CAPÍTULO 25

—Buenos días —saludó Maximiliano, entrando al área de comedor de su casa, a una Carla ensimismada, leyendo el titular de farándula de esa mañana.

Ella no respondió los buenos días, porque en definitiva, ya no eran buenos.

Logró dormir un poco luego del desvelo de la madrugada. Afuera estuvo nevando, por lo que la calefacción, funcionando a la perfección, generó calidez en su habitación y despertar así, poder abrir las cortinas y contemplar caer los copos de nieve sin presión, la calmó sobre manera. Por fin no tuvo que lidiar con una caldera estropeada o que funcionara a media máquina, o que tal vez el agua caliente no saliera, o peor, saliera, pero congelada.

Si tenía que viajar a Londres con su nuevo estatus civil, lo haría y al mismo tiempo aprovecharía para cumplir sus propias promesas, como lo era visitar a su madre en su lecho de muerte, dejarle flores de parte de su tía, quizás encontrarse de nuevo en las frías calles de esa hermosa y gigantesca ciudad. Con esas premisas en su c
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