—¿Me besarás cada vez que te de la gana? — preguntó una acalorada Carla tocándose los labios, unos que aún le dolían por el férreo arrebato de Maximiliano.—Las parejas se besan, Carla, ¿quieres que te recuerde que soy tu esposo?Paralizada por un par de segundos, rompió a reír.—Esto es una locura. —Ella aún reía, cada vez más asombrada por cómo las cosas se estaban dando, colocando su mirada sobre ningún lugar en específico, tocando su cara, negando con su cabeza.—En pocas horas se acabará este año, ¿lo vamos a celebrar discutiendo?—Eso no es mi culpa —dijo ella.—Está bien, es toda mía. —Alzó sus palmas, rendido—. Igual, no vale la pena estar así todo el rato. Cansa, fastidia. Además —se metió las manos en los bolsillos y sonrió—, se me ocurren más formas de cómo celebrar esta fecha tan importante.Carla alzó las cejas, de nuevo atónita por lo que acababa de oír.—Te recuerdo que este día no es para celebrarlo, Maximiliano.—Lo sé —dijo suave y sincero. Se enderezó, borrando su s
Max abrió los ojos, le costó enfocar.Su teléfono vibraba, colocado sobre una mesa de noche, el zumbido le molestaba.Consideró que anoche bebió más de la cuenta, pero a la vez sabía que pudo haber bebido mucho más. De hecho, de ser otra la circunstancia, no estaría solo en esa cama.Alcanzó el móvil. Divisó la fecha y la hora: primero de enero, 11:15 de la mañana. Luego, su vista se clavó en el centro se la pantalla, varias notificaciones se concentraban allí.Abrió la bandeja de avisos, Peter escribió: "debemos hablar. ¡Despierta!" No abrió el mensaje, pudo leerlo por encima y ese era tan solo uno de los tantos textos enviados por él, descartó el resto.B.J avisaba en otra casilla: "Señor, estamos atentos a lo que usted nos diga". Fue eso lo que llamó su atención. Frunció el ceño y restregó su mano por la cara, desperezándose.También, encontró un mensaje de Carla y fue ese el que prefirió abrir. Dicho texto llevaba consigo un enlace adjuntado y al ver de qué se trataba, se sentó en
—¿Señor? —B.J se levantó de su asiento al ver salir a su jefe de la recámara principal, la misma donde se hospedaba Carla Davison de Bastidas.—B.J, Carla ha pedido hacer esto sola, no quiere que nadie la interrumpa y no pude convencerla de lo contrario. Yo me encargaré de esto, tal vez tú puedas vigilar abajo.—Señor, un grupo de periodistas se ha posado en la entrada del hotel.—¡Joder!—Suspiró y restregó sus párpados con renovado cansancio—. ¿Qué tienes en mente?—Salir en la madrugada. Ya nos coordinamos con la seguridad el hotel para que colabore y resguarde todas las salidas, incluyendo la de emergencia, el acceso a la cocina, lavandería y la escalera contra incendios.—Muy bien, buen trabajo. Te agradezco me mantengas informado. Escríbeme. Esto será rápido, pero después… —Max hizo una mueca de resignación y lamento.El escolta asintió, comprendiendo muy bien de qué hablaba su jefe.—No se preocupe, señor, yo me encargo de todo. Con permiso.Max asintió y se giró para mirar la p
El tono de llamada terminada casi atraviesa los tímpanos de Daniel que, en medio de su rabia, percibió el sonido como si fuese emitido a un volumen altísimo.Se contuvo, se contuvo todo lo que pudo, mirando el celular, imaginándose que lo explotaba con un apretón de su mano. La pantalla regresaba a la normalidad, mostrando el número de su primo con la notificación que suele dejar la aplicación de chat y su sección de llamada.Exhalando por tercera vez, arrugando la cara por su dolor de estómago, serio, colocó el móvil sobre la mesa baja de forma delicada, como si no quisiera que el simple toque hiciera el mínimo ruido.Miró al frente. Una serie de imágenes comenzaron a proyectarse a su alrededor, partiendo del frente, como un diaporama convertido en vídeo, como un reel infinito de todas las cosas que iban a ocurrirle en el momento que Maximiliano y su gente se dieran cuenta que el periodista era familiar suyo. Sabía que Peter Embert profundizaría, empezaría a desglosar camino, el desc
—¿Estás lista?Maximiliano conservó de nuevo sus pensamientos. No entendía por qué, pero Carla le parecía cada vez más hermosa. Aunque si se lo proponía y pensaba con más detalle en esa explicación, entendía la razón por la cual la veía ahora más bella que hace horas, o que hace días. Incluso, que el día de la boda.Peter le pasó información detallada, con informe adjunto, de todo el protocolo de reconocimiento y de cada palabra dicha en el vídeo. Después de evitar escucharlo o leerlo, la curiosidad pudo con él.Abrió el archivo y escuchó la conversación completa entre el médico forense y ella, la cual estuvo llena de muchos silencios y duras palabras. El resultado de esa argucia: quedar maravillado, aún más, por su esposa.Oír sus preguntas, hablar sobre las heridas de su tía con una voz que claramente evidenciaba dolor, pero llevada por la fortaleza de su alma, le hizo admirarla un poco más. Ya lo venía haciendo desde que se enteró de la vida que ella tuvo con su madre cuando el ins
—Carla, no entiendo qué…—Sí, sí, lo sé —atajó ella a Maximiliano—. Sé que preguntarás y tú también —miró al rubio— sobre la conexión que existe entre este lugar y aquella casa que se ve desde aquí —señaló al frente (izquierda de Peter, derecha de Max), a través de un gran ventanal—. Además de conocer a la recepcionista, claro está, sé que preguntarán por todo. Y por supuesto, el que estemos hoy aquí.En ese momento, un mesonero joven de aproximadamente unos veinte años, muy bien vestido, con un uniforme que llevaba en la camisa de color beis y negro el logotipo del sitio, ofreció el menú a cada uno recomendándoles la especialidad de la casa, la cual era carne al estilo argentino, acompañada con un contorno especial de preferencia y otro sencillo.Cala les anunció a sus acompañantes conocer unos trucos no tan costosos pero deliciosos e imperdibles que aprendió desde aquellas primeras veces que empezó a acudir allí. Ya en ese momento, Maximiliano se mordía la lengua por hacer todas sus
La oficinas de Davison & Asociados ya no eran las iguales. Maximiliano, conocedor de primera mano de la magnitud y opulencia de las mismas, se sorprendió bastante cuando el chofer se estacionó en una zona céntrica, pero frente a un edificio residencial.Se bajó del vehículo, ayudó a Carla a lo mismo y ambos caminaron hacia un pasillo ancho, construido con grandes ladrillos que a esa hora de la mañana, más el frío, se veían húmedos. Arco y entrada de un pequeño espacio abierto, precioso jardín con arbustos bien cortados y flores por doquier, donde la nieve aún podía verse sobre cada rincón, batallando con apagar o fortalecer la belleza de la naturaleza.—¿Éstas son las oficinas de mi padre?Maximiliano miró hacia un lado y otro, buscando el punto exacto a dónde dirigirse. Solo veía paredes y puertas de madera en el piso de abajo y muchas ventanas en ese piso superior. Detallaría todo mejor, pero el frío no le dejaba.—Ciertamente, no estoy claro qué hacemos acá —dijo él. Sacó su móvil
La seriedad de Maximiliano rivalizó con el asombro de Carla, al escuchar el nombre de una de las dos personas que iban camino a la reunión.La señora Yul entró con una bandeja y dos cafés, junto con aguas para todos, mirando de reojo a la mujer que compartía su apellido y aún no despegaba ojos de quien le acababa de informar sobre un ex novio suyo a punto de llegar allí.Max decidió no dejarse amedrentar por la información. Aún no había visto al sujeto, era pronto para sacar conclusiones, pero odió severamente el no estar enterado. Se suponía que se hizo una investigación previa, se dio por entendido de la identidad de las personas que estarían presentes, hasta de sus historias de vida, pero desde que pusieron un pie sobre ese suelo no paró de sorprenderse: el lugar de las oficinas era distinto, confundiéndolo, ya que no era el mismo que él conoció hace unos cuantos años; el apellido de la señora que le llevó el humeante café, la misma que les recibió y su cargo en la empresa, siendo