Lenis quería que George se incorporara en el caso de Daniel en cuanto pudiera. Los nuevos padres contrataron a dos ayudantes, una señora para la cocina y las tareas del hogar y otra para fungir como niñera y asistente experta en todo los asuntos de la maternidad, como el cambio de sueño del bebé, así como su cuidado y alimentación, sabiendo ambos, gracias a los cursos prenatales que hicieron, que los primeros meses de vida son los más delicados, pero el abogado quería quedarse en casa al menos dos meses enteros, por lo que Maximiliano pensaba que Daniel tenía mucha suerte. La asistente de Miller hacía bien su trabajo, pero nada como tener activo al abogado estrella que pudiera hacer todas las preguntas e interrogatorios pertinentes y que viera de cerca la investigación en curso. No importaba. Para los tres jefes, lo relevante era que el nuevo integrante de la familia estuviese bien y si tenían que detener toda operación, o ralentizarla, lo harían. Además, Daniel estaba comportándose d
—¡Échate para alla! Todavía me falta lo mejor.Max alzó las manos en disculpa, aceptando esa especie de regaño y se dirigió al baño para asearse.—¿Me buscas unas bragas? No me voy a poner estas. —Ella lanzó la tela que acababa de recoger del suelo de la cocina, que a pesar de estar todo pulcro, le daba idea que sus partes íntimas hicieran contacto con la tela.—Como usted diga, señorita de Bastidas.Ella se rió, ya él venía haciendo esa broma de mencinar el apellido. Lo que Carla no sabía, era que él no lo hacía por chiste, por el contrario, adoraba llamarla así, el detalle estaba en entender que aún no veía momento para decírselo, así como muchas otras cosas.Max se sentó en una de las sillas altas y la observó haciendo algo en las hornillas. Ella le indicó que no podía mirar, pero obviamente él lo intentó, aún más sabiendo que todo eso era para celebrar su nacimiento.Por fin se volteó hacia él con una bandeja plana en las manos, llevando encima un pastel en forma de dona que ella
Quince días antes...Peter se encontraba sentado en una de las sillas de oficina que rodeaban la gran mesa central de su despacho, siendo esta en verdad el interior de un galpón y de un gran edificio gris apodado La Nave, el cual no era más que la sede principal de su agencia de seguridad, una que creó hace varios años luego de epecializarse en materia de seguridad internacional y protocolor de alto riesgo.Frente a unas grandes pantallas de computadoras, monitores conectados a varios ordenadores, rodeado de teclados y mouses, observaba cada cosa, quieto, pensativo, luego de haber revisado las pruebas que tenía frente a sí.Se encontraba acompañado por una de sus agentes estrella, Jaya Takur, apodada J.T, quien era experta en tecnología de la comunicación e investigación, actualizada con las últimas tendencias utilizadas por las mejores agencias del mundo. Ambos, callados, metidos cada uno en su investigación, analizaban todo lo que ordenaban frente a sí.La autopsia fue aprobada por
Cabreado, muy molesto, casi de miedo. Peter no podía creer que uno de los delincuentes más peligrosos que La Ciudad había tenido la desafortuna de conocer, aún siguiera haciendo daño sin importar el estar preso.No quiso decirle nada a nadie todavía, a pesar de la necesidad de mantener informado a Max y a George. Él quería corroborar bien sus sopechas, averiguando mucho más sobre ese tal Oswaldo Hurtado, quien parecía un fantasma.En aproximadamente dos semanas, Oswaldo le hizo recorrer una línea investigativa que no quería volver a tocar, puntos de la capital y contactos que había dejado atrás.Cuando Lenis Evans, la secretaria personal de su amigo Maximiliano, llegó a sus vidas, Peter se percató que el nombre de Evans debía ser falso y poco a poco las propias viscisitudes del destino, un destino que los mantendría unidos para siempre, les hizo comprender que efectivmente así era. Ella no se llamaba Lenis Evans, sino Lisa Díaz, estuvo casada con el asesor del exgobernador Jeferson Sm
Una de las cosas que más admiraba de Carla y qué más le gustaba a Max, era que ella no vestía la ropa que él mismo puso o mandó a poner en su armario, costosas prendas que él mandó a comprar, ropa que le ofrecía como regalo, pero ella siempre lo dejaba todo guardado, Carla no tocaba los pantalones, vestidos, zapatos y Max sabía que la palabra orgullo no cabía, ella no era orgullosa, simplemente Carla no veía necesario usar nada más si ya tenía su propio guardarropa, uno que pudo llevar desde La Ciudad y que, para sorpresa de suya, le funcionaba perfecto, le sentaba muy bien, todo le quedaba exquisito porque Carla siempre, demostrándoselo cada día, tenía buen gusto, solo no demasiado tiempo para usarlo absolutamente todo.Max lo empezó a corroborar nuevamente cuando vio a su esposa salir casi desfilando del pasillo de habitaciones del apartamento que compartían usando un atuendo sublime que le hacía ver sumamente elegante e incluso mucho más que cualquier vestido de fiesta que podía ha
Ya estando arriba y después de cruzar el umbral del salón, la pareja fue recibida por cada uno de los miembros de la junta directiva, exceptuando —por supuesto— al jefe de prensa, quedando aún esa vacante prevista por ocupar, luego de lo ocurrido con Brandon, él fue expulsado de la nómina.Todos rodeaban la gran mesa. Al ver llegar a los accionistas mayoritarios, se levantaron cortezmente para recibirles.—Por favor, pasen adelante —saludó la señora Romina D’Marc, jefa de publicidad y quien actualmente se encargaba de llenar un poco el hueco que dejó el periodista tras lo ocurrido en el museo.—Señor Bastidas —saludó el señor Francisco Billabond, estrechando la mano tanto del recién llegado como de su señora esposa—, déjeme expresar mis más sinceras felicitaciones en su día, a nombre de todo el equipo —siguió diciendo el jefe del departamento de relaciones públicas de Davison & Asociados—. Por favor, tomen asiento.Maximiliano miró a su alrededor, analizando el lenguaje corporal de ca
Carla ladeó la cabeza, echándola para atrás ligeramente con una sonrisa llena de dudas, junto al encogimiento de sus cejas.—¿Qué?—Imagino que tu esposo no habría querido molestarte con semejante dato y me disculpo por ser yo la imprudente de soltarlo, pero creo que debes saberlo todo sobre eso. Brandon Hial es sobrino de la esposa de tu padre, Carla. Esa es una realidad que él mismo supo desde un principio.Carla no habló durante un par de segundos.—¿Qué?Yul negó y exhaló bastante aire, removiéndose en el sillón. La edad y tanto trabajo añadieron a su espalda una cota de perenne dolor que siempre la hacía moverse cada vez que se sentaba.—Es una realidad, muchacha, disculpa de nuevo el decírtelo. Brandon fue buscado por su tía al enterarse quién era su novia. Ellos no tenían ningún tipo de cercanía, pero él siempre supo quien era su tía, por supuesto, no creerás que el periodista se enteró tarde de sus raíces. —Rió un poco con eso—. Lo que no sabía era que tú, su novia, eras hija
Carla no dejó que nadie le abriera la puerta y cuando el gardaespaldas más joven quiso ayudar, Maximiliano le hizo una seña de que no intervinera, que la dejara tranquila.Ella subió el ascensor sola, Max tuvo que recurrir a otro para llegar al piso. Ella entró sola al apartamento y azotó la puerta uno segundos antes de que él llegara, sin perderse de nada, ni de ruidos ni zapateos, mucho menos del enorme cabreo femenino.Max entró y cerró la puerta, con muchas ganas de azotarla también, pero se contuvo. Su teléfono sonaba, pero no prestó atención, ni tan siquiera lo sacó del bolsillo de su pantalón. Apenas se quitó el saco, lanzó las llaves del apartamento dentro del bowl de cristal y siguió caminando con enérgicos pasos en búsqueda de su esposa, en donde estuviese ella metida.Encontró la puerta de la habitación de Carla abierta, el bolso de mano sobre la cama, las sandalias doradas en el suelo, desparramadas como si nada, desordenadas. Escuchó agua pero no era mucha. Tocó la puerta