Solo necesitaba alejarse de él, al menos conseguir estar apartada, lejos por un rato y no se dio cuenta de la magnitud de esa decisión hasta que sus ojos chocaron con la decoración decembrina, la nieve y el bullicio de las personas haciendo vida en las calles de Londres.Caminó, lo necesitaba.Abrigándose muy bien, ajustando la gruesa bufanda en su cuello y cubriendo su cabeza con la capucha del abrigo, recorrió los alrededores del hotel y más allá, con sus ojos puestos en todo, su mente en otros lugares y su corazón intentando armarse para sobrevivir.La tristeza la embargaba, pero sus lágrimas ya fueron derramadas. La rabia discutía con el anterior sentimiento por gobernar su corazón. Su vida fue sencilla hasta que su famoso padre falleció, jamás pensó haber anhelado que viviera.Fred Davison no era un hombre enlistado en su mente, nunca lo recordaba, ni siquiera para odiarle. Entre vivir al otro lado del océano, su trabajo, el gimnasio, mantener caliente su casa, pagar las cuentas
Los días pasaron lentos para Maximiliano, extremadamente lentos para Carla.Max intentaba que su esposa saliera de la habitación. La inmiscuía en temas de interés referentes a la empresa de su difunto padre, mostrándole planos, datos de gran importancia, así como también le comunicaba sus ideas sobre la nueva temporada para el consorcio en base al área de Protocolo. Lo único que el CEO logró de ella fue que se quejara por tener el cargo de dirección del mencionado departamento. Carla amenazó con llamar a Bobby Clarence para contarle la verdad de lo que estaba sucediendo.Muy molesto por ser objeto de tal chantaje, Max le recordó que el puesto de dirección ella no lo ejercería, que solo fue una mentira bien articulada para la prensa. Carla entonces le compartió datos que se mencionaban en los chats de grupos que los compañeros del trabajo habían creado y le mencionó que ellos le felicitaron por su nuevo trabajo.El CEO tenía conocimiento de la existencia de esos grupos de chat, pero no
Max sonrió, restregando sus párpados de nuevo y se despidió después, colgando la llamada.Miró la hora en su reloj de muñeca: las 20:00 horas. Quedó en llamar a George y Lenis, a su madre y a Peter también para felicitarles, tal vez hacer una vídeo llamada con ellos, pero aún les dejaría disfrutar, era temprano allá, además, no tenía ganas de dar lástima.Se tomó el contenido de la copa de un trago y la dejó sobre la cornisa de pared que encerraba el climatizado lugar, el cual, además de ser gigante y muy moderno, lleno de mueblería de primera calidad y actuales diseños todos grises, azules claros, negros y blancos, estaba rodeado por paredes mitad muro, mitad vidrio, con gigantes paneles cuadrados que daban la sensación de estar al aire libre, contando el techo de pérgola, hierro y cristal que permitía ver el sol en pleno día, la caída de la nieve, la lluvia y las estrellas, siendo a prueba de granizos y humedad.El ascensor llegó a tope y abrió sus puertas. Maximiliano se giró.Sor
—¿Me besarás cada vez que te de la gana? — preguntó una acalorada Carla tocándose los labios, unos que aún le dolían por el férreo arrebato de Maximiliano.—Las parejas se besan, Carla, ¿quieres que te recuerde que soy tu esposo?Paralizada por un par de segundos, rompió a reír.—Esto es una locura. —Ella aún reía, cada vez más asombrada por cómo las cosas se estaban dando, colocando su mirada sobre ningún lugar en específico, tocando su cara, negando con su cabeza.—En pocas horas se acabará este año, ¿lo vamos a celebrar discutiendo?—Eso no es mi culpa —dijo ella.—Está bien, es toda mía. —Alzó sus palmas, rendido—. Igual, no vale la pena estar así todo el rato. Cansa, fastidia. Además —se metió las manos en los bolsillos y sonrió—, se me ocurren más formas de cómo celebrar esta fecha tan importante.Carla alzó las cejas, de nuevo atónita por lo que acababa de oír.—Te recuerdo que este día no es para celebrarlo, Maximiliano.—Lo sé —dijo suave y sincero. Se enderezó, borrando su s
Max abrió los ojos, le costó enfocar.Su teléfono vibraba, colocado sobre una mesa de noche, el zumbido le molestaba.Consideró que anoche bebió más de la cuenta, pero a la vez sabía que pudo haber bebido mucho más. De hecho, de ser otra la circunstancia, no estaría solo en esa cama.Alcanzó el móvil. Divisó la fecha y la hora: primero de enero, 11:15 de la mañana. Luego, su vista se clavó en el centro se la pantalla, varias notificaciones se concentraban allí.Abrió la bandeja de avisos, Peter escribió: "debemos hablar. ¡Despierta!" No abrió el mensaje, pudo leerlo por encima y ese era tan solo uno de los tantos textos enviados por él, descartó el resto.B.J avisaba en otra casilla: "Señor, estamos atentos a lo que usted nos diga". Fue eso lo que llamó su atención. Frunció el ceño y restregó su mano por la cara, desperezándose.También, encontró un mensaje de Carla y fue ese el que prefirió abrir. Dicho texto llevaba consigo un enlace adjuntado y al ver de qué se trataba, se sentó en
—¿Señor? —B.J se levantó de su asiento al ver salir a su jefe de la recámara principal, la misma donde se hospedaba Carla Davison de Bastidas.—B.J, Carla ha pedido hacer esto sola, no quiere que nadie la interrumpa y no pude convencerla de lo contrario. Yo me encargaré de esto, tal vez tú puedas vigilar abajo.—Señor, un grupo de periodistas se ha posado en la entrada del hotel.—¡Joder!—Suspiró y restregó sus párpados con renovado cansancio—. ¿Qué tienes en mente?—Salir en la madrugada. Ya nos coordinamos con la seguridad el hotel para que colabore y resguarde todas las salidas, incluyendo la de emergencia, el acceso a la cocina, lavandería y la escalera contra incendios.—Muy bien, buen trabajo. Te agradezco me mantengas informado. Escríbeme. Esto será rápido, pero después… —Max hizo una mueca de resignación y lamento.El escolta asintió, comprendiendo muy bien de qué hablaba su jefe.—No se preocupe, señor, yo me encargo de todo. Con permiso.Max asintió y se giró para mirar la p
El tono de llamada terminada casi atraviesa los tímpanos de Daniel que, en medio de su rabia, percibió el sonido como si fuese emitido a un volumen altísimo.Se contuvo, se contuvo todo lo que pudo, mirando el celular, imaginándose que lo explotaba con un apretón de su mano. La pantalla regresaba a la normalidad, mostrando el número de su primo con la notificación que suele dejar la aplicación de chat y su sección de llamada.Exhalando por tercera vez, arrugando la cara por su dolor de estómago, serio, colocó el móvil sobre la mesa baja de forma delicada, como si no quisiera que el simple toque hiciera el mínimo ruido.Miró al frente. Una serie de imágenes comenzaron a proyectarse a su alrededor, partiendo del frente, como un diaporama convertido en vídeo, como un reel infinito de todas las cosas que iban a ocurrirle en el momento que Maximiliano y su gente se dieran cuenta que el periodista era familiar suyo. Sabía que Peter Embert profundizaría, empezaría a desglosar camino, el desc
—¿Estás lista?Maximiliano conservó de nuevo sus pensamientos. No entendía por qué, pero Carla le parecía cada vez más hermosa. Aunque si se lo proponía y pensaba con más detalle en esa explicación, entendía la razón por la cual la veía ahora más bella que hace horas, o que hace días. Incluso, que el día de la boda.Peter le pasó información detallada, con informe adjunto, de todo el protocolo de reconocimiento y de cada palabra dicha en el vídeo. Después de evitar escucharlo o leerlo, la curiosidad pudo con él.Abrió el archivo y escuchó la conversación completa entre el médico forense y ella, la cual estuvo llena de muchos silencios y duras palabras. El resultado de esa argucia: quedar maravillado, aún más, por su esposa.Oír sus preguntas, hablar sobre las heridas de su tía con una voz que claramente evidenciaba dolor, pero llevada por la fortaleza de su alma, le hizo admirarla un poco más. Ya lo venía haciendo desde que se enteró de la vida que ella tuvo con su madre cuando el ins