CAPÍTULO 3

—Luciana despierta, vamos cariño hoy iras conmigo al hospital.

Sentía como movían levemente mi cuerpo, pero me negaba a despertar.

—No —susurré dándole la espalda.

¿Acaso no tenía tres hijos más? ¿Por qué todo era yo?

—Luciana Licciardi Davis, te levantas de esa cama o juro que te levantaré como la última vez.

Grité de frustración y me levante de inmediato. No quería que pasara eso de nuevo...jamás.

¿Qué clase de madre levanta a su hija con agua totalmente fría y cubos de hielo en ella?

—Puedo demandarte por ello, ¿Lo sabes verdad?

—Quiero verte intentándolo —se cruzó de brazos viéndome fijamente.

—Pues te quedaras con las ganas, ¿Cómo demandaría a la ma... —mi vista se dirigió al reloj que tenía en la mesa de noche y me detuve abruptamente—. ¡Es domingo! ¡Mamá es domingo y son las cinco! ¿Acaso me odias mujer?

Ella solo sonrió y salió de la habitación.

— ¡En veinte te quiero abajo! —gritó antes de cerrar la puerta.

Me levanté golpeando a todo lo que se me atravesara en el camino. No había ni un día en que pudiera dormir hasta tarde. Si no me tocaba clases en la mañana, recibía clases con mi entrenador. Si tenía clases en la mañana, en la noche tenia clases con mi entrenador. Esperaba descansar los domingos, pero nunca era posible por lo visto, siempre era uno de mis padres ocupando que los ayudara.

Me pregunto de nuevo, ¿Acaso no tienen tres hijos más?

—Esto es mucho —murmuré yendo al baño a ducharme.

Ya duchada, fui hasta mi armario y me vestí con el uniforme del hospital, agarré la bata, el fonendo, mi cuaderno de apuntes y los coloque en mi mochila.

No me maquillaría, a la mierda todos.

Al pasar por las habitaciones de mis hermanos una gran envidia al saber que estaban durmiendo me lleno.

No era justo.

Me devolví corriendo hacia mi habitación con una sonrisa en mi rostro, busque mi megáfono y las copias de llaves que tenia de sus habitaciones.

Algo que ellos, ni nadie sabía, era que le tenía copia a todo. Ya saben, por si alguna vez ocurre alguna urgencia.

Entré a la habitación de Luciano con la copia que había hecho, y abrí mis ojos sorprendidos al ver a mi hermano con una de las mujeres que trabajaban en la casa.

¿Por qué yo no sabía sobre eso? Tenía mucho que explicarme cuando llegara del hospital.

Me les acerque lo más que pude, puse el megáfono cerca de mi boca, tome aire, y grite.

— ¡Despierta de esa cama maldito holgazán! ¡Y tu señorita, a trabajar que el dinero no se hace solo!

Ambos saltaron en su lugar, lo que era una señal para que saliera corriendo. Rápidamente entre a la habitación de Leandra, me calme y camine hacia ella. Pero cuando la vi, sentí pesar por levantarla tan temprano.

—Pero si se ve de lo más lindo durmiendo —murmuré—. No la levantaré... O tal vez sí.

Me acerque a ella y cuando estaba por gritar, unos brazos me agarraron de la cintura y me llevaron fuera de aquella habitación.

Liam.

—No la vas a levantar, se quedó hasta tarde terminando todas sus tareas.

—Per...

—Sin peros Luciana, madura un poco —me regaño—. Ahora baja que mamá te está esperando.

—Llegara el día en que te levantare con un súper megáfono —prometí, pero el solo se rio irónico.

—Recuerda, yo no duermo.

Y dicho esto se fue hacia su habitación. Mi corazón se oprimió al escucharlo, parpadee varias veces para no llorar.

Yo nunca lloraba.

Decidí bajar, y solo sonreí ante la cara de disgustada de mi madre.

—Tienes cinco minutos para desayunar —asentí, tomando asiento al lado de ella.

— ¿Papá? —pregunte con mi boca llena.

—No hagas eso, es desagradable. El estúpido está durmiendo —respondió enojada—. ¿Te parece justo que lo esté haciendo?

—Claro que no, tengo esto mami —le señale el megáfono—. Antes de irnos podríamos levantar a papi.

— ¿Ya te dije que te amo? —preguntó.

— ¿Ya te dije que yo también te amo? —sonreímos cómplices y nos dispusimos a terminar de desayunar.

 [...]

—Lo siento mucho mi amor.

—No importa mamá, aún nos queda muchos años para poder hacerlo.

Justo cuando íbamos a levantar a mi padre, recibió una llamada del hospital. La necesitaban en urgencias, así que ya estábamos llegando.

—Espérame en mi oficina y no te muevas de ahí hasta que vuelva. Cuando vuelva tendremos una charla sobre la sexualidad y los métodos anticonceptivos—comentó, para después salir corriendo del automóvil cuando este se detuvo.

¿Cómo haría para evitarlo?

—Mándale saludos a Valentino de mi parte —el chofer asintió y me bajé.

Me quede unos minutos pensando en sí debería entrar, o irme y continuar durmiendo.

¿Qué excusa podría darle si me fuera?

Si mi madre se enterará que estaba planificando, le diría a papá. No quería tener problemas con él, en estos últimos días he tenido muchos como para agregarle una cereza al pastel.

Respire hondo y solté el aire tratando de tranquilizarme.

Observe las calles, encontrando estas un poco transitadas, entre las personas pude distinguir a Alessandro.

¿También aquí me lo encontraría? —pensé, sonriendo internamente.

Arrugue mi ceño al ver dos hombres muy sospechosos a un par de metros de él. Cuando uno de ellos se tocó la pretina del pantalón, pude ver la figura de un arma...lo iban a matar, y por la espalda. Cobardes.

¿Haría algo? ¿Lo salvaría?

— ¡MI AMOR! —Grité, atrayendo la atención de todas las personas que se encontraban alrededor, incluso de Alessandro mismo y de esos tipos—. ¡Sí! Claro que me caso contigo.

Corrí hacia él y lo abrace. La gente se había detenido a ver lo que sucedía.

Sus grandes manos rápidamente se pusieron en mis caderas para alejarme.

—Dente estúpido —susurré sonriendo—. Tienes a dos hombres persiguiéndote, uno de ellos o los dos tienen armas, te van a matar, así que a menos que no quieras morirte, sígueme la corriente.

Al terminar, sus manos subieron a mi cintura correspondiéndome el abrazo.

Me separe, y volteé a mirar a las personas.

—Fue a revisar unas radiografías y me encontré con muchas de ellas formando la palabra, "¿Te quieres casar conmigo mi amor?"  ¡¿Acaso no es el mejor futuro esposo que puede haber?!

"Que romántico".

"Yo quiero que a mí me pase algo igual".

"Ese hombre es verdaderamente sexy".

Escuchaba sus murmullos y solo hacían que mi sonrisa creciera cada vez más.

— ¿Y el anillo mi amor? ¿Dónde está el anillo? —cuestioné moviendo mis dedos. En su mirada sabía que quería matarme, se estaba conteniendo, pero que hermoso.  

—Estaba colgando de unas de las radiografías, pero que tonta eres mi amor para no verlo —me dio un golpe en la cabeza sonriendo cínicamente—. Ven, te lo mostraré.

Agarre su mano, no sin antes voltearme y ver como esos dos hombres miraban con rabia a Alessandro.

Entramos a la clínica y lo lleve hasta el despacho de mi mamá, todo esto aun con nuestras manos entrelazadas.

— ¿Qué? ¿Acaso te gustó mucho mi mano y por eso no la sueltas aun? —alce una ceja.

 Sonreí cuando hizo su gesto de asco e indiferencia hacia mí. 

—Maldita loca —me soltó rápidamente.

—Pues esta maldita te acaba de salvar y necesita un favor tuyo—me cruce de brazos—. Favor se paga con favor.

— Ah, ¿sí?

—Sí, por lo visto trabajas aquí. Mira, necesito que

Me detuve, al ver como su mano tapaba mi boca.

—No soporto escuchar tu voz por más de un minuto, cállate —aparte su mano de mi boca.

— ¿Acaso no puedes mantener tus manos quietas? Buscas cualquier momento para tenerlas encima de mí.

—Ya quisieras eso —bramó dirigiéndose a la puerta.

—Yo no, pero tú sí. Me harán exámenes para saber si estoy planificando, quiero que hagas tu magia y salgan negativos.

— ¿Qué? Pillaron a la niña de papi en cosas sucias.

—No, supieron que tenía un lubricante —se volteó, recorriéndome con la mirada—. No.

— ¿No?

—No tendré sexo contigo, así que no me mires de esa forma. 

— ¿De qué forma te mire? —cuestionó.

—Por un momento me deseaste, tus ojos se oscurecieron un poco. No te culpo, este uniforme me hace ver sexy y provocativa, aunque no te fijes mucho en mi rostro, está hecho una mierda —me observo fijamente, haciéndome rodar los ojos.

—Sí, está hecho una completa mierda —sonrió, cruzando sus brazos.

Que brazos tan fuertes.

—Tengo que admitir que cuando te vi por primera vez también me paso lo mismo, eres súper guapo y ardiente. Apuesto a que eres de los que no se sacian tan rápido, ¿Cuánto dura una persona como tú?

—Maldita sea, ¿No te cansas de ser tan directa?

—Lo siento, es un defecto —sonreí—. Bueno, ya te tienes que ir. Mi madre llegara pronto y no quiero que te vea en su oficina.

— ¿Qué? ¿Tu madre es la dueña de este hospital?

—Sí, ¿Por qué?

Se encogió de hombros.

—Hare lo que me pides —soltó enojado—. Nunca he recibido ningún favor, y es por esto mismo. Olvídate que me ayudaste, olvídate de todo lo que acabo de pasar.

—Imposible —me acerque un poco y confesé—. No podría olvidar lo bien que se sintió estar cerca de ti.

— ¿Y ahora te drogas? —inquirió llevando su mano a mi cintura y acercándome bruscamente a él.

—No, pero podría drogarme con tu cuerpo —fije mi vista en sus labios, cuando su rostro se acercó lo suficiente para que nuestras respiraciones se mezclaran, me aparte—. Lastimosamente no eres mi tipo, Addio Alessandro. 

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