Capítulo dieciocho
El traidorSentados en el salón, reímos con las ocurrencias de mi mejor amiga. Justo como en los viejos tiempos. Incluso Luciano, de vez en cuando, deja ver un atisbo de sonrisa. Puedo sentir su mirada fija en mí, mientras Bianca no deja de parlotear.
— Bueno, debemos irnos —anuncia el susodicho—. Vosotras tendréis que poneros al día.Luciano y yo nos alejamos para dejar que Camillo y Bianca se despidan. No decimos una palabra; solo nos miramos en una posición muy cómoda.Sin darme cuenta, un suspiro se me escapa de los labios. Solo desvío la mirada de sus ojos para posarla en su boca.— ¿Tuviste algún problema para escapar con Calla? —Pregunta demasiado bajo; apenas alcanzo a escucharle.— No —respondo a secas, en el mismo tono. Su sola presencia me hipnotiza. Ya no percibo esa acostumbrada tensión. Ahora todo es… cómodo. Se siente demasiado bien.— ¿Qué hay del Turco?— A esta hora, se debe estar enterando de que ha perdido aCapítulo diecinueve¿Qué estamos haciendo, Luciano?31 de marzo de 2018Entro al comedor junto a Bianca y Calla. Esta última se está adaptando muy bien a la familia. Intentamos no dejarla sola —tiene un largo camino que recorrer para pasar página— en ningún momento. Aunque la mayoría del tiempo, disfruta de la compañía de Matteo Varone. Se han vuelto muy cercanos.Es sábado por la noche, y Gabriella y Beatrice quieren hacer una cena especial. Con especial, me refiero a que decidieron meterse en la cocina. Esto augura a un desastre. Nella cocinó la guarnición, pero ellas hicieron el plato fuerte.— Solo no pruebes el asado, Calla —susurra Enzo, aunque el resto alcanzamos a escucharle.— ¿Por qué? —Pregunta la muchacha confundida. Aun no prueba las dotes culinarias de las mujeres Varone.— Tú solo confía en mí —mi hermano responde con su característica picardía y le guiña el ojo.— Lorenzo —le llama su madre desde la mesa. Por su tono, debe haberle escuchado
Capítulo veinteTiempo de chicas2 de abril de 2018— ¿Seguirás respondiendo con monosílabos? —Pregunta Beatrice— ¿O finalmente nos contarás?Las mujeres me miran expectantes. Hemos salido de compras. Tía Gabriella nos arrastró a todas, alegando que necesitábamos un tiempo de chicas. En realidad, fue una excusa para sonsacarnos información —aunque compramos un montón de ropa y zapatos—. Ahora estamos en Clío’s: un bar-cafetería de lujo.— No hay nada que contar, en serio —digo sin mucha convicción—. Solo… estoy algo… cansada.— ¡Ay, no cariño! Nada de mentiras —protesta Gabriella. Me han caído en pandilla—. No solo Bianca te conoce lo suficiente, para saber lo que te pasa.— ¡No miento! —Salto a la defensiva.Todas me contemplan incrédulas —incluso Sara—. Bianca no puede ocultar su sonrisa.<<Genial>>Me bebo el Martini de un trago y pido otro.— Estamos en confianza, cariño —aclara Beatrice—. Puedes hablarnos de él.Trago saliva
Capítulo veintiunoTarkan ArapIntento no temblar, pero se me hace imposible. Estoy helada. Me ha encerrado en el frigorífico a propósito. El aroma es nauseabundo.Las herdidas escuecen y con el frío, solo empeoran. Estoy amordazada con cinta adhesiva y me cuesta respirar. Cada vez que lo hago, una punzada de dolor aparece en mi pecho. El Turco se ha deleitado soltando patadas.Intento tumbarme en el suelo, pero la atadura de las piernas convierten la posición en una tortura. Así que me quedo quieta con las piernas encogidas.Una vez más, se posiciona frente a mí y quita la cinta que cubre mis labios. Luego, comienza a acariciar todo mi rostro.— Has sido una chica muy mala —comenta maliciosamente—. ¿Sabes? He gastado la mitad de mi fortuna investigándote. Eres una persona difícil de encontrar. Sin embargo, he descubierto cosas muy interesantes.— Muero por escucharlas —consigo hablar altiva, sin tartamudear.— Bien, así me gusta —señala satisf
Capítulo veintidósLa mejor forma de sanar heridas4 de abril de 2018Soy consciente de que el dolor ha menguado, pero apenas tengo fuerzas para abrir los ojos. Efectos de la medicina de Carlo. Me siento perezosa, como si mi cuerpo pesara una tonelada; y extremadamente cómoda en mi letargo. Si me resisto a despertar, es porque me siento muy cerca de él.Con mucho esfuerzo, logro abrir los ojos. Luciano me observa en la oscuridad de la habitación; sentado en el filo de una silla junto a mi cama.Entreabre los labios al verme despertar—. Hola —musita en un tono muy sedoso. Curiosamente, no deja de acariciarme.—Hola —mi voz suena demasiado áspera. La garganta duele.Quiero levantarme, pero me lo impide con sus brazos—. No hace falta que te incorpores.Le doy la razón. Estoy mareada y quiero vomitar.— La medicina de papá es un dolor de cabeza, literalmente —protesto llevándome una mano a la frente.— El doctor dejó unos calmantes para
Capítulo veintitrésPasando página5 de abril de 2018Piel contra piel.El calor abrasa mi cuerpo.Me ama. Luciano me ama.Llevo mis dedos a los labios, donde todavía siento sus besos.— Rina. ¿Rina, estás ahí?La voz de Bianca me saca de mis ensoñaciones. Desde que desperté, no puedo evitar rememorar los hechos de anoche. Cuando desperté ya se había marchado. Pero me había dejado una nota encima de la mesita de noche:<< Tuve que irme. No quise despertarte.Te pertenezco,L.D >>Las sábanas huelen a él, todo mi cuerpo huele a él.— Oye, te estoy hablando —vuelve a llamarme—. ¿Seguro que el turco ese no te golpeó la cabeza?— Perdón, ¿qué decías?— Hoy estás en otra dimensi&oacut
Capítulo veinticuatroLa fiesta de compromiso-Bruno-Tres semanas, llevo tres semanas sin verla. La ansiedad por encontrarla es cada vez mayor. Estoy a punto de enloquecer. En casa, todos vigilan mis movimientos, esperando a que dé algún paso en falso. Me conocen perfectamente, y saben cuan impulsivo puedo llegar a ser.Cuando Luciano me informó que Alda regresaba a Roma, sentí fuego correr por mis venas. Finalmente mi cuerpo se encendió. Alda es parte de mí y yo soy parte de ella. Estamos unidos de por vida, y sin ella, todo cuanto puedo ver es oscuridad. Pero la luz se opacó en cuanto leí el diario en la mañana. Los Costello la han traído, solo para preparar la maldita boda.Necesito verla, abrazarla, saber que está bien.Logro colarme fácilmente dentro de la mansión. No es la primera vez que lo hago.Me quedo en
Capítulo veinticincoInvasión enemiga8 de abril de 2018Observo fijamente el techo de la habitación.<< No llegó a dormir >>Le esperé en su habitación toda la madrugada. No quiero dejar a mis pensamientos volar libremente. No me siento bien.— Oh, estás aquí —escucho la voz de mi mejor amiga, desde la puerta—. Te busqué en tu habitación y no estabas.— No ha llegado —es todo lo que digo.— Tía Gabriella está en la sala, con el Jesús en la boca —comenta.— Imagino. No es para menos, Bianca.— Luciano tampoco vino a dormir —intenta cambiar el tema.— No. No vino —confirmo—. Debe estar ocupado. Tampoco tiene que dormir aquí todas las noches.— ¿Por qué?— Recuerda que no vive aquí, Bianca —aclaro—. Tiene otra casa, otra familia, una esposa…— No vayas por ahí, nena —me corta—. Está contigo y solo contigo.— Eso no quita el hecho de que ella existe —repongo.Por su gesto, sé que no se quedará callada;
Capítulo veintiséisEres mía y yo te pertenezcoEnzo abre los ojos como platos al verme—. ¡¿De dónde has sacado eso?! —Pregunta incrédulo.— Debajo de la cama —me encojo de hombros, mientras me subo al auto.El chico no puede dejar de apreciarla: una LMG Heckler & Koch MG4 automática, último modelo.>> Enzo, enciende el coche —ordeno al verle hipnotizado con el arma.El obedece y nos dirigimos hacia la mansión Costello.— ¡Joder! Es una pasada —señala el fusil.— Lo sé —sonrío—. Si te portas bien, prometo prestártela.— Genial —exclama con demasiado entusiasmo.Al irnos acercando al lugar, se escucha el sonido de la batalla.Me traslado hacia el asiento trasero y bajo la ventanilla—. Baja la velocidad, Enzo —ordeno.Saco medio cuerpo del fusil por la ventanilla, apunto y comienzo a disparar.Mi hermano postizo lanza un grito de excitación—. Algún día tienes que decirme dónde aprendiste a hacer todo eso —consigo escuchar