Maximiliano estuvo pendiente toda la noche de Carla. Sobre todo en la madrugada, luego de que Peter Embert llamara desde la ciudad para anunciar una emergencia: la muerte de Hilary Summer, la novia de Daniel Glint, o la que éste último definió ante la gente como su ex.Carla no hizo solo un reconocimiento facial al ver a Daniel en la Internet ese día. El rubio agente de seguridad, desde su oficina llamada «La Nave», envió al correo privado de Maximiliano (la misma bandeja de correos que compartía con George J. Miller) una imagen de la chica que fue pareja del fiestero, la misma mujer por la cual él mintió todo el tiempo.Carla vio la foto, Max se la mostró luego de la cena, ya estando ella más calmada de la impresión sentida al ver a Glint. En la imagen aparecía una mujer joven muy sonriente y hermosa. Carla no sabía de su fallecimiento cuando dijo “es ella”.»—Es extraño verla así de bella —comentó su esposa, agregando que tenía en su memoria a la mujer con cara de susto, de terror.
Benjamín Jarr seguía teniendo la misión de antes, pero sabía que ese diecisiete de enero estaba por terminar. Quería saber por qué Claudia Leslie Chawic seguía en la ciudad y por qué ahora se apuntaba a más cursos cuando ella misma aseguró que viajaría pronto a Europa para comenzar de lleno sus vacaciones, no tenía sentido.Él llegó a conocer a Hilary Summer, pero pocas palabras cruzó alguna vez con ella, en una de esas ocasiones que hizo migas con Daniel. A pesar de sentirse abrumado por la noticia, muy en el fondo no le sorprendía, compartiendo esa opinión con su feje directo, Peter Embert. Daniel era impulsivo y trataba a su novia con una veneración más allá de lo común. Demostraba, sin que le importase que los demás le vieran, lo celoso que era. Ahora, no solo era sospechoso de esa muerte, que los agentes casi aseguraban que en la autopsia que esperaban que se hiciese la chica arrojaría maltrato físico, y que en la investigación en curso saldrían a la luz más datos, como daños psi
—¿Estás viendo el podcast Proyecto Salvaje? —Carla llegó a la cocina con esa pregunta saliendo de sus labios, encontrando a Maximiliano tomándose un café, con una tablet encima del mármol de la encimera con su pequeño trípode para poder ver bien la pantalla.Compartieron un almuerzo después de días sin hacerlo. Ya era diecisiete, alrededor de las 13:00 horas. Maximiliano se fue a cambiar de ropa después de comer, colocándose algo ligero: un jean, botas, camisa negra con las mangas recogidas, y decidió preparar un buen café que pudiesen tomarse los dos para así conversar.—Siéntate, por favor —pidió Max.Carla se había ido a acicalar un poco, reposar la pasta que se engulló hace rato, colocándose ropa cómoda, con un leggins negro, una blusa blanca manga sisa un tanto holgada y unas bailarinas del mismo tono del pantalón de tela fina.Max la miró y detalló que esa no fue la única prenda que ella se había colocado, viendo cómo sobresalía una tira fina de licra de un color claro que no pu
A Carla le fascinaba muchísimo nadar y la última vez que lo hizo fue esa noche desafortunada en la que su vida cambió y dio un giro importante.A pesar de todo lo ocurrido y lo que estaba por enfrentar, ella entendía que los traumas se liberan enfrentándolos y regresar a la pileta y al nado era una forma de conseguirlo.No solamente llevó su bañador, el cual era una pieza doble de bikini y sostén de color dorado. También llevó su teléfono celular para no estar incomunicada y así, de igual manera no sentirse completamente sola, aunque cuando nadaba, solía preferir hacerlo de esa forma, en soledad, y lo amaba.Eran pocas las veces que ella recorría el edificio y ahora que era de día, le agradó mucho ver todo lo que le rodeaba. El lugar estaba embadurnado de lujo. Los colores predominantes eran el gris, beige, un poco de dorado también, acero inoxidable en máquinas u otros objetos, belleza y pulcritud por doquier, puertas de vidrio que combinaban muy bien con las cosas hechas de madera.
—Mira, Claudia, no te lo voy a volver a repetir, ya deja de hacer escándalo. Siéntate, por favor, para que conversemos como las personas civilizadas que somos. Nunca has sido una mujer gritona o desordenada, así que por favor demuéstralo en este momento, se civilizada, porque lo eres. Y siéntate de una buena vez.Maximiliano estaba al borde de su paciencia con Claudia, no sabía qué rayos le pasaba, pero obviamente su actitud la culpabilizaba de mucho, la culpabilizaba incluso de mucho más de lo que él podía pensar.Claudia miró a B.J y luego a Maximiliano. El escolta permanecía estoico, casi sin mirarlos a los dos. Seguía de pie, presente como testigo en la conversación, pero totalmente ajeno de lo que estaba pasando. Por supuesto, para Claudia ese comportamiento aislado se encerraba entre comillas, porque ella sabía que Benajmín escuchaba todo perfectamente y con mucha atención.Ella miró de nuevo a Maximiliano y entendió que ya él estaba bastante harto, de un modo que no vio antes.
—Daniel habló conmigo la misma noche del Día de Reyes, justo después de mi presentación en el bar Glint original.Todos los escoltas y agentes alertas con lo que Claudia estaba por decir. Tanto para Maximiliano como para ellos fue un buen comienzo e indicio que la rubia mencionara por fin al fiestero.Ella continuó:—Él me dijo que quería hacerte una broma. Una broma de esas que a veces los amigos hacen para despedir la soltería, ya que no hiciste fiesta de soltero, ni le invitaste al matrimonio. Además, estaba como loco porque no asististe a la celebración que él te invitó, a la de esa misma noche. —Ella suspiró, sintiendo cómo el peso sobre sus hombros parecía quitarse de allí, aunque para trasladarse hacia otros lugares de su anatomía, como sus manos, las cuales restregaba sin parar. Secó sus lágrimas y absorbió por la nariz para poder continuar—. Tú y yo sabemos cómo es Daniel, sabemos que a él le gusta hacer bromas pesadas a sus conocidos y a veces es muy eufórico, nadie lo para,
Carla estaba encendida. Sentía celos y era la primera vez que los experimentaba así de fuerte por su esposo.No se detuvo a analizarse a sí misma, su mente solo quería dedicarse a discutir con él, esclarecer dudas y que él pudiese confirmarle cada cosa dicha por esa mujer de allá en el apartamento de los escoltas.—¿Por qué le das tantos rodeos a mis preguntas? —Carla y Max se detuvieron en la sala, frente a la encimera de mármol—. ¿Por qué no me respondes?—¿Qué rayos te pasa, Carla? Primero, ¿qué te dio ahora por espiarme? Tal vez no te conozca por completo o desde hace años, pero me has demostrado, o me habías demostrado hasta hoy ser una mujer educada, respetuosa y consciente de lo que es la privacidad.—¿Años? ¿Años dices? ¿Los mismos que conoces a esa mujer? Si yo soy una maleducada y nada respetuosa, ¿qué será ella entonces? Porque por algo no debe importarte que hables tan abiertamente sobre sus amoríos delante de tus escoltas.—¿Qué estás queriendo decir? Sí, ella ha cometido
—Max...Eso fue más que suficiente para él, la mención de su nombre en ese delicioso jadeo le desquició. El beso se enervó, sus manos apretaron sus senos por encima de la ropa, buscando el borde de la blusa sin esperar que el mundo se acabara.Carla alzó sus brazos, se dejó hacer, arrobada por sus caricias, necesitándolas como lluvia en el desierto. Tuvo que jadear, alzar su rostro como si quisiera sacar la cara de un mar embravecido. Los labios maestros de Bastidas, ardiendo, prendiendo fuego sobre sus pechos, quemando el medio de ellos, entre sus costillas, sobre su abdomen, levantando la pieza superior del traje de baño y liberando esas tiernas aureolas inhiestas, evidencias de todo lo que ocurría.Carla apoyó un pie en el suelo, dejando que entre los dos bajaran ese leggins que ella se colocó para ir a nadar en la pileta techada hace un rato, arrastrando consigo el bikini del bañador dorado, dejándola sin nada debajo, dejándola en una desnudez parcial que bastó para los dos.Las f