Capítulo nueve
La situación no pinta nada bienEl teléfono ha sonado varias veces. Sin embargo, Bruno no hace más que ignorarlo.
— ¿No vas a contestar? —Decido romper el silencio instaurado en el auto. El viaje a casa se está convirtiendo en una agonía.— No —espeta secamente. — Alda tampoco sabía nada —aclaro—. Eres consciente de ello, ¿verdad?Asiente en respuesta—. Lo sé. Solo —tomo su mano libre del volante. Él se concentra en respirar profundamente para no venirse abajo—… no puedo, ahora no.— Entiendo, más de lo que crees.Bruno se gira a observarme por un instante. Sabe perfectamente a lo que me refiero. Sus palabras en el aeropuerto lo confirman.— ¿Dejaré de sentirme así algún día? —Su pregunta es prácticamente una súplica—. ¿Mejorará?— No —respondo apesadumbrada—, pero aprenderás a vivir con ello… eventualmente. Tu caso es diferente —me apresuro en añadir—. Ella te quiere. Aún tienes motivos para luchar. Debemos pensar lo que haremos, con la cabeza fría. Hasta entonces, trata de actuar con cautela, ¿vale? No responde, pero su suspiro me indica que lo hará.Su móvil vuelve a sonar, pero no es Alda sino mi padre. Frunzo el ceño, observando su nombre en la pantalla.<< Este misterio me está hartando >>— Ponlo en altavoz —ordeno.— Rina… — ¡Estoy harta del misterio que os traéis entre manos! —Le interrumpo alzando la voz—. Entre nosotros nunca ha habido secretos, Bruno y tarde o temprano me enteraré. Así que contesta la llamada. Puede ser importante, y quiero escuchar.Un Carlo muy alterado habla al descolgar—: ¿Qué hay entre Alda Costello y tú? —Pregunta antes de que alguno pueda hablar.Su tono de voz suena serio; incluso, parece bastante afligido. Algo muy extraño viniendo de Carlo Varone.— Yo… No hace falta que mi hermano termine la frase para saber la respuesta.— ¡Dios mío, Bruno! —Exclama mi padre—. Esta supera todas tus locuras, ¡con creces!— ¿Qué se supone que debo hacer, tío? —Pregunta mi hermano confundido. Aunque tenga un nivel de madurez bastante alto para su edad, no deja de ser un adolescente.— ¡Y yo qué sé! —Bufa mi padre—. ¿Tenía que ser precisamente Alda Costello?— Lo… siento —Susurra el pequeño Varone.— Por ahora, solo queda esperar —Intervengo—. Ya pensaremos en algo, ¿verdad, papá? Hola, por cierto —le saludo sarcásticamente—. Me alegra saber que continúas en el mundo de los vivos. No es que hayas dado alguna señal de vida estos días. — ¡Catarina Russo! —Exclama en tono neutro—. No me gusta nada tu tono. Ten más respeto con tu padre. En cuanto a ti, Bruno, ve por ella —suaviza un poco su tono—. Sé que me arrepentiré de esto; así que mejor date prisa.— Déjame en esta esquina, Bruno —señalo el lugar. Ya estamos a una cuadra del edificio. Él me mira dubitativo—. No te preocupes, estoy muy cerca. Ve por ella. Papá —tomo el teléfono quitando el altavoz—, tú y yo tenemos una conversación pendiente.— Rina…— ¡Rina ni hostias! —Le interrumpo—. ¡Estoy hasta la m****a de vuestros secretitos! Lleváis días esquivándome. Seguro Luciano ya os contó de mis sospechas —suelto el aire contenido. En apenas unos segundos, descargué mi rabia—. No soy tonta, papá.— Nunca lo he pensado, hija.— ¿Entonces? —Inquiero expectante—. Estoy metida en esto, por más que tratéis de protegerme. Quiero ayudaros. ¿Dudáis de mi capacidad para ello?— No es eso…— ¿No confiáis lo suficiente? —Continúo con mi interrogatorio. No dejaré que me evada esta vez.— Por supuesto que confiamos en ti —responde automáticamente—. No dudes de ello nunca —suspira en señal de rendición—. Luciano tiene mucha razón —no emito sonido alguno. La sola mención de su nombre, me recuerda la escena de hace media hora—. No se te escapa nada.— Pues, por una vez, Luciano se equivoca —debemos terminar la llamada. Bruno espera—. Si así fuera el caso, ya os hubiera descubierto. Mañana —señalo—, de mañana no pasa.— Te llevaré a cenar, lo prometo. Tú también me debes explicaciones —sabe que fui a la galería. Alguien se lo contó. No tengo que indagar demasiado para saber quién fue—. Sé que te prometí un día…— Ya me compensarás —añado rápidamente. Lo que sea que esconden, debe ser muy importante—. Supongo, que no te veré en el desayuno.— Supones bien. Te quiero —dice después de unos minutos en silencio.— Yo también te quiero, papá. Cuelgo la llamada para entregar el móvil a su dueño. Este se despide agitando su mano y sale disparado, apenas me bajo del coche.No sé, por qué todo esto me da mala espina. El mal presentimiento no ha abandonado mi sistema.5 de febrero de 2018
— Estás muy guapa —adula mi hermano, dándome una vuelta con sus brazos.
— Gracias —contesto satisfecha.— ¿Y quién es el afortunado? —Su gesto es demasiado serio—. ¿Debo preocuparme?— Calma tus impulsos de hermano celoso —le corto el rollo—. Voy a cenar con papá.— Más te vale —su expresión se endurece. Todo rastro de broma ha quedado atrás—. Supongo, que tiene que ver con la conversación de anoche.Asiento en respuesta.— Luego vendré a pedir tu versión de la historia. Bruno baja la cabeza—. Nunca he querido ocultarte nada — Tranquilo, entiendo —Le doy una palmada en el hombro—. Pero a partir de ahora, podéis contar conmigo para vuestros planes. Os lo debo.— ¡No nos debes nada! —Bufa.— ¡Claro que sí! —Objeto en el mismo tono—. Me habéis dado una familia, un hogar; una nueva oportunidad para vivir. Os lo debo todo. Parte de lo que soy, os lo debo a vosotros también. Me he preparado por años para poder ayudaros. Es tiempo de que os empiece a retribuir, vuestras acciones hacia mí.— ¿Qué tipo de preparación? —Clava sus ojos en mí, intentando encontrar la respuesta. Yo no respondo. Simplemente, arqueo una ceja en torno a él—. Vale —se rinde alzando los brazos—, como quieras. ¿Quién es la que busca problemas ahora? —Se burla.— No busco problemas —señalo con mi dedo índice suspendido en el aire—, sino la solución a ellos. Decido llamar a mi padre. Se está tardando.— Papá —le reprendo al móvil—. ¿Dónde andas? Llegas tarde —no contesta. Solo escucho el sonido de su agitada respiración—. ¿Papá? ¿Sucede algo? —Mi pecho comienza a apretarse. No me gusta esta sensación—. Papá, ¡dime algo, por Dios! Nada. No dice nada. Solo respira sonoramente. — ¿Qué sucede? —Pregunta Bruno.Rápidamente le hago una seña con la mano, para que no hable. Creo haber escuchado algo.— La…labo…ra…ratorio —es todo cuanto dice antes de terminar la llamada.— ¡Papá! —Grito descontrolada. Su voz se escucha… como la de… Enzo aparece en el salón al escuchar mis gritos. Noto como se le corta la respiración.— Rina, ¿qué sucede? —me quedo quieta, sin responder—. ¡Rina! ¡Mierda! —Golpea la pared.— Los laboratorios —hablo finalmente—. Tenemos que ir al hospital, inmediatamente. Algo sucede.— Nosotros vamos —aclara Bruno, señalando a su primo y a sí mismo—. Tú te quedas.— Ni de coña —protesto—. ¡Y no intentéis detenerme! Os aseguro que tengo mejor puntería que vosotros. Salgo corriendo hacia mi habitación. Puedo sentir los pasos de uno de ellos seguirme.— Rina, no… —Enzo se queda mudo al verme sacar un arma—… ¿Desde cuándo guardas un arma debajo de la cama? —Pregunta incrédulo.— Desde que regresé a Roma —respondo caminando hacia la salida. Sin embargo, él se empeña en interrumpirme el paso—. Estamos perdiendo el tiempo. Si seguimos aquí, Bruno se irá sin nosotros.Furioso —pero resignado—, se hace a un lado para acompañarme.Al salir del edificio, mi otro hermano ya tiene el auto encendido. El enfado se adueña de su expresión al verme—. ¡Joder, Enzo! —Exclama rabioso—. ¿No dijiste que la convencerías?— Lo siento, pero me fue imposible —responde su primo—. Es más testaruda que tú.Ni me inmuto por su comentario. Me subo al auto y cargo mi arma. Bruno ahora me contempla sorprendido.— ¿Desde cuándo tienes un arma? —Sus ojos quieren saltar de sus órbitas. Resoplo.<< ¿Podrían ponerse en marcha de una vez? >>— Desde que me da la puta gana, Bruno —suelto con brusquedad. Estoy impaciente—. Todos vosotros tenéis más de una. ¿Seguirás haciendo estúpidas preguntas o podemos irnos?— Esto no le gustará nada al tío Carlo —refunfuña mi hermano comenzando a transitar las calles de Roma.— Una vez me asegure de que está bien —intercedo—, le dejaré castigarme por tiempo indefinido.No decimos nada más. Los tres estamos preocupados. La situación no pinta nada bien.Capítulo diezDuele demasiadoBruno nos guía hacia la entrada trasera, que va directo a los laboratorios sin necesidad de transitar por el hospital. Aun no entrego los papeles para comenzar a trabajar aquí. Al llegar al salón principal, observamos los cristales extendidos por el suelo. Tres hombres inconscientes se encuentran tendidos en el suelo. Con sigilo, cada uno nos acercamos a ellos.Con mis dedos, intento palpar el ausente pulso carotídeo del sujeto. Una mancha de sangre con un agujero en el medio, se extiende por su pecho. Los chicos me hacen señas indicándome que los otros dos sujetos están tan muertos como este.— ¿Son de los nuestros? —Inquiero en un susurro. Ambos asienten—. Tenemos que ir por mi padre.Escuchamos el sonido del ascensor y nos lanzamos a escondernos detrás de un mostrador, antes de que alguien pueda vernos. En cambio, yo sí puedo verle: su rostro me parece familiar, pero no puedo reconocerle.Siento a ambos chicos tensarse a mi lado.
Capítulo onceEl último adiós6 de febrero de 2018Con mi padre, enterraba nuevamente una parte de mi alma. El dolor que sentía era más allá de lo soportable. Alessandro, Fabrizio y sus hijos portaban sobre sus hombros el ataúd que encerraba el cuerpo de mi padre. Le seguían las mujeres Varone junto al abuelo.Unas ganas inmensas de golpear a Loretta me corroyeron. Ni siquiera podía fingir un poco de tristeza. Su actitud altiva me recordó la magnitud de aquella función de circo.Los traidores que se hacían llamar socios y amigos de la familia, caminaban cabizbajos.<< Al menos, saben fingir mejor que Loretta >>Mi cuerpo hervía de rabia cada vez que les veía. Sobre todo, a él. Millones de preguntas rondaban mi cabeza, pero una reinaba sobre las demás: << ¿Lo sabía? >>Una perversa sonrisa se instauró en mis labios. Ya tendría tiempo de ajustar cuentas con todos ellos. Las ansias de venganza no hacían más que ir en cre
Capítulo doceLa venganza es un plato que se come frío10 de febrero de 2018Aún me costaba creerlo, pero debía seguir adelante. Tenía una misión que cumplir.Sin perder un segundo más, me dirijo hacia el despacho de Alessandro. Los hombres de la familia se encontran reunidos allí, planeando alguna estocada desde las sombras. No pienso quedarme fuera. No esta vez.Dos toques en la puerta son suficientes para anunciar mi llegada.— Oh, Rina. Eres tú, hija —el abuelo se levanta para abrazarme. Luego, nos sentamos juntos en el sofá, ante la atenta mirada de los demás—. ¿Cómo estás?— Bien —doy la misma respuesta de siempre. Llevan días preguntando lo mismo. Observo detenidamente a los presentes en la habitación. El ambiente es tenso. Es evidente su descontento ante mi presencia: saben por qué vengo—. ¿Interrumpo?— Sinceramente —interviene Bruno, algo brusco—, sí. Estamos en medio de algo importante…— Pues, siéntete en libertad de hablar, Bruno —
Capítulo treceHora de la función11 de marzo de 2018Para ser un domingo, el día está resultando ser bastante ajetreado. Mañana se dará a conocer el resultado de las elecciones. Todos se encuentran ultimando los detalles para la fiesta del yate.— Recuérdame otra vez, por qué vas.— Porque me da la gana —respondo mosqueada.Mis hermanos pequeños aún se muestran reticentes ante mi decisión de asistir a la recepción. Me costó convencer a la familia, pero lo logré. Con Luciano la historia es totalmente diferente. Ha decidido hacer votos de silencio en mi presencia.— Estaré bien, Enzo —reitero—. Sé cuidarme.— Lo sé. He sido testigo, ¿recuerdas? —Quisiera no hacerlo. La noche que Carlo murió fue de las peores de mi vida—. Tienes que decirme quién y dónde aprendiste a hacerlo.— Si te dijese —advierto—, tendría que matarte.Mi intento de broma logra su cometido: ambos reímos.— Tu puntería es perfecta —comenta—. Me encantar
Capítulo catorceSentimientos encontradosLos invitados van soltando grititos de sorpresa y se separan en grupos, conforme Luigi pasa entre ellos; sin dejar de disparar con el arma.— Tenemos un problema, papá —grita ante el rostro impasible del aludido—. Tenemos que salir de aquí.— ¿Por qué? —Pregunta su hermano menor, quien ya se encuentra a una distancia considerable de mí.— Me he encontrado a Loretta en los lavabos —<<mierda>>, mascullo mentalmente—. El yate está a punto de explotar.<< Maldita Loretta >>La mayoría de los invitados comienzan a correr despavoridos por el lugar. Nos encontramos a una distancia considerable del puerto, pero la gente no duda en saltar por la borda.En menos de unos segundos, se forma un caos apoteósico. Todo el mundo grita y corre, de un lado al otro.Sin preámbulos, saco mi arma con silenciador. Las cosas se pondrán realmente feas.De repente, alguien aparece detrás de mí y me
Capítulo quinceEl juego no ha terminadoLuciano apaga el motor del auto, una vez aparca frente al edificio.Le escucho suspirar por enésima vez—: Sé que no eres una niña —decide romper el tenso silencio—. Lo supe en el momento en que pusiste un pie en la oficina de la comisaría de Bianco. Ni siquiera pude reconocerte hasta que te presentaste. Solo… —hace una mueca contrariado—, me cuesta aceptarlo.— Te equivocas, Luciano —percivo el enfado en mi voz—. Dejé de ser una niña mucho antes. Mi niñez terminó el día en que perdí a mi familia y caí en manos del Sabueso. Pero tú nunca fuiste capaz de verlo, al igual que muchas otras cosas en mí —me observa contrariado. Luego, cambia a su habitual gesto indiferente, como si comprendiera perfectamente mis palabras. Es en ese instante, donde siento enrojecerme de la furia—. O quizá, no has querido hacerlo.Me bajo inmediatamente del coche, tirando la puerta con enfado. Puedo escuchar como me llama, pero estoy dem
Capítulo dieciséisCalla Rizzo28 de marzo de 2018Jamás imaginé volver a encontrarme con esos ojos. Prometí no olvidarlos. Ese par de esferas color turquesa representan el máximo recordatorio de mi pasado. Me parece imposible encontrarlos en él. Físicamente, ambos son completamente diferentes, pero los ojos… son los mismos.Tarkan Arap —más conocido como El Turco— me observa sonriente.Nos encontramos en el interior de una lujosa limusina, paseando por las calles de Londres. Él sonríe, orgulloso por tener el control absoluto sobre la situación. Su figura irradia lujuria en su estado más puro, mientras recorre mi cuerpo por completo.Podría vomitar en estos momentos. Su presencia solo me causa repugnancia. Sin embargo, imito su gesto.— Estáis increíble, chicas —ronronea, entregándole
Capítulo diecisiete¡Sorpresa!(...)— No puedo hacer nada para que cambies de opinión, ¿cierto?— Sabes que no. Yo pude ser ella, Luciano.— Afortunadamente, no —comenta haciendo una mueca de disgusto.— Porque llegaste tú —intervengo—. Tú llegaste a tiempo. Si no hubieras aparecido aquel día, probablemente tendría el mismo destino que Calla —Resopla por enésima vez, mientras el piloto nos avisa que está listo para despegar—. Quiero hacer por ella lo que un día tú hiciste por mí. No te preocupes. Estaré bien.Le doy un beso en la mejilla y me alejo. De pronto, siento como me toma del brazo y me empuja hacia él bruscamente. Me mira fijamente a los ojos mientras yo me quedo inmóvil. Soy incapaz de reaccionar en este momento.Su siguiente movimiento no lo veo venir: Luciano me coge por la nuca y acerca su boca a la mía. Me acaricia con sus labios y yo ahogo un gemido en su boca; dando paso a su len