El avión descendió en el Aeropuerto de la ciudad de Londres, siendo uno de las seis terminales aéreas, la mejor ubicada y más exclusiva, casi siempre dedicada para los vuelos de negocios.La corta tripulación abandonó la nave, vestidos con ropa de invierno en vista del templado clima con el cual la ciudad los recibió.A los pies de las escaleras, un Bentley negro con placa local les esperaba. El chofer, vestido muy parecido a los guardaespaldas (traje ejecutivo color negro y corbata), añadiendo un sobretodo de lujo y guantes oscuros de cuero, les dio la bienvenida a la pareja viendo cómo la seguridad, siendo parte de los pasajeros, abrían las puertas. Luego de asegurar que se encontraban dentro del vehículo, el conductor se montó, ya el motor estaba encendido y manejando el vehículo del lado izquierdo, como era lo habitual en esa parte del mundo, lograron arrancar abandonando el aeropuerto.Antes de que el matrimonio Bastidas descendiera, lo hizo la seguridad del CEO. B.J y su ayudant
CAPÍTULO 27. Maximiliano no pudo cambiarse de ropa, el amanecer llegó. Debía cumplir con tareas, hacer diligencias, pero no podía moverse. Ella no sabía que él la observaba dormir.Se sentía tan culpable…, sobre todo cuando Carla, casi sin darse cuenta, comenzó a despotricar palabras sobre su tía en medio de su llanto, datos que estipulaban lo bien que la vio la última vez que la fue a visitar en las montañas, lo segura que se sentía al contemplar la idea de su propia defensa ante ese señor que supuestamente no sería capaz de hacer nada tan perverso.Carla preguntó cómo fue su muerte. Él no le quiso contar demasiado en ese momento y si le daban a elegir, jamás lo haría. Solo arrojó los datos de una forma muy precisa, escueta y resumida, carente de engorrosos detalles que pudiesen empeorar los fuertes sentimientos que pretendían quebrar a su esposa.Nunca vio llorar tanto a una mujer en su vida y casi se queda sin opciones que le ayudasen a manejar la situación. Su instinto fue arropa
Carla empuñó sus manos en su pecho, arrugando parte de la tela de su suéter color blanco. Poco a poco fue moviendo su cuerpo hacia el interior de la habitación. La puerta se cerró y ella se deslizó como tinta hacia el suelo, arrastrando su cuerpo contra la pared.Sus ojos inundados en lágrimas no podían emular siquiera lo que sentía, como si la palabra «mentira» rebotara en sus neuronas, como si ellas mismas, las neuronas fuesen “esa” palabra y otras, como «engaño» o «traición», destruyeran poco a poco su interior por completo.No lo podía creer, lo que aquel escolta dijo no podía ser cierto. ¿A caso su esposo ocultó la muerte de su familiar solo por evitar el retraso de la boda? Una boda que (pensaba Carla) le beneficia a él en todos los aspectos, a pesar de no querer sucumbir a ella en un principio. Una boda por contrato donde la verdad entretiene la razón. Carla Davis, o mejor decir, Carla Davison de Bastidas, se sentía atrapada, engañada y sin salida.Afuera, los agentes se mirar
Solo necesitaba alejarse de él, al menos conseguir estar apartada, lejos por un rato y no se dio cuenta de la magnitud de esa decisión hasta que sus ojos chocaron con la decoración decembrina, la nieve y el bullicio de las personas haciendo vida en las calles de Londres.Caminó, lo necesitaba.Abrigándose muy bien, ajustando la gruesa bufanda en su cuello y cubriendo su cabeza con la capucha del abrigo, recorrió los alrededores del hotel y más allá, con sus ojos puestos en todo, su mente en otros lugares y su corazón intentando armarse para sobrevivir.La tristeza la embargaba, pero sus lágrimas ya fueron derramadas. La rabia discutía con el anterior sentimiento por gobernar su corazón. Su vida fue sencilla hasta que su famoso padre falleció, jamás pensó haber anhelado que viviera.Fred Davison no era un hombre enlistado en su mente, nunca lo recordaba, ni siquiera para odiarle. Entre vivir al otro lado del océano, su trabajo, el gimnasio, mantener caliente su casa, pagar las cuentas
Los días pasaron lentos para Maximiliano, extremadamente lentos para Carla.Max intentaba que su esposa saliera de la habitación. La inmiscuía en temas de interés referentes a la empresa de su difunto padre, mostrándole planos, datos de gran importancia, así como también le comunicaba sus ideas sobre la nueva temporada para el consorcio en base al área de Protocolo. Lo único que el CEO logró de ella fue que se quejara por tener el cargo de dirección del mencionado departamento. Carla amenazó con llamar a Bobby Clarence para contarle la verdad de lo que estaba sucediendo.Muy molesto por ser objeto de tal chantaje, Max le recordó que el puesto de dirección ella no lo ejercería, que solo fue una mentira bien articulada para la prensa. Carla entonces le compartió datos que se mencionaban en los chats de grupos que los compañeros del trabajo habían creado y le mencionó que ellos le felicitaron por su nuevo trabajo.El CEO tenía conocimiento de la existencia de esos grupos de chat, pero no
Max sonrió, restregando sus párpados de nuevo y se despidió después, colgando la llamada.Miró la hora en su reloj de muñeca: las 20:00 horas. Quedó en llamar a George y Lenis, a su madre y a Peter también para felicitarles, tal vez hacer una vídeo llamada con ellos, pero aún les dejaría disfrutar, era temprano allá, además, no tenía ganas de dar lástima.Se tomó el contenido de la copa de un trago y la dejó sobre la cornisa de pared que encerraba el climatizado lugar, el cual, además de ser gigante y muy moderno, lleno de mueblería de primera calidad y actuales diseños todos grises, azules claros, negros y blancos, estaba rodeado por paredes mitad muro, mitad vidrio, con gigantes paneles cuadrados que daban la sensación de estar al aire libre, contando el techo de pérgola, hierro y cristal que permitía ver el sol en pleno día, la caída de la nieve, la lluvia y las estrellas, siendo a prueba de granizos y humedad.El ascensor llegó a tope y abrió sus puertas. Maximiliano se giró.Sor
—¿Me besarás cada vez que te de la gana? — preguntó una acalorada Carla tocándose los labios, unos que aún le dolían por el férreo arrebato de Maximiliano.—Las parejas se besan, Carla, ¿quieres que te recuerde que soy tu esposo?Paralizada por un par de segundos, rompió a reír.—Esto es una locura. —Ella aún reía, cada vez más asombrada por cómo las cosas se estaban dando, colocando su mirada sobre ningún lugar en específico, tocando su cara, negando con su cabeza.—En pocas horas se acabará este año, ¿lo vamos a celebrar discutiendo?—Eso no es mi culpa —dijo ella.—Está bien, es toda mía. —Alzó sus palmas, rendido—. Igual, no vale la pena estar así todo el rato. Cansa, fastidia. Además —se metió las manos en los bolsillos y sonrió—, se me ocurren más formas de cómo celebrar esta fecha tan importante.Carla alzó las cejas, de nuevo atónita por lo que acababa de oír.—Te recuerdo que este día no es para celebrarlo, Maximiliano.—Lo sé —dijo suave y sincero. Se enderezó, borrando su s
Max abrió los ojos, le costó enfocar.Su teléfono vibraba, colocado sobre una mesa de noche, el zumbido le molestaba.Consideró que anoche bebió más de la cuenta, pero a la vez sabía que pudo haber bebido mucho más. De hecho, de ser otra la circunstancia, no estaría solo en esa cama.Alcanzó el móvil. Divisó la fecha y la hora: primero de enero, 11:15 de la mañana. Luego, su vista se clavó en el centro se la pantalla, varias notificaciones se concentraban allí.Abrió la bandeja de avisos, Peter escribió: "debemos hablar. ¡Despierta!" No abrió el mensaje, pudo leerlo por encima y ese era tan solo uno de los tantos textos enviados por él, descartó el resto.B.J avisaba en otra casilla: "Señor, estamos atentos a lo que usted nos diga". Fue eso lo que llamó su atención. Frunció el ceño y restregó su mano por la cara, desperezándose.También, encontró un mensaje de Carla y fue ese el que prefirió abrir. Dicho texto llevaba consigo un enlace adjuntado y al ver de qué se trataba, se sentó en