitaciones se aceleraron.
De todas las personas en el gigantesco mundo y planeta Tierra no había previsto que pudiera ser él. No había imaginado su presencia ni en mis peores pesadillas, no podía ser James...
—¿Cómo están? —volvió a preguntar, pero esta vez en un susurro en mi oído que me erizó los vellos de la espalda y me provocó una sensación de cosquilleo por toda la piel, sin embargo, cerré mis ojos y apreté mis puños. La noche anterior había tomado una decisión a mi encrucijada y estaba dispuesta a sostenerla.
—¿Se puede saber desde cuándo te importa? —espeté grosera y apuré mi paso haciendo como si no estuviera a mi lado—. El día que nos vimos ni siquiera preguntaste
El tiempo parecía detenerse en mi mente, con cada paso que ella daba; tenía miedo de decir la verdad, sabía que, si algo le pasaba a Alex, la única culpable sería yo y que podía enfrentar cargos ante la ley, que quizás no merecía del todo, pero que estaba segura que los señores Queen impondrían solo por venganza. Al llegar, se cruzó de brazos y sus ojos denotaban una mirada inquisidora y recelosa. Mis nervios estaban alterados, y Mell me observaba en busca de alguna ayuda, pero ninguna de las dos nos atrevimos a mirarla fijamente. —¿Quiénes son ustedes? —repitió la pelinegra, en tono desafiante. Mi mente no paraba de maquinear, necesitaba encontrar una respuesta que no pusiera en riesgo mi seguridad; tenía que proteger a mi hijo. Respuestas esporádicas iban apareciendo y ninguna me convencía en su totalidad. ¿Y si decía que era la camarógrafa de algún programa de cámaras indiscretas? ¿Tal vez la presentadora? ¿O quizás la chica que vendía tamales? ¿La
Habían transcurrido un par de días desde que Alex me había hecho esa propuesta descabellada y aún seguía sin saber qué hacer. Solo había podido pensar en lo lindo que se sentía estar a su lado y en recordar cada instante de esos momentos que habíamos pasado en el hospital.Aquella mañana, me levanté como de costumbre y mientras me vestía y maquillaba para ir a mi trabajo, mi amiga entró y se posicionó en el marco de la puerta, con una mirada nerviosa.—¿Qué vas a hacer? —preguntó impaciente, sin dejar de mirar cada movimiento que hacía—. ¿Ya tomaste una decisión?Terminé de ajustar mi pantalón y fruncí los labios.—¿En serio crees que sé que voy a hacer? —musité con fastidio y acto seguido rodé los ojos—. Mell, esto es una locura.
Tres días más tarde, me levanté con esas náuseas que tanto odiaba. Las matutinas eran las peores, porque me levantaba aún dormida y directo al baño a vomitar. Pero nada era suficientemente malo como para apagar el amor y la felicidad que sentía al pensar en mi pequeño hijo. —¿Estás bien? —preguntó Mell preocupada, de pie en el umbral de la puerta. —Eso creo, estos vómitos no me sueltan —respondí con dificultad e intenté levantarme del suelo, pero no pasaron ni cinco segundos, cuando mi estómago pedía expulsar de nuevo. Esta vez Mell salió disparada y me recogió el cabello atrás de mí, porque mis ondas amenazaban con caer sanitario. —Tranquila, cariño, todo está bien —murmuraba y daba palmaditas en mi espalda. Después de secarme la boca con una toalla de papel, me levanté aún aturdida y Mell me sostuvo para que no me cayera, cepillé mis dientes con fuerza para quitar esa sensación horrible de mi garganta y el sabor amargo de mi boca. —¿Estás me
El tiempo se detuvo ante mis ojos y cada segundo parecía arrastrarme consigo hacia el mundo del olvido, mi corazón empezó a rugir con fuerza y mi cuerpo se vio afectado por un tsunami de debilidad y decepción.—¿Decían algo sobre mi prometido? —agregó sarcásticamente y entrecerró sus ojos un poco—. Creo que definitivamente, ustedes sobran en esta sala.Mell abrió sus ojos y dio un par de pasos hacia al frente, pero la tomé por el brazo, impidiendo que cometiera una locura.De pronto, el sonido ensordecedor de una música nos sobresaltó y al girarnos, pude ver de qué se trataba. Era un grupo de mariachis que se acercaban a paso lento por el largo pasillo y con la mirada puesta en nosotras, eran guiados por un par de enfermeras que dejaban caer pétalos de rosa a medida que caminaban. La señora Queen me miró y luego quitó su
De pronto un estrepitoso trueno resonó en el cielo y retiré mi mano con brusquedad y temor, la luz empezó a parpadear debido a una falla eléctrica por el gran rayo que había caído bastante cerca. La sonrisa maquiavélica que se dibujó en el rostro que tenía frente a mí, me causó un gran pánico, pero controlé mi respiración e intenté calmarme, mientras las luces iban y venían, se escuchaban algunos gritos de terror, que solo me hacían estremecer aún más; hasta que segundos más tarde se normalizó la electricidad y las lámparas se encendieron con normalidad.Llevé una mano a mi pecho en un gesto de alivio porque ya el momento de una escena de terror había terminado; sin embargo, seguía teniendo al monstruo frente a mí y su sonrisa irónica no se borraba.—¿Creíste que
Los latidos de mi corazón eran amenazantes y mi mente se nubló un poco. Estaba en un gran aprieto si mi jefe se enteraba de que estaba mezclando mi vida personal con mi trabajo, a fin de cuentas, Matt debía velar por la seguridad de la panadería y yo estaba atrayendo con mi presencia a un delincuente.—¿Quién es James? —repitió Matt con insistencia y me miró extrañado, frunció un poco el ceño y añadió—: ¿Puedes decirme qué es lo que sucede?Estaba en medio de un lío, pero si no decía le verdad me podía ir peor, además, tarde o temprano de la boca de esos policías iba a salir la verdad y yo quedaría como una mentirosa, y eso tampoco me ayudaría tanto para mantener mi trabajo. De modo que, restregué mis ojos un poco y aclaré mi voz con un leve carraspeo.—Matt, es una histori
Me quedé inmóvil, el miedo empezó a correr por mis venas y el temor me empezó a erizar la piel. La voz de mi jefe sonaba extraña, fría pero afligida y eso solo hacía que los latidos de mi corazón se aceleraran con una fuerza incontrolable.—No lo entiendes. No puedo controlarme, es tan hermosa; pero me hierve la sangre porque no soy digno de su corazón, merece más que esto, me da miedo hacerle daño. Ella merece más de lo que soy, un...—¿Tu mamá no te enseñó que las conversaciones privadas no se escuchan? —preguntó en un murmullo una voz sarcástica detrás de mí, haciéndome sobresaltar y me giré rápidamente, hasta encontrar a Julia de brazos cruzados y mirándome con mordacidad.Le lancé una mirada de odio y moví un poco mis labios. Intenté aguzar el oíd
Decidí no contarle ese acontecimiento a mi amiga, después de todo, bastante tenía con todo lo demás que había sucedido y si le confesaba que las sospechas acerca de mi jefe eran ciertas, solo reafirmaría su miedo y a la vez, el mío.Mi mente estaba enredada entre tantas raíces de un árbol de obstáculos que cada vez crecía más y que los demás regaban con sus tonterías, haciéndolo frondoso y casi ocupando completamente la fuerza de voluntad que me quedaba.—Es una gran basura —dijo Mell de repente—, no puedo esperar el día que lo vea podrirse en una celda tan asquerosa como él.Resoplé y enredé unos cuantos macarrones en mi tenedor. Me encontraba cenando al lado de Javi y Mell y solo podía pensar en todo lo que había vivido ese día.—Mi amor, quisiera decirte que eso será posible; pero conozco a los Carter desde hace muchos años y siempre se salen con la suya. Es casi imposible que un Carter sea encontrado culpable, rec