CAPÍTULO 72
Después del desayuno, le dijo a Max que se quedaría en casa para trabajar sobre unas cosas con Seda, algo que no era mentira, simplemente evitó decirle la hora en la que ambas debían comunicarse. Como no debía ir al museo ni al castillo, tampoco a la sede Davison, salió del apartamento y tocó la puerta del piso vecino. Eran las 09:00 horas cuando B.J abrió. La mujer arrugó el entrecejo, no esperaba que él le abriese, sino otro guardaespaldas.

—¿B.J? Ehh…, buen día.

—Buen día, señora Davis.

—Ay, por dios, ¿cuándo te acostumbrarás a llamarme Carla? Caaaarla. Carla. —Él sonrió, luego cambió su expresión, apenas, haciéndole la famosa pregunta de empleado-jefa: ¿en qué puedo servirle?—. Quería hacer unas compras y necesitaba ayuda. Vine por eso. ¿Dónde está el yogurín? —Así le decía ella a Boreanaz.

—Está de permiso.

—Es extraño verte por estos lares a esta hora. ¿También estás de permiso?

—No, ya iba de salida —ciertamente, él vestía de oficina, todo de negro, como el hombre de segur
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