Supongo que han pasado días. Mi juicio está nublado por la rabia y el alcohol. Las cortinas cerradas del estudio me impiden saber si es de día o de noche, pero tampoco me importa. Solo quiero olvidar, aunque sea por un momento, que el mundo fuera de estas cuatro paredes sigue girando... y que duele.Mi mujer ¡Ja! Mi supuesta mujer ha sido confinada a lo que alguna vez fue nuestra recámara. Nunca me imaginé haciendo algo así. Hubo alguien más antes que yo y no tengo la certeza de quien es y si eso continúo después de nuestro matrimonio. Lo único que tengo es una confesión pobre y a medias, suficiente para quebrarme, insuficiente para darme paz. Me encerré aquí, aplazándolo todo. En esta habitación me permito sentir el dolor que carcome mi alma, al punto de casi desear morir. ¿Cómo puede doler tanto? Parece casi físico, ¿Por qué me apegué tanto a ella en tan poco tiempo?Parece que he sido un idiota que se dejó encandilar por un rostro dulce y aquella sensación extraña que me instaba a t
—Tus ojos... —Marta susurra, desconcertada, con la mirada fija en mi hijo.Y ahí está, la verdad que siempre temí.Los ojos de Iván Felipe resplandecen en un dorado feroz, el mismo tono que su padre mostraba cuando su lobo asomaba.—No... no, no, no... —murmuro, sintiendo el terror atenazarme el pecho.Mi hijo parece ajeno a lo que ocurre, como si la extraña luminiscencia en su mirada no existiera. Un sollozo se enreda en mi garganta, pero me obligo a ahogarlo cubriendo mis labios con ambas manos. No debo alterarlo más. No puedo permitir que esto llegue al extremo de una transformación.Sin pensarlo, huyo a mi habitación.Allí, con el corazón golpeando como un tambor de guerra, trato de calmar mi respiración. No entiendo. No debería ser posible. Su padre me lo aseguró cuando Iván Felipe tenía apenas cuatro años. Recuerdo cada palabra de aquel hombre con la nitidez de una maldición:«Un híbrido no siempre tiene un lobo, y nuestro muchacho parece no tenerlo.»Le creí. Quise creerle con
Una segunda carta ha llegado, y no es menos impactante que la primera. ¿Qué está ocurriendo en ese pueblo?La primera es de mi hermano. Me anuncia que dejará el seminario por una mujer llamada Raquel. Al principio, río ante la idea. Nuestro padre sufrirá un infarto al enterarse: ya no podrá seguir diciendo que uno de sus hijos será Cardenal, y mucho menos soñar con que alcance el papado. Pero, a medida que avanza en la lectura, la risa se disipa. No solo me informa que se ha enfrentará a nuestro padre y agradecerá al Rector del seminario por su educación, lo cual está bien, sino que se marchará a la hacienda Amanecer.No lo entiendo. Mi hermano nunca ha sido un aventurero, pero su educación le ha dado herramientas para ver el mundo con otros ojos. No lo imagino atado a un solo lugar, menos aún a un pueblo apartado. ¿Qué pretendo hacer allí? ¿Trabajar como un peón? No, eso es impensable. Es más inteligente y capaz de lo que él mismo cree. Sin embargo, hay algo que me inquieta. Algo que
Hace unos meses me habría encantado que esto ocurriera. Le habría restregado en la cara que su mujer fue mía y con gusto haría lo poco que falta para extraer su parte licán y lo convertiría en lo mismo que el caza. Lo convertiría en lo que el mismo llama, una bestia.Pero hoy la historia es diferente y es así solo porque ahora tengo a mi luna.Gracias a ella puedo ser generoso y me atrevería a pasar página.En definitiva enfrentarme a Iván Felipe me generaría un gran problema con Rebeca.—Yo no voy a buscar problemas. Es él quien me está retando —me defiendo una vez que Rebeca se entera de lo sucedido.—Sí, pero es tu hermano. No puedes mancharte las manos con la sangre de tu hermano, además tú eres el mayor, debes dar ejemplo y hacerlo entrar en razón.Hasta ahora estaba empezando a considerar a Iván Felipe como un ser humano decente. Aún no estoy listo para verlo como mi hermano.—¿Hay forma de evitar que se transforme? —pregunta Rebeca con cara de angustia.Me hierve la sangre al v
Decir que me he quedado de piedra es quedarse corto. Creí que lo más difícil de estar en la Hacienda Amanecer sería resistir la feroz atracción que arde entre Raquel y yo, contener la tentación y mantenernos puros hasta nuestra ceremonia de matrimonio. Pero ahora entiendo que eso es apenas un susurro frente al vendaval que se avecina.Son muchas las personas con las mismas características que Raquel y aunque en un inicio me parecieron intimidantes, tras conocer su historia y lo que quieren para su futuro, eso pasó ahora a un tercer plano.—¿Qué quieren que yo sea qué?La magnitud de lo que esperan de mí es abrumadora. Descomunal para alguien que solo posee teoría y nada de práctica. El señor Pablo y un par de hombres se ríen de mi expresión incrédula, pero no me importa. La idea es una locura.—Este es el mapa del territorio —dice, desplegando un pergamino sobre la mesa—. Este pequeño fragmento es la Hacienda Amanecer, lo que todos conocen. Pero hay mucho más. El terreno en su totalid
Es como si ese hombre ya no fuera mi esposo. Su mirada no solo revela su dolor, sino también la certeza de que no hay vuelta atrás, de que jamás volverá a ser mío. Tiemblo como una hoja sacudida por el viento, y las lágrimas se deslizan por mi rostro sin que pueda articular una sola palabra. Me quedo paralizada, atrapada en mi propio sufrimiento, hasta que él se marcha, dejándome prisionera en esta habitación.Lo que acaba de pasar fue intenso y no hubo forma de evitarlo. Afortunadamente, no sabe que mi aventura fue con Pablo, si no no estoy segura de lo que sería capaz de hacer en ese estado.Solo fue sentir que me retiró su cariño para que una inexplicable sensación de soledad, de vacío se instalara en mi pecho. Amo a mi esposo e infortunadamente tuvo que pasar algo tan espantoso como esto para darme cuenta.Las horas pasan y sigo confinada en esta habitación. La agitación inicial se ha disipado, pero persiste un peso insoportable en mi interior. No he probado bocado en todo el día,
Jaime llegó a mi casa en compañía de una joven dama a quien encontró en desventura la noche anterior. Mi madre se encargó de la atención de la mujer y llamó un médico para que la revisara y validara su estado.—Necesito tu apoyo para escoltar discretamente a la Duquesa Elizabeth hasta su residencia —dijo con gravedad—. Lo haría yo mismo, pero tengo asuntos urgentes que atender en este pueblo… incluyendo un duelo.Lo miré, atónito.La Duquesa Isabel. Su nombre había estado en boca de todos desde su secuestro, apenas una semana atrás. La noticia recorrió el país como pólvora, provocando indignación y escándalo. Jamás imaginé que la célebre duquesa fuera una joven… en mi mente, esperaba encontrarme con una mujer mayor, quizás incluso de la edad de mi madre. Después de todo, cuando regresé al país, tuve ocasión de intercambiar palabras con el viejo duque, y bien podría haber pasado por el abuelo de esta muchacha.—Será un honor que mis hombres la escolten en tu nombre —musité, aun procesan
Al cruzar el umbral de la casa, un estruendo me recibe de golpe. La madera cruje, se parte con un chasquido seco, seguido por el grito ahogado de la señora Enola. Tres sirvientas, entre ellas la que me abrió la puerta, se quedan inmóviles, mirándose unas a otras con miedo y confusión. Sus ojos están clavados en la puerta del despacho, pero ninguna se atreve a entrar.Yo sí.Llevo la mano al arma y corro hacia la habitación. Lo que encuentro allí es inverosímil.Una mesa pequeña yace destrozada, sus astillas aún atrapadas entre las manos deformadas de Iván Felipe. No, ya no son manos: las uñas han crecido grotescamente, volviéndose garras; la piel se cubre de un vello horrible y oscuro que trepa por sus brazos y empieza a apoderarse de su rostro.Se está convirtiendo en un licántropo ante mis propios ojos.Mi primer impulso es disparar. Una parte de mí se maldice por haber confiado en él, por haberlo considerado un amigo. Apunto. Su cabeza está justo en mi línea de tiro, no hay posibil