Capítulo once
El último adiós6 de febrero de 2018
Con mi padre, enterraba nuevamente una parte de mi alma. El dolor que sentía era más allá de lo soportable. Alessandro, Fabrizio y sus hijos portaban sobre sus hombros el ataúd que encerraba el cuerpo de mi padre. Le seguían las mujeres Varone junto al abuelo.
Unas ganas inmensas de golpear a Loretta me corroyeron. Ni siquiera podía fingir un poco de tristeza. Su actitud altiva me recordó la magnitud de aquella función de circo.Los traidores que se hacían llamar socios y amigos de la familia, caminaban cabizbajos. << Al menos, saben fingir mejor que Loretta >>Mi cuerpo hervía de rabia cada vez que les veía. Sobre todo, a él. Millones de preguntas rondaban mi cabeza, pero una reinaba sobre las demás: << ¿Lo sabía? >>Una perversa sonrisa se instauró en mis labios. Ya tendría tiempo de ajustar cuentas con todos ellos. Las ansias de venganza no hacían más que ir en creCapítulo doceLa venganza es un plato que se come frío10 de febrero de 2018Aún me costaba creerlo, pero debía seguir adelante. Tenía una misión que cumplir.Sin perder un segundo más, me dirijo hacia el despacho de Alessandro. Los hombres de la familia se encontran reunidos allí, planeando alguna estocada desde las sombras. No pienso quedarme fuera. No esta vez.Dos toques en la puerta son suficientes para anunciar mi llegada.— Oh, Rina. Eres tú, hija —el abuelo se levanta para abrazarme. Luego, nos sentamos juntos en el sofá, ante la atenta mirada de los demás—. ¿Cómo estás?— Bien —doy la misma respuesta de siempre. Llevan días preguntando lo mismo. Observo detenidamente a los presentes en la habitación. El ambiente es tenso. Es evidente su descontento ante mi presencia: saben por qué vengo—. ¿Interrumpo?— Sinceramente —interviene Bruno, algo brusco—, sí. Estamos en medio de algo importante…— Pues, siéntete en libertad de hablar, Bruno —
Capítulo treceHora de la función11 de marzo de 2018Para ser un domingo, el día está resultando ser bastante ajetreado. Mañana se dará a conocer el resultado de las elecciones. Todos se encuentran ultimando los detalles para la fiesta del yate.— Recuérdame otra vez, por qué vas.— Porque me da la gana —respondo mosqueada.Mis hermanos pequeños aún se muestran reticentes ante mi decisión de asistir a la recepción. Me costó convencer a la familia, pero lo logré. Con Luciano la historia es totalmente diferente. Ha decidido hacer votos de silencio en mi presencia.— Estaré bien, Enzo —reitero—. Sé cuidarme.— Lo sé. He sido testigo, ¿recuerdas? —Quisiera no hacerlo. La noche que Carlo murió fue de las peores de mi vida—. Tienes que decirme quién y dónde aprendiste a hacerlo.— Si te dijese —advierto—, tendría que matarte.Mi intento de broma logra su cometido: ambos reímos.— Tu puntería es perfecta —comenta—. Me encantar
Capítulo catorceSentimientos encontradosLos invitados van soltando grititos de sorpresa y se separan en grupos, conforme Luigi pasa entre ellos; sin dejar de disparar con el arma.— Tenemos un problema, papá —grita ante el rostro impasible del aludido—. Tenemos que salir de aquí.— ¿Por qué? —Pregunta su hermano menor, quien ya se encuentra a una distancia considerable de mí.— Me he encontrado a Loretta en los lavabos —<<mierda>>, mascullo mentalmente—. El yate está a punto de explotar.<< Maldita Loretta >>La mayoría de los invitados comienzan a correr despavoridos por el lugar. Nos encontramos a una distancia considerable del puerto, pero la gente no duda en saltar por la borda.En menos de unos segundos, se forma un caos apoteósico. Todo el mundo grita y corre, de un lado al otro.Sin preámbulos, saco mi arma con silenciador. Las cosas se pondrán realmente feas.De repente, alguien aparece detrás de mí y me
Capítulo quinceEl juego no ha terminadoLuciano apaga el motor del auto, una vez aparca frente al edificio.Le escucho suspirar por enésima vez—: Sé que no eres una niña —decide romper el tenso silencio—. Lo supe en el momento en que pusiste un pie en la oficina de la comisaría de Bianco. Ni siquiera pude reconocerte hasta que te presentaste. Solo… —hace una mueca contrariado—, me cuesta aceptarlo.— Te equivocas, Luciano —percivo el enfado en mi voz—. Dejé de ser una niña mucho antes. Mi niñez terminó el día en que perdí a mi familia y caí en manos del Sabueso. Pero tú nunca fuiste capaz de verlo, al igual que muchas otras cosas en mí —me observa contrariado. Luego, cambia a su habitual gesto indiferente, como si comprendiera perfectamente mis palabras. Es en ese instante, donde siento enrojecerme de la furia—. O quizá, no has querido hacerlo.Me bajo inmediatamente del coche, tirando la puerta con enfado. Puedo escuchar como me llama, pero estoy dem
Capítulo dieciséisCalla Rizzo28 de marzo de 2018Jamás imaginé volver a encontrarme con esos ojos. Prometí no olvidarlos. Ese par de esferas color turquesa representan el máximo recordatorio de mi pasado. Me parece imposible encontrarlos en él. Físicamente, ambos son completamente diferentes, pero los ojos… son los mismos.Tarkan Arap —más conocido como El Turco— me observa sonriente.Nos encontramos en el interior de una lujosa limusina, paseando por las calles de Londres. Él sonríe, orgulloso por tener el control absoluto sobre la situación. Su figura irradia lujuria en su estado más puro, mientras recorre mi cuerpo por completo.Podría vomitar en estos momentos. Su presencia solo me causa repugnancia. Sin embargo, imito su gesto.— Estáis increíble, chicas —ronronea, entregándole
Capítulo diecisiete¡Sorpresa!(...)— No puedo hacer nada para que cambies de opinión, ¿cierto?— Sabes que no. Yo pude ser ella, Luciano.— Afortunadamente, no —comenta haciendo una mueca de disgusto.— Porque llegaste tú —intervengo—. Tú llegaste a tiempo. Si no hubieras aparecido aquel día, probablemente tendría el mismo destino que Calla —Resopla por enésima vez, mientras el piloto nos avisa que está listo para despegar—. Quiero hacer por ella lo que un día tú hiciste por mí. No te preocupes. Estaré bien.Le doy un beso en la mejilla y me alejo. De pronto, siento como me toma del brazo y me empuja hacia él bruscamente. Me mira fijamente a los ojos mientras yo me quedo inmóvil. Soy incapaz de reaccionar en este momento.Su siguiente movimiento no lo veo venir: Luciano me coge por la nuca y acerca su boca a la mía. Me acaricia con sus labios y yo ahogo un gemido en su boca; dando paso a su len
Capítulo dieciochoEl traidorSentados en el salón, reímos con las ocurrencias de mi mejor amiga. Justo como en los viejos tiempos. Incluso Luciano, de vez en cuando, deja ver un atisbo de sonrisa. Puedo sentir su mirada fija en mí, mientras Bianca no deja de parlotear.— Bueno, debemos irnos —anuncia el susodicho—. Vosotras tendréis que poneros al día.Luciano y yo nos alejamos para dejar que Camillo y Bianca se despidan. No decimos una palabra; solo nos miramos en una posición muy cómoda.Sin darme cuenta, un suspiro se me escapa de los labios. Solo desvío la mirada de sus ojos para posarla en su boca.— ¿Tuviste algún problema para escapar con Calla? —Pregunta demasiado bajo; apenas alcanzo a escucharle.— No —respondo a secas, en el mismo tono. Su sola presencia me hipnotiza. Ya no percibo esa acostumbrada tensión. Ahora todo es… cómodo. Se siente demasiado bien.— ¿Qué hay del Turco?— A esta hora, se debe estar enterando de que ha perdido a
Capítulo diecinueve¿Qué estamos haciendo, Luciano?31 de marzo de 2018Entro al comedor junto a Bianca y Calla. Esta última se está adaptando muy bien a la familia. Intentamos no dejarla sola —tiene un largo camino que recorrer para pasar página— en ningún momento. Aunque la mayoría del tiempo, disfruta de la compañía de Matteo Varone. Se han vuelto muy cercanos.Es sábado por la noche, y Gabriella y Beatrice quieren hacer una cena especial. Con especial, me refiero a que decidieron meterse en la cocina. Esto augura a un desastre. Nella cocinó la guarnición, pero ellas hicieron el plato fuerte.— Solo no pruebes el asado, Calla —susurra Enzo, aunque el resto alcanzamos a escucharle.— ¿Por qué? —Pregunta la muchacha confundida. Aun no prueba las dotes culinarias de las mujeres Varone.— Tú solo confía en mí —mi hermano responde con su característica picardía y le guiña el ojo.— Lorenzo —le llama su madre desde la mesa. Por su tono, debe haberle escuchado